Volantazos africanos

Pedro Sánchez descarta lo obvio: que Argelia, cuya ‘protección’ al Polisario no tiene otra finalidad que fastidiar a Marruecos, fuera a tomar represalias

Vecinos hay cuatro. Estar a malas con los dos europeos sería harto difícil y contraproducente porque además son socios del mismo club. Un club en el que cada día España pinta menos porque preocupa más. Descartados pues Francia y Portugal como posibles causantes de despropósito y ni siquiera fuentes de conflicto, quedan dos vecinos, dos, no veinte. Pero al parecer dos son demasiado.

No hay más que dos, y no se trata de vecinos intratables u hostiles. Ni siquiera especialmente conflictivos. A lo sumo incómodos, pero mucho más débiles que España, tanto por economía como por geoestrategia. Aún así, si en los últimos tiempos la amistad con Argelia estaba más que consolidada y con este país se compartían planes para suministrar gas a Francia…

Y si los tiras y aflojas con Marruecos alcanzaban a empañar pero no a amenazar unas relaciones provechas para ambos lados, en poco tiempo, muy poco, las lumbreras de La Moncloa y Santa Cruz han conseguido un récord tal de meteduras de pata y errores que, contra todo pronóstico y de manera innecesaria, han enfadado primero a un vecino y luego al otro. Hay que ser patán y repatán y encima repataneante para tanto desatino.

Las lumbreras de La Moncloa y Santa Cruz han conseguido un récord tal de meteduras de pata y errores que han enfadado primero a un vecino y luego al otro

El caso es, por si alguien no está al corriente o precisa recapitulación, que si Argelia tiene el gas, cada vez más preciado y apreciado, Marruecos ha conseguido que Norteamérica le consideres el único país africano fiable a medio y largo plazo en miles de quilómetros al sur o al este. El privilegiado estatus, ni que decir tiene, ha dado alas a las aspiraciones territoriales del monarca y su entorno. Aspiraciones que no encajan nada bien con la política de Madrid.

Inmigración

Por si fuera poco, tanto Argelia como Marruecos disponen de sendas llaves, para ellos de muy fácil funcionamiento, que abren y cierras las puertas de la inmigración ilegal a España. Como Turquía con Europa, que ha tenido que ceder una y otra vez al chantaje de Erdogan a fin de evitar aludes humanos, Marruecos y Argelia con España.

Se da además la circunstancia, de sobras conocida aunque más de un político con altas responsabilidades se empeñe en ignorar, de que ambos países están tan a la greña entre ellos que incluso se bombardean las fronteras. No están en guerra abierta pero ánimos para ello no les faltan.

O sea, que a pesar de ser el vecino mayor, España tiene poco con lo que castigar a sus vecinos del sur y en cambio mucho que sufrir de su parte si se lo proponen. En estas condiciones, que hasta un estudiante de ESO podría reseñar, lo prudente, lo que conviene es andarse con sumo tiento, no meterse en líos y menos abonarlos.

España tiene poco con lo que castigar a sus vecinos del sur y en cambio mucho que sufrir de su parte si se lo proponen

Bueno, pues en vez ello, y siempre bajo la batuta de Pedro Sánchez, España pensó que hacía un favor especial a Argelia atendiendo a escondidas a un dirigente palestino. ¿Y si Marruecos lo descubría? Nada, nada, que no se van enterar. ¿Pero y si lo descubren en Rabat? Descuida, que está todo muy bien planificado. Menuda es España ocultando sus trapos sucios.

Se descubrió el secretito, y las represalias de Marruecos en Ceuta y Melilla fueron tan graves, que Pedro Sánchez se pasó de la raya, segundo volantazo, a fin de reparar el desatino a satisfacción del ofendido, sin sospechar que sin duda exageraba la magnitud de la ofensa.

De por medio, aunque no se supo hasta después de que el secretito de Pegasus estallara en las narices gubernamentales, espionaje de Rabat a varios ministros e incluso al presidente. Marruecos tenía al bravo toro hispano bien agarrado, y no precisamente por los cuernos. No ha soltado la presa ni es de esperar que lo haga.

Marruecos tenía al bravo toro hispano bien agarrado, y no precisamente por los cuernos.

Tercer volantazo con vehículo estrellado en las dunas. Lo que procedía en vez de la sumisión reverencial al rey de Marruecos, era dar un paso en la dirección que Washington deseaba. Un paso, dos o tres pasitos, el inicio de un posible giro, palabras de comprensión. Pero no, ni siquiera tres o cuatro pasos. Diez, veinte zancadas, pirueta y vuelta atrás y ¡hop!, de un salto al otro lado. El Sahara Occidental es marroquí.

Acto seguido y después de contemplarse en el espejo como acróbata supremo de las relaciones internacionales, Pedro Sánchez y su equipo descartaron lo obvio: que Argelia, cuya ‘protección’ al Polisario no tiene otra finalidad que fastidiar a Marruecos, fuera a tomar represalias.

Paréntesis: Pere Duran Farell, el estratega en los setenta y tal vez antes de la amistad y llegada del gas argelino, me comentaba lo importantes que resultaron sus acampadas con los dueños del tesoro en el desierto, lo difícil y laborioso que resultaba vencer la ancestral desconfianza y tranquilizar el quisquilloso orgullo de aquellas gentes.

Pero nada, nada, no hay de qué preocuparse, los argelinos tragarán porque no tienen otro remedio. ¿Y el precio de su gas? ¿Y el gasoducto de Argelia a la Europa central que puede recorrer Italia en vez de llegar a Francia por España? La autoconfianza de Sánchez llega a tal punto que provoca ceguera y desatino tras desatino,

De momento, nueva ocasión de descrédito en Bruselas. Alarma. ¿Qué ocurre? Nueva metedura de pata de Madrid, que a ver si lo arreglamos desde aquí. Y así es, mediante volantazos entre los dos vecinos, solamente dos, como se consigue incrementar el propio descrédito entre los socios que te mantienen a flote y te van comprando la deuda.

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