Cs, opción de recambio, no de cambio

El principal problema de Sánchez para llegar al final de legislatura no está en el trueque de apoyos complementarios, sino en lo que aguante Pablo Iglesias

Van, las interpretaciones del sorprendente apoyo de Cs a la enésima y última prórroga del estado de alarma, desde la justificación debida a la grave excepcionalidad al inicio de un nuevo contrafuerte del gobierno de coalición, el supuestamente dúctil Cs en sustitución de la díscola ERC.

La primera observación a tener en cuenta es que ya no se trata de ideología sino de puro y descarnado interés, electoral por supuesto, ya que toda opción de seguir contando con la confianza de los votantes pasa por la visibilidad.

Por muy conocida que sea una marca, si desaparece del las estanterías de los supermercados, a los cuatro días ya nadie la echa en falta. Pues lo mismo con los partidos. Cuando no están en la palestra es como si dejaran de existir.

Lo primero es la foto; lo segundo, la pose. Conseguida pues la foto, detengámonos ahora en la pose. La cara con que la que aparece Arrimadas es de responsabilidad pero al mismo tiempo de suspense. El paso está dado, y quién sabe si habrá vuelta atrás o nueva pareja con la que, si no bailar porque así en los matrimonios como en las coaliciones los celos suelen ser terribles, por lo menos coquetear un poco.

Coqueteo que es tachado de traición por la derecha. Al abandonar el bloque de la oposición y emprender un viaje por su cuenta, aunque no se trate más que de un paseo, el bloque formado por el PP, Vox y Cs deja de sumar. De sumar y por lo tanto de convertirse en amenaza.

Al abandonar el bloque de la oposición, aunque no se trate más que de un paseo, el bloque formado por el PP, Vox y Cs deja de sumar

Así lo han denunciado algunos dirigentes, previamente desahuciados, que han abandonado indignados la militancia, no por incapacidad de soportar el enésimo vaivén de su partido sino porque deben de andar en busca de refugio en uno de los otros dos partidos de la derecha. De bisagra, nada, claman, la ambigüedad está reñida con la pureza de sangre ideológica.

Con las matemáticas parlamentarias en la mano, ERC es substituible por Cs, pero el PNV sigue siendo imprescindible en todos los casos. La razón de estar, que no de ser, del PNV consiste en incrementar o mantener la tajada que Cs pretende o pretendía cercenar.

No, ni para Sánchez ni para cualquiera de sus predecesores en busca de votos, el PNV jamás ha sido un problema. Cuestión de precio, cuestión de regateo, siempre en la sombra como condición imprescindible y por otra parte bienvenida por el gobernante de turno que necesita su apoyo. Baste este apunte para concluir que el futuro de la estabilidad no depende de la compatibilidad o la incompatibilidad de Cs y PNV.

El principal problema de Sánchez para llegar al final de la legislatura no está pues en el trueque de los apoyos complementarios. Está en lo que aguante Pablo Iglesias. Por si alguien lo dudaba a estas alturas, Sánchez une a su vieja vocación de temerario equilibrista una irrefrenable pasión por el mando absoluto. Como la cabra al monte, el presidente intenta siempre, y ahora más que nunca, gobernar como si tuviera mayoría absoluta.

Contemplada des de la pareja de hecho, o sea Unidas Podemos, la votación de la prórroga del estado de alarma no parece inquietante, ya que en nada cambia el rumbo del gobierno. No lo parece por ahora, pero si se repite a menudo o implica algo más que una foto para Arrimadas, el gobierno se verá severamente zarandado.

Para Podemos, Cs no es un rival directo pero lo es mucho más que ERC, con la que no compite más allá de Cataluña. Por el momento, no se han visto u oído aspavientos en la izquierda. No se fíen. El vaso del rencor por el arrinconamiento se va llenando. No llega a rebosar, pero de lo que depende la legislatura es de lo que aguante Pablo Iglesias

Bastante y a brazo bastante partido lucha Iglesias para mantenerse a flote y asomar detrás del horizonte dominado por el PSOE como para tener que soportar un reparto del exiguo espacio que le dejan. No se trata tanto de ideología, insisto, como de protagonismo. El creciente ninguneo de Pedro Sánchez a su socio amenaza de convertir las presentes rencillas en divorcio.

Aún así, ¿a santo de qué incrementa Sánchez la tensión dentro del gobierno? Por temeridad y por cálculo. Sobre la temeridad del funambulista no es preciso insistir. En cambio, y a falta de confirmación oficiosa por parte del escudero Tezanos, el del CIS, parece que hay novedad en el cálculo.

Apuesten, siempre moderadamente ya que hablamos de política, a que el funesto padrastro Sánchez ya se está empezando a ver en el espejo secreto como gran triunfador ante el virus. En cuestión de meses, aunque llegaran al increíble lapso de doce o catorce, que ya sería muchísimo, el virus será vencido.

No que ser ser adivino para anunciar el nombre del vencedor. Si el PSOE sube en los sondeos como es de prever, desea el presidente y puede conseguir a pesar de la mala gestión de la pandemia, amenazara a su socio y a sus contrafuertes con ir a elecciones si le tosen o le rechistan.

Lo de menos son los contrafuertes. La oposición es impotente. Lo que cuenta es si, llegado el caso, Sánchez conseguirá intimidar al socio o, si por el contrario, Iglesias va a estallar.                             

Ahora en portada