Volando voy, volando vengo

Hoy escribo desde un lugar diferente. La terminal 2 del aeropuerto de Frankfurt donde dispongo de un magnífico WiFi ilimitado. Ya saben que en el cutre aeropuerto de Barcelona, ese que queremos convertir en la puerta de Cataluña, tenemos un WiFi nauseabundo de 15 minutos gratuitos.

Para más inri, cuando lo he probado me han obligado a ver un estúpido vídeo de publicidad de ruedas de coches –ya me dirán en un aeropuerto quién leches se va a comprar unas ruedas– y por no funcionar ni se ha cargado.

Muchas lecciones pretende dar ese nefasto alcalde de Barcelona, llamado Xavier Trias. Pero ni es capaz de poner un servicio digno en el aeropuerto. Seguramente alguno dirá que depende de la compañía Aena, lo cual es cierto. Pero si el alcalde, a parte, se apunta a todas las cosas que no prometió en su programa, como la independencia, podría negociar también algo positivo para nuestra ciudad.

La verdad es que uno se avergüenza de su aeropuerto y se ríe cuando los políticos de turno reclaman vuelos intercontinentales. Aunque nos cueste admitirlo tenemos un aeropuerto de tercera, de pueblo vamos. Donde sólo suman los turistas que vienen a vomitar a la ciudad. Transportamos de Girona a Barcelona lo que merecemos. No quiero ni imaginar si fuéramos independientes hacia dónde nos llevaría esa luz.

Pero no todo es malo en un día como hoy. Les admito que paseando por la Feria de Frankfurt y hablando con bastantes personas, la mayoría extranjeras, nadie me ha preguntado por Artur Mas o su procès. Supongo que la gente está más pendiente de temas serios.

Mientras, nuestros líderes siguen devorando canapés en infinitas reuniones. Quizás sería bueno que alguno de esos holgazanes se dedicara a gobernar unos minutos. Quizás hasta podrían pensar lo del WiFi en el aeropuerto o mil cosas más necesarias.

Total, ya sabemos que las farmacias no se pagarán, aunque parece que sí hay dinero para los canapés de las reuniones de Mas & Friends. Y aunque se sorprendan también para un estrambótico stand del Ayuntamiento de Barcelona, junto con la Generalitat, en la Feria del Libro de Frankfurt.

Sabiendo, por otros años, los costes, no quiero ni preguntarme qué habrá costado la broma. Ya sabemos que es más importante pagar unos viajes a esos políticos ciegos que las medicinas de los enfermos. Mientras escribo estas líneas estoy de vuelta, pero no dudo en que en estos días el alcalde, el consejero y sus séquitos pasarán con el dinero de todos a tomarse una cervecita por Frankfurt. Tan real como triste.