Hace diez años el profesor Samuel Huseman (EPD) nos explicaba como se tenían que gestionar los Recursos Humanos, los viernes por la tarde de 20 a 22h. Para conseguir captar nuestra desmejorada atención, amenizaba las clases con una dosis de humor y unas anécdotas que hacían caer de la silla. Probablemente por eso, todavía me acuerdo de sus lecciones.
Recordaba ésta: «Una de las experiencias más duras con las que se encuentra un jefe es la de despedir gente. Si alguna vez te pasa verás que no hay ninguna manera de hacerlo bien. Por lo tanto cuando tengas que despedir, hazlo tan rápido como puedas y de golpe.» Han pasado 10 años y he aprendido que no todo el mundo tuvo la suerte de ir a sus clases. De hecho he visto que lo que era aplicable a los RRHH también era aplicable a otros campos.
Imaginémonos que somos un cirujano y que nos llega a la consulta un paciente con gangrena en la pierna. El diagnóstico es la amputación si no queremos que la gangrena se extienda y ponga en peligro la vida del individuo. ¿Qué creéis que es mejor?
– Hacer una amputación definitiva, cortando incluso la parte sana, evitando posteriores rebrotes inesperados de la enfermedad, o …
– Hacer una amputación mínima, tratando de herir lo menos posible al individuo, esperando que (por factores no médicos) la pierna se regenere por sí sola… y que pasado un tiempo, cuando la operación se demuestra insuficiente, haya que volver a recortar… y pasado un tiempo, si el segundo corte sigue siendo insuficiente entonces hacer otro recorte.
En el ámbito de las organizaciones, los recortes graduales, empeoran el estado de ánimo de la plantilla. Tanto hace si el recorte es de medios, de sueldo o de individuos. El efecto sobre el personal siempre es el mismo: desmotivación, inseguridad y desconfianza. La máquina del café se convierte en el confesionario y en el motor de los rumores. Y todas las conversaciones giran en torno a qué nos recortarán y cuándo. La espiral es perversa: La productividad baja, los resultados se resienten, la necesidad de recortes aumenta.
Diez años después de sus lecciones, he visto varias empresas y en la mayoría de ellas se ha hecho exactamente lo contrario de lo que decía mi apreciado profesor. Y cuanto más pasa el tiempo más le tengo que dar la razón.
En el caso de las administraciones públicas, la urgencia es doble. Si el gobierno que entra hace un recorte duro pero rápido todo el mundo asume que el responsable de la situación es el anterior dirigiente. Pero si después de un año sigues aplicando ajustes, puedes agotar la paciencia de tus electores.
El caso de la Generalitat podría ser un ejemplo, pero no el único. Un año de manifestaciones, y de abucheos. Un año aplicando «el recorte social más duro aplicado nunca en Catalunya» para conseguir (con perdón de los afectados) el 6,9% del presupuesto. Teníamos que ahorrar 2.680 millones de euros y hemos ahorrado 1.858 millones. Nos hemos desviado de 822 millones. La pregunta que me hago es, ¿y ahora qué? ¿más recortes? ¿más sacrificios? ¿más huelgas?. Estaría bien que este año fuera el último año de recortes, sino el gobierno de Mas estará demasiado cerca de las elecciones como para evitar su propia inmolación.