Densidad cultural en Madrid y en Barcelona
El desequilibrio en la densidad cultural de Madrid y Barcelona plantea distintas cuestiones a resolver por las instituciones
Uno se pregunta por qué hay tantos artistas y gestores culturales catalanes que van a trabajar a Madrid y en cambio no hay prácticamente ninguno de Madrid que venga a Barcelona.
Alguien podría decir que se trata del idioma pero es evidente que esta razón es poco relevante.
Otros podrían argumentar que Barcelona tiene un sistema cultural propio que debe conocerse en profundidad pero eso también es una explicación de poco calado.
El desequilibrio entre ciudades
En realidad lo que marca la diferencia es tan simple como la falta de oportunidades. Madrid tiene un censo de equipamientos públicos mucho mayor que Barcelona, lo que supone más posibilidades para los profesionales con talento.
A ello hay que añadir los centros culturales de alto nivel creados por fundaciones e instituciones privadas sin demasiados apriorismos ideológicos, que buscan en el mercado gestores de calidad.
Madrid ofrece más oportunidades que Barcelona por su mayor equipamiento público
Que una parte de este problema tenga que ver con la falta de inversión estatal en Cataluña es cierto, pero otra igualmente importante proviene de las carencias del sistema cultural catalán.
En algún momento de la reciente historia cultural de Cataluña este desequilibrio se compensó fomentando una mayor simbiosis entre los proyectos públicos y privados. El objteivo era que la suma de todos constituyera la base de un modelo sólido, socialmente comprometido y económicamente sostenible.
De este modo, la existencia de convenios trienales entre el departamento de cultura y los principales agentes teatrales privados permitía que la producción escénica catalana estuviera dotada de la mínima densidad necesaria para garantizar un alto nivel de en términos de cantidad y calidad.
Lo mismo ocurría con el cine, la música, o el mundo editorial a través de otros instrumentos de gestión pública.
La debilidad de Barcelona
Preguntarse si el nivel de calidad de cada proyecto era el adecuado no era la cuestión prioritaria. No tanto porque importara poco, sino por que el modelo intentaba responder a una cuestión más importante: cómo conseguir que los profesionales catalanes tuvieran oportunidades laborales permanentes para evitar la tentación rápida de buscar salidas fuera de Cataluña.
Que alguien marche fuera para mejorar es razonable, que lo haga simplemente para trabajar es inaceptable.
El modelo catalán trataba de conseguir que los profesionales de la cultura no tuvieran que marcharse
Para que un determinado profesional haga una película o una obra de teatro excelente deben darse ciertas condiciones, y es imprescindible que cuando los elementos coinciden para que aparezca la oportunidad de que ello ocurra, no estén fuera del país.
Dicho de manera simple, un artista debe poder vivir de su trabajo para que pueda explotar lo mejor de su talento cuando se den las circunstancias adecuadas. Para que eso ocurra hace falta que exista una mínima densidad productiva.
¿Cuántas películas hay que producir para que salgan cinco o seis excelentes? Dependerá de la inversión económica en cada una de ellas, pero en cualquier país del mundo esta proporción no baja de cinco a uno (incluyo Francia y por supuesto EEUU).
Ocurre algo similar en toda actividad cultural y de manera especial en aquellas cuya creación tiene componentes colectivos.
La búsqueda del equilibrio
Dicho de manera simple, la densidad de un sistema cultural no se mide tanto por la excelencia de sus producciones, sino por la capacidad de mantener cercano el talento creativo a la espera de la oportunidad precisa que permite generar productos de calidad.
Y para ello conviene que el máximo número posible de instituciones, administraciones y agentes intermediarios actúen coordinadamente y dispongan de los medios adecuados.
Las reducciones presupuestarias que sufre TV3, la televisión pública catalana, por ejemplo, afectarán a la estabilidad del sector cinematográfico porque impedirán mantener la estructura industrial mínima que requiere un sistema audiovisual.
La densidad cultural se mide por la capacidad de mantener cercano el talento creativo
De ello se deduce que la posibilidad de producir películas de calidad se reducirá dramáticamente y que el talento sin explotar aumentará exponencialmente. Que una parte del mismo emigre para trabajar es un proceso inevitable.
Evidentemente cada sector es distinto y esta perversa consecuencia de la falta de coordinación y recursos no actúa igual para los ámbitos de la creación individual que para aquellos que tienen componentes industriales.
No obstante, a largo plazo el conjunto del sector se empobrece igual porque, al fin y al cabo, la cultura tiende a establecer profundas intercomunicaciones entre todas las piezas que componen su mapa ontológico.