Visto el tráiler, Sr. Sánchez déjenos decidir si vemos la peli entera
Si el presidente quiere ejecutar su proyecto, necesita el horizonte de una legislatura completa y el mandato directo de la ciudadanía
El aura de los presidentes socialistas tiende a degradarse con el tiempo. Como si les afectara un defecto genético, las cualidades que inicialmente les auparon se acaban transformando en flaquezas que les minan. Personalmente y al partido.
Ese proceso, antes, era lento. Felipe González tardó tres legislaturas en pasar de ser el gran modernizador de España a presunto míster X de los GAL.
Hoy en día, la mitomanía construida en torno a Pedro Sánchez (arrojo, perseverancia, capacidad de supervivencia) empieza a debilitarse al mismo ritmo que se le acaba el más caprichoso de los dones: la suerte.
La moción de censura fue democráticamente impecable
Napoleón le daba mucha importancia a la suerte. Por eso, haría bien nuestro aún flamante presidente (la víspera de la Diada cumple 100 días en el cargo) en recordar que al corso le resultó inútil la perseverancia y estéril el arrojo cuando le abandonó la diosa fortuna… precisamente en Waterloo, residencia ahora del némesis de Sánchez, Carles Puigdemont.
Uno ha sostenido desde el primer día que el desalojo de Mariano Rajoy y del PP del Gobierno fue democráticamente impecable.
Ante un hecho censurable, el primer partido de la oposición lanzó la correspondiente moción y consiguió suficientes apoyos. Además, abrir portillos e imbornales fue una salutífera profilaxis para la vida pública.
Pero tanto la ética como el sentido común deberían haberle animado a cumplir lo que prometió cuando registró la moción el 25 de mayo: que convocaría elecciones “cuanto antes”. Aunque no diera una fecha, “cuanto antes” no significa para nadie dentro de dos años, como luego ha resultado ser su intención.
Sánchez y sus pretorianos –Ábalos, Calvo, Lastra— dan una larga lista de razones para tomarse ese tiempo: enderezar Cataluña; retomar la senda social; recuperar el protagonismo en Europa; hacer pedagogía en igualdad, feminismo, ecología…
Reparar los excesos del PP
Puede que las prioridades gubernamentales sean reparar los excesos del PP. Puede, incluso, que algunas sean loables. Pero las buenas intenciones no bastan como justificación ni soportan un escrutinio ético serio.
Si Sánchez quiere llevar adelante su proyecto socialdemócrata para España y sus partes componentes necesita el horizonte de una legislatura completa y el mandato directo de la ciudadanía. Eso solo lo dan unas elecciones generales.
La sociedad española se ha acostumbrado a que sus políticos no dimitan y no admitan responsabilidades
Lo demás es actuar como el peor tipo de político, es decir, como la mayoría de los existentes: trampear con las promesas, explotar cualquier ventaja disponible y sacar todo el kilometraje posible a un poder obtenido como consecuencia de una situación excepcional.
La cultura política española ha consolidado ciertos hábitos consuetudinarios como no dimitir, no admitir responsabilidades y no cambiar de opinión con la absurda, cuando no inmoral, excusa de que equivale a mostrar debilidad y de que resta votos. Si alguien rectifica y hace lo más apropiado suele ser porque no queda más remedio, no porque sea lo más justo.
Sánchez no es Rodríguez Zapatero ni se la atribuye la baraka (el favor divino del Islam) que perdió al poco de llegar a La Moncloa o el tan cacareado optimismo atropológico que nos acabó perjudicando a todos. Pero aguantar en el gobierno más allá de lo razonable no es más que cabezonería y obcecación. Y el exceso de arrojo es simple temeridad.
Por tanto, si el decoro democrático no actúa sobre el presidente, quizá lo haga el imperativo de la realidad. Y es que los datos comienzan a indicar que los supuestos sobre los que planeaba una etapa de al menos 18 meses se complican rápidamente.
El primer escenario es Cataluña. Ante el crescendo –bien es cierto que a trompicones— de la huida hacia adelante del independentismo más recalcitrante, el gobierno está mostrando una notable contención.
Hasta ahora ha logrado que Torra, Puigdemont y sus acólitos desarrollen su lucha por la “liberación de Cataluña” en el plano de los gestos y las declaraciones y no de los hechos. En el independentismo duro todo es, de momento, virtual y se aloja en la nube… como su “república”.
Cargarse de razones
Pero eso no significa que no vaya a causar nuevamente una crisis de grandes proporciones. Sánchez tendrá que afrontar, antes que tarde, una realidad innegable: mientras exista la actual correlación de fuerzas y el soberanismo gradualista siga callado, es mayor el riesgo de que los irredentos acaben lanzando un desafío unilateral que la posibilidad de llegar a un pacto para restaurar la convivencia y abrir la vía hacia un acuerdo de largo plazo aceptable en Cataluña y España.
Es verdad, como apunta Fèlix Riera en ED, que conspicuos socialistas en Madrid y Barcelona aseguran –privadamente— que la paciencia y mano tendida del gobierno tiene una doble finalidad.
La primaria es reconducir la crisis. Pero el Plan B es cargarse de razones para defender “con todos los medios legales y constitucionales” la integridad del Estado y de las instituciones si se vulneran de nuevo.
«Si no lo han hecho todavía, los asesores áulicos de Torra y Puigdemont deberían repasar el historial de Grande Marlaska y Margarita Robles» me decía hace unos días un veterano ex alto cargo de PSOE recuperado ahora por el nuevo gobierno.
«No están en Interior y Defensa, respectivamente por casualidad». Sánchez sabe que un nuevo 155, en tiempo y en forma, le puede consolidar como hombre de Estado ante la opinión española… aun a riesgo de perderle Cataluña.
Tratar de gobernar con 84 diputados es un ejercicio de voluntarismo
Mientras tanto, otras realidades ponen cada día más de manifiesto que disponer de 84 diputados frente a los 134 del PP (más los 32 de C’s cuando hace falta) es simplemente demasiado voluntarismo.
Aprobar la los presupuestos de 2019, será harto difícil, por mucho que Pablo Iglesias –que el jueves escenificó nuevamente en La Moncloa su impaciencia por ser co-presidente—le asegure que “sí se puede”.
Y luego están esos otros imponderables asociados a la tarea de gobernar: los indicios de desaceleración en la UE, la caída de turismo (un 5% hasta julio respecto a 2017); el aumento de la mortalidad viaria… Hasta sube la luz.
La clave del desgaste político es la repetición
Munición, toda ella, para que una oposición desatada del PP y C’s ni siquiera tenga que volver al culebrón de la momia de Franco para atizar diariamente al ejecutivo. Ya se sabe: en política, la clave del desgaste es la repetición.
Lo correcto, aunque sea por necesidad
¿Acabará Sánchez haciendo lo correcto, aunque sea por necesidad? Los problemas de España son grandes, numerosos y complejos. Pero abordables si la vida política escapa del ciclo maldito de provisionalidad, inestabilidad e incertidumbre de los últimos años.
Habrá superdomingo en mayo de 2019, que renovará ayuntamientos y gran número de comunidades autónomas. Habrá elecciones andaluzas pronto ya que C’s ha decidido dejar de apoyar a Susana Díaz.
La participación y entusiasmo con que se desarrolle la Diada del próximo martes darán pistas sobre si el tándem Puigdemont-Torra se decide por la vía insurreccional a la que instigan la ANC y la CUP o por unas enésimas elecciones plebiscitarias.
Entre tanta llamada las urnas, Pedro Sánchez debería hacer –en sus palabras: “cuanto antes”— la suya, Y, además, debería hacerla antes de terminar el año.
Ya hemos visto el tráiler de su película. Que permita ahora a la ciudadanía acudir a los colegios electorales para decidir si compra la entrada para verla en su totalidad.