El factor Puigdemont

Puigdemont condiciona los posicionamientos de los tres grupos de independentistas: reversibles, pragmáticos y 'sin cuartel'

A no ser por el inestable factor Carles Puigdemont, el independentismo se habría replegado en masa a los cuarteles de invierno autonomistas. Menos la CUP y los CDR (comités de defensa de la república), el resto estaría ya trabajando para establecer nuevas bases, nuevos objetivos compartidos y nuevas estrategias bajo las condiciones impuestas por el vencedor.

Como denominador común, el estricto cumplimiento de las leyes, lo cual no implica renunciar a la independencia, sino a los caminos que han conducido al fiasco.

En el fondo, aunque no se note en la superficie, los votantes independentistas se dividen en tres grupos. No en dos como suele analizarse –pragmáticos y desobedientes–, sino en tres.

El primer grupo está compuesto por los independentistas reversibles. El segundo por los independentistas realistas. El tercero por los independentistas sin cuartel.

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ERC y Pdecat comparten el estado de shock de los exaltados: y ello los conduce a ir a remolque

Es normal, que en las actuales circunstancias de la dialéctica represión-exaltación de los ánimos y de ausencia de vías de diálogo y entendimiento, el primer grupo carezca de líderes, de plataformas de expresión y de organización.

Ni un partido. Ni siquiera una asociación. Ni un triste colectivo capaz de expresar lo que muchos sienten y desean.

Pero que este grupo de votantes no se visualice, no significa que no exista. Simplemente, se encuentra replegado, a la espera de una oportunidad o de una situación que no lo paralice.

Realistas y pragmáticos

El segundo grupo tampoco anda muy boyante. Al rosario de autos de prisión incondicional se le ha añadido la detención de Puigdemont en Alemania. Este grupo tenía, y tiene, las ideas claras: es el mayoritario. Incluye a ERC y Pdecat.

Comparte el estado de shock con el tercer grupo, el de los exaltados, y eso le conduce a ir a remolque. Arrastrando los pies, a regañadientes, pero a remolque.

¿Cómo se las apañará para rebajar la tensión, propósito que comparte con el primer grupo, si no dispone de ningún instrumento, y si las circunstancias represivas no pueden resultarle más adversas?

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Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. EFE/Jaume Sellart

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras en uno de sus últimos actos públicos, fue pocos días antes del 1 de octubre. ED

El tercer grupo, siendo el más minoritario, lleva la voz cantante. Cada vez que decaen las movilizaciones saltan noticias capaces de exaltar los ánimos al más temperado.

Cada vez que parece haber una oportunidad para investir a un president viable, por supuesto que de contrastado pedigrí independentista, y levantar de una vez el 155, surge un obstáculo más difícil de salvar. Sin embargo, los movilizados en estos días son tan ruidosas como escasos.

La distancia entre los llamamientos a paralizar Cataluña y la realidad de los cortes de autopistas y autovías es sideral. Pero la minoría ruidosa no dará el brazo a torcer.

Puigdemont como denominador común

Si mantienen esta actitud, no es por la CUP ni los CDR, o por los líderes intelectuales que desde la comodidad reclaman la imposible implantación inmediata de la república. Es por Puigdemont.

Tras unas agotadoras semanas, el depuesto «president» se avino a renunciar a la investidura. Pero propuso a Jordi Sànchez, con lo que el artículo 155 sigue vigente y aumenta el riesgo de repetición de elecciones autonómicas.

Alguien de su entorno debería de haberle explicado a Puigdemont que el ratón sólo juega con el gato en los dibujos animados de la factoría Disney. En la realidad, los riesgos son tan grandes que no hay ratón que se arriesgue a salir de su escondrijo cuando merodea el gato.

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Puigdemont actúa como si sólo representara a los exaltados de los CDR y la CUP

Si ha viajado más de lo debido, es por afán de protagonismo, para mostrar y demostrar que lleva la agenda política. No solamente la autonómica. Si España se queda sin presupuestos es porque él obstruye la vuelta a la normalidad autonómica.

Puigdemont es el «president» emocional de los independentistas de los tres grupos, pero actúa como si sólo representara al tercero. Acabe o no extraditado, es hora de que lance un mensaje a favor de la estabilidad. O sea, formar gobierno.

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