Villar Mir: París bien vale una misa

Sotogrande, la estepa verde gaditana, zanja una deuda oculta del modernismo arquitectónico catalán. Con la entrada en el capital de Inmobiliaria Colonial, el empresario Juan Miguel Villar Mir salva de la quiebra a la compañía centenaria que concentró su glamour en la Casa de les Punxes, obra de Puig i Cadafalch, en el corazón de l’Eixample barcelonés.

Villar Mir, presidente de OHL, consejero del Banco Santander, figurante en los “papeles de Bárcenas” y miembro del núcleo duro del catastro español, ha urdido muchos negocios en el reclinatorio de la Merced, la iglesia del Cortijo Paniagua, un enjambre de lujo rural pegado a los green’s de Sotogrande. Allí ha celebrado el empresario sus eventos de postín, como la boda de su hija Silvia, acompañada al altar por Pelayo Primo de Rivera, sobrino-nieto de José Antonio.

Villar Mir habita el capitalismo pío. Fue ministro de Hacienda con Arias Navarro; recibió las cruces del mérito civil y militar de manos del general y asumió cargos de relevancia en el Ministerio de Trabajo en la etapa de Solís Ruíz, la sonrisa del Régimen.

Ahora concreta su entrada en el capital de Colonial, de la mano de Amura Capital, una firma de inversión vinculada a la Banca Mora de Andorra, y de la familia colombiana Santo Domingo, a través de su holding, Quadrant, con sede en Nueva York.

 
Inyectará a Colonial 300 millones de euros 

Cuando tiene una pieza a tiro, Villar Mir mueve a sus mastines y afina la puntería. Antes de apostar su dinero, limpia, pule y da esplendor, como la Academia. Y, en esta ocasión, ha pactado su entrada limpia en Colonial, a cambio de la venta parcial de Société Foncière, cuya enajenación se destinará a amortizar gran parte de la deuda, contraída con Royal Bank of Scotland, Colony y Crédit Agricole.

Foncière ha sido y sigue siendo la joya de Inmobiliaria Colonial. La sociedad francesa controla el cuadrante más caro del barrio parisino del Marais: el Boulevard de los Anticuarios, pegado a la Ópera de Garnier. El distrito de los palacetes que tapizó de fondo la prosa de Marcel Proust es más caro todavía que el metro cuadrado de la City o que la milla de oro frente al Retiro de Madrid.

Villar Mir pondrá 300 millones de euros en la ampliación de capital de Inmobiliaria Colonial para convertirse en el primer accionista de la empresa catalana forjada en ultramar y hoy venida a menos, hasta casi su extinción. Hace un esfuerzo porque París bien vale una misa.

A cambio, la inmobiliaria debe deshacerse de su filial Asentia, en la que aparcó los activos de suelo y promociones vinculadas a su último acuerdo con acreedores; y no podrá vender más del 20% de la francesa Fonciere Lyonnaise. Después, cuando controle la inmobiliaria, Villar Mir totalizará la venta; se irá de París con los bolsillos rebosando liquidez. Su última operación anunciada no destila permanencia, sino urgencia.

En sus vitrinas, los galardones parecen trofeos de caza: la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica recibida de manos del Gobierno de Zapatero en funciones, en diciembre de 2011; o la Gran Cruz de Carlos III que recogió en julio del 76.

Pero, sin duda, el mayor reconocimiento del Estado fue recibir del Rey un marquesado a su medida como premio a la obtención del contrato para construir un AVE de Medina a La Meca, un acuerdo en el que intervinieron el gobierno español y el propio Juan Carlos I, un monarca amante del Golfo Pérsico. Sin embargo, pasado un tiempo, su comunión con la corona expresa fragilidad más que fortaleza.

El ladrillo, en otro tiempo exponente de la marca España, huye si puede arrancar plusvalías o quitas reparadoras. Las grandes constructoras, como FCC, ACS o Acciona se repliegan en el mercado internacional; vuelven a casa.

Sacyr acaba de crear un conflicto en Panamá al exigir al consorcio licitador del Canal una suma importante para superar una desviación presupuestaria del 50%. Los constructores norteamericanos, derrotados en las plicas por el dumping de Sacyr, acusan a la empresa española de haber cometido un fraude de ley. El Comando Sur planea de nuevo sobre Costaguana, aquella franja de tierra colombiana arrancada a Bogotá desde Wall Street, con la ayuda militar de West Point.

 
Vllar Mir y Josep Piqué, compañeros de viaje 

Las constructoras españolas se deslizan pendiente abajo. Se han hecho trampas a sí mismas jugando al mentiroso. El penúltimo as en la manga lo tendrá muy pronto Villar Mir cuando sea el dueño absoluto de Inmobiliaria Colonial, tras poner sobre la mesa los fondos comprometidos (¿De dónde saca pa tanto como destaca?, decía la letra del cuplé).

Agobiado por la presión hereditaria de sus hijos, el presidente de OHL fichó a Josep Piqué, ex ministro de Exteriores. Piqué templa lo que los hijos de Villar Mir destemplan. Su aporte profesional no tiene nada que envidiar al de Oscar Fanjul en la patrimonial de Alicia Koplowitz o al que tuvo Marcelino Oreja en FCC, cabecera de Esther, la otra hermana Koplowitz.

En todo caso, dos compañeros de viaje, como Villar Mir y Piqué, no se han conocido ahora. Villar Mir consiguió el mejor negocio de su vida al adquirir en los noventas al precio simbólico de una peseta la división de fertilizantes de Ercros, donde Piqué rindió sus servicios profesionales antes de su paso por la política.

Después de un lustro de iliquidez, está claro que el que vende lo hace por necesidad mientras que el que compra aprovecha un coste de oportunidad irrepetible. Villar Mir es de los que compran, como el magnate de Inditex, Amancio Ortega.

Entre los que venden está FCC, que cede ahora a la penetración de George Soros, un tiburón de guante blanco y estilo filantrópico (“¡Dios nos libre de los filántropos!”, escribió Chesterton). También vende Inmobiliaria Colonial, cuyo CEO, Juan José Bruguera, ha encontrado al mirlo blanco de Villar Mir para cubrir con dinero fresco una ampliación de capital reparadora, siempre que lo apruebe la junta de accionistas de la inmobiliaria prevista para el próximo 21 de enero.

Asesorada por GBS Finanzas y Morgan Stanley, Colonial espera el plácet de la banca acreedora para dar entrada al empresario. Villar Mir se ha forrado con el ladrillo y la energía; ahora podrá ennoblecer su linaje con una dosis de piedra labrada y capiteles barrocos.

Su ascenso hacia el rastro de la Historia empezó con la Real Carta de Concesión por su “dilatada trayectoria al servicio de España y de la Corona» (febrero de 2011). Desde aquel día Villar Mir es el titular de un marquesado homónimo hecho a su medida, similar a los concedidos al escritor Vargas Llosa y al seleccionador Del Bosque. El nieto de Alfonso XIII reincide al conceder títulos nobiliarios a industriales de éxito y a creativos de renombre. Es el espíritu de una Restauración tardía.