Rajoy se tambalea
Rajoy vive su peor momento como presidente a la espera de que Puigdemont claudique y el PNV apoye los presupuestos
Al marianismo le crecen los enanos. El mismo líder que consiguió, en sus mejores tiempos de amo y señor, cambiar a la mitad de los seis directores de diario más importantes de España –los demás eran fieles o se cuidaron de no ser mal vistos–, se debe tragar ahora, no sólo críticas cada vez menos veladas contra él y a su otrora intocable equipo, sino una dura, descarada y prolongada campaña a favor de su rival, Albert Rivera, a cargo del único rotativo de Madrid de tradición más o menos escorada a la izquierda. Tradición rota, por cierto.
Por otra parte, los mismos compañeros de viaje de Rajoy, los presidentes autonómicos del PP, le vienen con exigencias a las que debe plegarse. Mantienen el apoyo, sí, pero osan poner precio en forma de mejor financiación.
Rajoy vive su peor momento aunque haya ganado al independentismo
Ya no lo ven tan afianzado, y con razón. Desde que, tras perder la elecciones del 2008 fue salvado gracias al auxilio del entonces poderoso Francisco Camps, reyezuelo de la taifa valenciana, Rajoy vive su peor momento, que se produce paradójicamente tras su victoria frente al desafío independentista, y en parte por culpa de no haber encontrado todavía la forma de devolver Cataluña a la normalidad autonómica.
En efecto, de seguir encallada la investidura de un nuevo president catalán, el PNV lo tiene muy difícil para apoyar a Rajoy en su primer y principal cometido: aprobar los presupuestos. Si no consigue salvar el obstáculo, puede prorrogar los vigentes, pero entonces sufriría las consecuencias de un grave revolcón, y la legislatura no cumpliría los cuatro años. Los presupuestos pueden prorrogarse ahora, pero no dos veces seguidas, de forma que tendríamos elecciones generales en el 2019.
Primer reto en el horizonte de Rajoy: aprobar los presupuestos
Claro está que el principal, y tal vez único enemigo de Urkullu, es Ciudadanos, el partido que cuestiona el cuponazo vasco, por lo que no sería descartable una fórmula de compromiso. Pero por ahora el PNV sigue prisionero de su palabra: mientras no se levante el 155 no hay pacto presupuestario. Y si el 155 no se ha levantado aún es por la resistencia del exiliado Puigdemont a ceder en su imposible empeño de no ceder en la investidura a distancia. Empeño imposible pero muy dañino para los intereses del inquilino de La Moncloa
Si Puigdemont no cede y el PNV no se desdice del compromiso catalán –y bien podría hacerlo lanzando una acusación de quijotesco a Puigdemont—, el ligero temblor actual de Rajoy pasará a franco y evidente tambaleo, con lo que alguno de los crecientes enanos puede convertirse en gigante.
Si el 155 no se ha levantado aún es por la resistencia del exiliado Puigdemont
Alguno, más de uno, o todos. El PP es un partido absolutamente vertical en el que solo manda uno. Y, recordémoslo, es tan vertical a fin de conjurar la inefable y endémica tendencia de la derecha española al más encarnizado de los caínismos.
Los presidentes de las autonomías son intocables. El resto de los populares, diputados, senadores, altos cargos, sienten vértigo, cuando no franco mareo ante el temporal que se avecina. O presupuestos o elecciones generales en el 2019. Tras las cuales, la perspectiva de tener que compartir gobierno con Ciudadanos produce pavor. Peor todavía si llega a producirse el sorpasso de los de Rivera.
El PP es un partido absolutamente vertical en el que manda una persona por encima del resto
Observemos ahora el panorama en el supuesto de que Rajoy logre sacar adelante los presupuestos. Si el asunto catalán desaparece del mapa político, aunque sería por hibernación temporal, no por solución a medio plazo, entonces la corrupción emergerá hacia el primer plano. Y a lomos de la corrupción, Ciudadanos seguirá subiendo en los sondeos, con el consiguiente incremento el vértigo y el mareo en las filas populares.
A todo ello debe añadirse la debilidad de la izquierda. El peligro de la alternancia anda lejos, lo que produce una sensación de tranquilidad en la derecha y una especie de patente de corso para que se desate en cualquier momento una auténtica cacería mayor. Total, lo máximo que pude ocurrir es una recomposición en la derecha, que buena falta le hace.