España, con Alemania
Con el paso de los años, España ha construido junto a Alemania una alianza inquebrantable que nadie pone en duda
A diferencia de José María Aznar, cuyo insensato cambio de orientación en política internacional costó a su partido siete años de oposición, Mariano Rajoy siempre ha sido fiel al núcleo duro europeo encabezado por Alemania.
Hoy en día, ni siquiera el mismo protagonista del giro atlántico parece enorgullecerse de su aciaga ocurrencia, pero ahí están las fotos del rancho de Bush y las Azores que culminaron el alejamiento de Europa y la, por fortuna efímera, alineación estratégica española con los Estados Unidos y el Reino Unido: España como tonto útil circunstancial, auto invitado de piedra que nunca pertenecerá a un club que sólo puede ser de dos.
La pavorosa herida del 11-M dio al traste con aquel ensueño. Con Zapatero, España volvió al redil de la Unión Europea. Con la crisis y el aumento de déficit, se ancló definitivamente al dictado de los gestores de su astronómica deuda.
Mariano Rajoy siempre ha sido fiel al núcleo duro europeo encabezado por Alemania
El mayor motivo de preocupación que presenta España es su gasto excesivo, así como el coste, que nunca conoceremos, de mantener increíblemente bajo el diferencial del bono español. La consigna está clara. El BCE actúa de modo solidario. España crece a muy buen ritmo. Los mercados están tranquilos. Los especuladores andan en busca de carnaza menos protegida.
Para entender bien la imagen de España vista desde Alemania no basta ni mucho menos con ojear los periódicos y especular sobre la posible, e incluso probable, extradición condicional de Puigdemont.
Resulta imprescindible comparar el buen comportamiento español con el desafío constante de tantos miembros de la Unión.
Alianza incuestionable
Mientras la multitud de díscolos no para de crecer, en España nadie pone el euro en cuestión. Mientras la eurofobia hace estragos en Polonia o Hungría, el eurooptimismo español sigue inamovible.
Mientras los antieuropeos de izquierda y derecha suman mayoría absoluta en Italia, ni siquiera los podemitas se atreven a acusar a Europa de los males de su país.
Mientras los prósperos del norte no quieren ni oír hablar de más Europa, Merkel y Macron pueden contar con la aquiescencia de Rajoy a cuantos acuerdos vayan cayendo (si es que llegan a acordar algo sustancial más allá de la retórica).
Tal vez Aznar tenga pesadillas sobre lo que significaría que, de acuerdo con su brillantísima y estrambótica estrategia, España se hubiera empecinado en el atlantismo de cartón-piedra hasta el punto de acompañar al brexit de la pérfida Albión con un Espexit.
El surco marcado por Aznar a la historia de España es tan profundo que costará mucho desviarse de él, si es que algún día sucede tal cosa. Pero la ubicación en el mapa geoestratégico es exactamente la contraria de la que él diseñó.
Nadie, si siquiera el mismo expresidente, pone en duda que el encaje de España como adlátere de la Europa central es el bueno. En este punto, nada que rectificar.
Que España diste mucho de ser un problema no significa que no tenga un problema. Lo tiene, y gordo, de estructura territorial. Y lo tiene de salida del conflicto catalán. A los alemanes les encantaría que, a su imagen y semejanza, España fuera menos centralista y más federal.
A Alemania le gustaría que España fuera más federal y menos centralista
El establishment germano contempla con preocupación la idea dominante del más Madrid menos Barcelona, o sea más Madrid y menos resto de España. Por principio –a todos los países dominantes les encanta ser imitados– pero todavía más por pragmatismo.
Por la vía represiva actual, el conflicto puede acallarse, pero no hay duda de que en un futuro no lejano volverá a recrudecerse de no mediar negociación y reforma.
Dilema, pues, al canto. Si Alemania entrega a Puigdemont, refuerza la vía judicial y autoritaria emprendida por Rajoy. Si no lo entrega, ofende a un socio cercano y fiable pero orgulloso e iracundo.
La decisión podría ser salomónica y de largo alcance político: extraditarlo por causas menores, con prohibición expresa de procesarlo por rebelión o sedición. Y si Rajoy no está de acuerdo con Merkel, que mande retirar de nuevo la euroorden.