Viaje al corazón rebelde de Catalunya

El título podría parecer una guía de turismo de aventura. Pero no lo es. La Catalunya interior o central es un destino turístico con alto potencial pero falla su marca. Ninguno de los que hemos pasado por la Administración Pública hemos sido capaces de encontrar un nombre que por sí mismo definiera la personalidad del territorio.

Así, mientras los demás destinos tienen una marca suficientemente convincente (Girona-Costa Brava, Tarragona-Costa Daurada, Tierras del Ebro, Tierras de Lleida, Pirineos, Barcelona), el resto de la provincia de Barcelona queda escondida bajo la sombra de la capital con submarcas poco potentes o indefinidas. En su momento, hicimos promover un nuevo nombre para la fachada marítima como Costa de Barcelona (sustituyendo Garraf y Maresme) y creo que fue acertado.

Ahora bien, a pesar de los recientes esfuerzos de la Diputación para bautizar a la criatura, no acabo de ver claro qué posibilidad tiene este concepto aplicado en Terrassa, Sabadell o Granollers. Y tampoco veo mucho avance al pasar de Catalunya Central a Paisajes de Barcelona, ​​tanto o más indefinido. Por tanto, el primer problema, que no es menor, es el nombre.

Creo que en el caso de la Catalunya Central se debería buscar en rasgos comunes de la idiosincrasia y del patrimonio inmaterial la fuente de inspiración. Sobre todo, debido a su división comarcal y sin ninguna ciudad en funciones de capitalidad. Estas comarcas –Osona, Bages, Anoia, en las que se puede añadir al menos la parte meridional del Solsonès y el Berguedà– han sido protagonistas de episodios nucleares de la historia política, social y cultural de Catalunya. Por ello, tanto el concepto de Corazón de Catalunya, como el de Catalunya Rebelde, que en algunos trabajos se han utilizado, se acercarían más a una definición emocional y comprensiva de este destino.

¿Qué encontramos ahí? Un territorio rodeado de parques naturales de montaña: Montseny, Sant Llorenç i la Mola, Montserrat, las Guilleries y Cadí Moixeró. Una zona básicamente explotada por el turismo interior y sobre todo por el visitante de escapada de Barcelona. Encontramos algunos elementos patrimoniales materiales conectados con inmateriales que nos transportan a los orígenes de Catalunya: monasterios como Montserrat (ahora lleno de rusos que hacen que incluso las que venden mató lo hablen), el complejo Mon Sant Benet, el castillo de Cardona, Sant Pere de Casserres, L’estany, Lluçà … Precisamente para poner en valor este patrimonio se diseñó el Camino de Sant Jaume catalán, haciéndolo circular por medio de este territorio y haciendo etapas en algunos de los monasterios citados, o parada en Igualada o Jorba. También la ruta del Pirineo Condal ponía en valor algunos de estos enclaves y los de las principales ciudades medievales como Manresa y Vic.

A este periodo medieval habría que añadir la riqueza patrimonial románica y gótica (tras el MNAC) que incluyen el museo episcopal de Vic y el de Solsona. Hay un potencial mal explotado en los centros de las villas medievales. Sólo algún intento a medio camino como la ruta de Pere III en el Bages que incluye el castillo de Balsareny, restaurado por el noble Peguera, hombre de confianza del Rey; la villa amurallada de Santpedor; el puente de Sallent de la misma época real y la Manresa de la Seu y el barrio antiguo, ahora bien explicado en el centro de interpretación de la calle del Balç. Y una línea conductora que une estos enclaves: la Acequia medieval de 29 kilómetros que se puede seguir a pie en cómodos paseos y que tiene su punto de interpretación en el Lago de la Agulla y en el museo de los depósitos viejos en Manresa.

Pero creo que la época que da más personalidad al conjunto del territorio es la que va del siglo XVI al final del siglo XIX cuando se configura la Catalunya moderna y contemporánea. Tenemos en estos territorios restos arqueológicos, edificios y memoria sobre hechos inmateriales que tienen en común que sucedieron en el corazón del país con tono de rebeldía. Desde la presencia de Ignasi de Loyola en Manresa y Montserrat, del que se celebrarán los 500 años el próximo 2022 y que ha originado el diseño de una ruta ignaciana desde Loyola a la ciudad del Cardener, hasta las múltiples historias de bandoleros y de brujas que han servido para que varios ayuntamientos de Osona, la Selva y el Bages hayan apostado tanto por recrear fiestas populares ambientadas en hechos reales de personajes como Perot Rocaguinarda o Serrallonga. O en hogueras de brujas documentadas en Viladrau , Olost o Sant Feliu Saserra. O las huellas de la rebeldía de la guerra ahora conmemorada del 1707-14, con puntos y centros de interpretación en Prats de Rei, Talamanca, Moià o Cardona. Solsona como ciudad, y Manresa en su museo, podrían ser referencia del arte barroco.

La Guerra del Francés está prácticamente sin explotar turísticamente. Y las Guerras de los carlistas, auténtico far west que sólo la inexistencia de estado y el autoodio hacen que no sean carne de filmes o museos. Las primeras fiestas de recreación carlistas han aparecido en estas comarcas en Alpens y Avinyó y darán lugar a centros de interpretación como uno muy modesto que hay en Pinós de Solsonès. Y qué decir de la Renaixença y la industrialización también en el siglo XIX. El Llobregat como caso único junto al Ter, que sí tiene un buen tratamiento turístico con museo incluido en Manlleu, de río clave en la industrialización (sólo explotado parcialmente en el parque fluvial del Baix Berguedà). También en el museo de las minas de Cercs. Pero falta pasar de un recurso incompleto (por ejemplo, no se puede caminar a placer a lo largo del río desde Castellar de n’Hug al Delta) a un producto turístico con cara y ojos. En este paquete de industrialización hay algunos puntos fuertes como el Museo papelero de Capellades. Burgueses rebeldes, obreros revolucionarios y poetas nacionales como Verdaguer y Miquel Martí Pol que tienen sendas rutas dedicadas a Folgueroles y Roda de Ter.

Y, finalmente, hay suficiente diversidad de turismo activo (globos, BTTs, etc) y un alto nivel enogastronómico. Desde Vins DO Bages o Penedés en el área de la Anoia, hasta productos elaborados del cerdo, queserías de prestigio o la siempre valorada cocina de las setas. Con estas bases, varias estrellas Michelin como las de Rovira o Jubany acaban de poner el
atractivo del destino del Corazón de Catalunya. O si quieren de la Catalunya Rebel.

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Apéndice: Hablando de rebeldía, esta semana el gobierno de Catalunya ha decidido –con el apoyo de Esquerra– dar por prorrogados definitivamente los presupuestos durante el 2013 y establecer los del 2014, incluyendo los ingresos correspondientes a las deudas del Estado. Todo eso, al mismo tiempo que inicia procesos legales para denunciar los incumplimientos e ilegalidades del gobierno español en el reparto del déficit. De hecho, esto no debería calificarse de rebeldía, sino de cumplimiento de la legalidad.

Otra rebeldía de la semana es la de los agentes sociales contra la recomendación de la bajada del 10% de los sueldos. Yo no me opondría a la bajada de los sueldos, sobre todo si fuera destinada a los grandes sueldos. A los mileuristas ni tocarlos. Sólo si se recorta seriamente los sueldos abusivos de las direcciones de empresas públicas o privadas que sitúan la pirámide salarial de España entre las más injustas de Europa (distancias de 1 a 30, si no recuerdo mal). La bajada de los grandes sueldos realmente sería una fórmula para homologarse con las pirámides sociales nórdicas (con distancias de 1 a 7 como mucho).