Raperos a la cárcel

La hegemonía conservadora en España se consolida en el siglo XXI por la falta de oposición progresista

¿Resulta imprescindible la libertad para la prosperidad? El conglomerado soviético dio la razón a Stuart Mill y demostró que no. China y otros parecen desmentir al sabio escocés.

No es sólo en España ni sobre todo en ella donde retroceden las libertades y avanza la censura. Según Amnistía Internacional se trata de un fenómeno universal. La arbitrariedad, el desprecio y la burla de los derechos humanos marcan tendencia en el mundo, extremo que alivia no pocas conciencias hispanas, antaño tan tolerantes que reservaban la intolerancia para frenar a los intolerantes.

¿Acaso no torturan en Guantánamo a las órdenes de Trump? ¿Quién ha dicho que no se puede ser muy español, muy de derechas y alardear de cosmopolita?

El revuelo causado por el secuestro de un libro o la censura de ARCO va a ser pasajero

Nuestro entorno occidental sigue siendo más propenso a Erasmo que a Lutero, pero el segundo va recuperando posiciones en detrimento del pluralismo. Los países más prósperos aguantan el envite. El núcleo duro de Europa sigue comprometido con las libertades pero cierra los ojos si en las periferias pintan bastos. Sin que la ciudadanía y la intelectualidad den muestras de un gran desasosiego, la Unión ha asumido como propio el principio de los valores a la carta. Asunto interno, que cada cual los priorice, los recorte o los promueva como le plazca.

Siguiendo esta lógica, la derecha española, que domina los resortes del estado como nunca, no tiene el menor empacho en encarcelar a raperos y titiriteros, y a no tardar incluso a tuiteros. Lo de ordenar el secuestro de un libro o la censura de ARCO ha provocado un revuelo. Va a ser pasajero, como la multa al que usurpó el rostro de Cristo. Pequeños aspavientos que no van a impedir que se sigan estrechando los límites a la libertad de expresión. ¿En que se fundamenta una previsión tan poco halagüeña?

En la evidencia de que en España ya casi no hay oposición. En vez de incluir a los reaccionarios en el círculo ideológico de los progresistas, han sido los progresistas quienes, con pocas y silenciadas excepciones, han ingresado en la esfera mental de la derecha.

Neoliberales y conservadores cada vez están más cercanos, olvidando la tolerancia hacia el discrepante

El singular combate entre liberales y conservadores que caracterizó la España del XIX, pareció que lo ganaban los eternos perdedores a finales del XX. No ha sido así. En el siglo XXI se consolida la hegemonía conservadora. Es tanto el consenso conseguido que la aplicación de los recortes se sustenta, más que en las leyes o en el gobierno, en los tribunales y en los medios de comunicación.

Stuart Mill no se llamaba a engaño. Según él, “en todas partes donde hay una clase dominante casi toda la moral pública deriva de los intereses de esta clase y de sus sentimientos de superioridad”. Por eso, tanto él como los demás padres del liberalismo defendían el pluralismo, la disidencia e incluso la excentricidad como imprescindibles. Algo que los neoliberales, cada vez más cercanos a los conservadores, parecen olvidar.

Tal vez la tolerancia hacia el discrepante, el alternativo o el transgresor no influya tanto como se ha dicho en la competitividad de las economías. Sin duda sí lo hace sobre la mayor felicidad individual y colectiva que sustenta toda la filosofía utilitarista británica, pero eso importa cada vez menos. De lo contrario, la sociedad y sus élites no permanecerían impasibles ante el incremento de la desigualdad.

Si fuera Rajoy, indultaría a los raperos encarcelados. Si no por convicción, por si acaso

A pesar de que todo lo dicho parece favorecerle, si fuera Rajoy indultaría a toda prisa a los raperos encarcelados y reclamaría el retorno a ARCO de la obra censurada. Si no por convicción, por si acaso. Por si acaso Richard Florida está en lo cierto cuando afirma “siga a un gay (o a cualquier otro alternativo y creativo) si desea saber cuáles son los lugares con más futuro para vivir y prosperar”.

En este mundo global, tal vez el talento no sea un compañero inseparable de la tolerancia, pero sin duda la intolerancia no es el mejor de los imanes para atraer talento.

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