Vuelven los temores del milenio y reaparece la subpolítica

La historia del ser humano es también la historia de la superación de las diversas catástrofes que le han acechado a lo largo del tiempo

El cambio climático, el alto coste de la energía, la inflación, la posible recesión, la subida de los tipos de interés y del préstamo hipotecario, la pandemia, el auge de los nacionalismos y los populismos, la guerra de Ucrania o la amenaza nuclear- Todo ello, y algo más como las migraciones irregulares incontroladas, la desocupación o la violencia social persistente en algunos lugares del planeta, ha hecho que rebrotaran los temores del milenio y resurgieran las propuestas salvíficas.   

Al respecto, conviene destacar el resurgimiento de la denominada sociedad del riesgo, teorizada por el sociólogo alemán Ulrick Beck, a caballo de los siglos XX y XXI, con ensayos de éxito como La sociedad del riesgo, La sociedad del riesgo global o La sociedad del riesgo mundial. Según parece, la teoría y las propuestas de nuestro sociólogo podrían estar calando en determinados ambientes. Y no para bien, sino para mal.  ¿Qué herencia? El catastrofismo y la subpolítica populista. Vayamos por partes.   

La sociedad del riesgo

Para Ulrich Beck, la modernidad industrial –lean el capitalismo liberal o la “sociedad del saber” con sus avances tecnológicos sin solución de continuidad- genera una sociedad del riesgo cargada de peligros políticos, económicos, biológicos, tecnológicos y sociales que socavan los controles y sistemas de seguridad existentes.  

Una sociedad del riesgo –“un no saber irremediable”, dice- caracterizada por una inseguridad que no se puede pronosticar. Y, por tanto, resulta difícil de prevenir y combatir a corto o medio plazo.  

El retorno del catastrofismo

De ahí, la vuelta de los tradicionales temores del milenio. Por partida doble, como mínimo. Por un lado, el catastrofismo neospengleriano que vislumbra de nuevo la decadencia –o algo peor- de Occidente, en recuerdo del libro del derechista Oswald Spengler titulado precisamente La decadencia de Occidente (1918 y 1923).  

Por otro lado, el catastrofismo neohilferdingiano de quienes, a la manera de El capital financiero (1910) de Rudolf Hilferling, esperan la confirmación práctica de la teoría del austromarxista: el fin de ese fenómeno histórico que es el capitalismo financiero que transforma la banca -con lo que ello implica- en el prestamista por excelencia del sistema capitalista industrial.   

Si bien se mira, nada nuevo bajo el sol. De hecho, la historia del ser humano es también la historia de la superación de las diversas catástrofes que le han acechado –que nos han acechado- a lo largo del tiempo.   

Una Federación Planetaria de Estados

La sociedad del riesgo nos interpela: ¿Quién nos protege hoy frente a los riesgos que acechan? ¿Cómo enfrentarse a un futuro como amenaza? ¿Cómo puede sobrevivir la especie humana? Nuestro sociólogo, parafraseando a Marx, responde: “¡Ciudadanos del mundo, uníos!” Es decir, una alternativa, un nuevo marco de referencia, un cambio de paradigma y una mirada/política cosmopolita que nos libre de la “posibilidad de una (auto)destrucción”.  

Traducción: ausencia de fronteras nacionales y culturales en un mundo cimentado en la mezcolanza de culturas locales, nacionales, étnicas y religiosas al que se llegaría gracias a un proceso de empatía cosmopolita. Un “realismo cosmopolita” sinónimo de una civilización global interdependiente en donde desaparecen las dicotomías nacional versus internacional y nosotros versus ellos. Un realismo no universalista, ni relativista, ni multiculturalista, ni localista, ni nacional: una síntesis de todo ello que corrija y limite los excesos de las partes. Se trata, en suma, de la “defensa común contra los males”.  

¿Cómo alcanzar el objetivo? Mediante el gobierno mundial –una Federación Planetaria de Estados o un Estado Transnacional con sus Partidos Políticos Mundiales y su Sociedad Civil Mundial-, los derechos humanos, el intervencionismo humanitario e, incluso, determinadas acciones violentas legitimadas por el derecho internacional. En definitiva, una política cosmopolita que revitalice la democracia y apueste, al modo kantiano, por la sociedad mundial que conduce a la paz perpetua.  Una parte de la ciudadanía comulga, a estas alturas de la historia, con el sueño del sociólogo. Una ilusión más que, per se, no resulta dañina. O sí.  

Un ‘underground’ político

Lo que sí puede resultar dañino es la reivindicación de la subpolítica que hace Ulrich Beck. Para nuestro sociólogo, la subpolítica sugiere el “desacoplamiento de política y gobierno”, la “coalición de opuestos puntuales”, la “política directa”, la “autoorganización social”, una “política creativa y autocreativa” o el “hacer política más allá de las instituciones representativas del Estado nacional”. Un underground político. Un 15-M avant la lettre. De ahí, las simpatías por Ulrich Beck en algunos ambientes. Lo que nos faltaba en la presente coyuntura.   

Vale decir que Ulrich Beck, que reconoce que el Estado cosmopolita es sumamente frágil, matiza la cuestión de una subpolítica que surge/surgiría como consecuencia de la debilidad de un Estado sin la “capacidad de acción” suficiente y la “aptitud para contribuir a la solución cooperativa de los problemas globales”. Y todavía dice más: “la inmovilidad de los aparatos gubernamentales y sus agentes subsidiarios es perfectamente conjugable con la movilidad de los agentes en todos los niveles posibles de la sociedad”. Siempre y cuando –cabe añadir- los “agentes en todos los niveles posibles” respeten la legalidad.  

La subpolítica local

La subpolítica en España –que no se conforma con la política directa y creativa, sino que exige una “democracia real” y una “democracia real ya” que salga del “pueblo”- manifiesta una cierta alergia a la democracia liberal. La única democracia que existe, por cierto.  

Ulrich Beck –de vivir- tomaría cumplida nota de ello y muy probablemente, al apartado Subpolítica desde abajo, añadiría otro titulado Subpolítica populista en España. Y es que no solo vuelven los temores del milenio, sino que permanecen los temores de ayer por la tarde. 

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