La decisión de Rivera
Rival o monaguillo de Rajoy. Presidente del Gobierno o listo útil. Líder o segundón. Es ahora cuando Albert Rivera debe decidir lo que quiere ser de mayor
Rival o monaguillo de Rajoy. Presidente del Gobierno o listo útil. Líder o segundón. Es ahora cuando Albert Rivera debe decidir lo que quiere ser de mayor. La decisión no es nada fácil de tomar. Ante todo debe preguntarse si posee ambición, capacidad y temple y responderse sin autoengaños. Para medirse con Rajoy hay que estar a la altura de Rajoy.
Hasta el momento, a Rivera no le ha acompañado la Fuerza sino la Fortuna. La fuerza está en un o mismo o no está, pero no basta con poseerla ya que precisa un duro aprendizaje que incluye la superación de severísimos contratiempos. La fortuna, en cambio, es voluble, caprichosa, inconstante y traicionera. Un jedi es lo contrario de un mimado. Veamos su currículum a vuelo de pájaro. Existía un hueco sociológico, y por lo tanto electoral, en Cataluña y lo supo aprovechar. En el Parlament aprendió a usar el florete verbal, no la espada. Pasados los años, un banquero sugirió la conveniencia de un Podemos de derechas y ahí estaba Rivera, dispuesto a recibir vientos favorables.
El 21-D, su pupila Arrimadas estaba en mejor posición que el resto de los partidarios del 155 para cosechar más de la mitad de los casi dos millones de votos contrarios al independentismo. No es heroicidad sino una vez más vacío y viento a favor bien aprovechados: el PSC arrastra el estigma de la ambigüedad y el PP chapotea en la corrupción, algo especialmente mal digerido por los catalanes. Eso es todo. No es poco pero habrá que ver si es suficiente.
Según una teoría al uso, de la que no hay que fiarse, en política se sube por los extremos para ocupar luego el centro
Avispados comentaristas han hurgado en las contradicciones de Ciudadanos y en lo difícil que puede ser mantener la ambigüedad entre el cacareado reformismo y el fondo antisocial de su programa, o la imposibilidad de pasar de denostar a apoyar el concierto vasco. Pelillos en una mar montañosa. Según una teoría al uso, de la que no hay que fiarse, en política se sube por los extremos para ocupar luego el centro. Ahí tienen al mismísimo Aznar que es muy de derechas, pero mucho, y se encaramó por el centro. Lo que cuenta en política es que Rajoy está ahora tocado. O le desafía en campo abierto, aunque luego le conceda una pequeña tregua presupuestaria a cambio de un breve calendario electoral, o se convierte en su perrito faldero para caer luego con él.
No hay duda de que la victoria en Cataluña ha proyectado a Ciudadanos hasta el estrellato en el firmamento español. Ha llegado pues el momento de cruzar el Rubicón. O depósito temporal de votos del PP o rival que aspira descabalgarle. O marca blanca o sustituto. No importa el posicionamiento ideológico, ni las palabras que haya que comerse. Apoyos no le van a faltar. Ni sondeos favorables. Como han demostrado Trump y Macron, tener o no tener un buen equipo es irrelevante cuando la política está embravecida. Importa ser creíble como alternativa.
Ahí está la teoría del meteorito, validada en Grecia, Francia y los mismísimos Estados Unidos. Los tiempos favorecen esta clase de fenómenos, a condición de que apunten directos al centro del poder y se aceleren con determinación y sin descanso. Si Rivera no da ahora el salto todo el mundo va a suponer que le falta la Fuerza y es víctima del tembleque. En este caso su destino será zigzagueante, su luz prestada y mortecina aunque parezca muy brillante.