Verde que no te quiero verde

¿Cómo se puede confiar en una administración que habla de crear “ejes verdes” y actúa con la mayor desidia hacia los ya existentes?

Uno de los mantras más cínicos que repiten machaconamente los Comunes, es el de los “ejes verdes”. Lo cuelan, aunque no venga mucho a cuento, como pude comprobar en el debate que organizó este digital, sobre el programa económico de las diferentes candidaturas a la alcaldía barcelonesa. En su distorsión de la realidad, supera al de “pacificación”, cierto para las calles “pacificadas”, a cambio de convertir en un infierno las otras. Si alguien tiene alguna duda, lo puede verificar en la calle València hacia las 19 h.

Como he dicho ya en algún momento, no se puede calificar de “verde” un eje de asfalto al que se le añaden algunos arbolitos y microparterres. Verdes son los interiores de manzana que se han ido recuperando a lo largo de la historia de la democracia. Unos 50, si no voy errado. Pues bien, en los 8 años de administración colauista, no se ha iniciado ninguna nueva recuperación, a pesar de que, según los expertos, hay otros cincuenta interiores susceptibles de ello. El populismo comunero se hace evidente en situaciones como la de crear una caricatura de jardín, con cuatro macrotiestos y dos mesas estilo pub inglés (a ver si los ciudadanos se creen que están en un pequeño Hyde Park) en Borrell/Parlament, al lado mismo de un interior recuperado. De todas formas, lo más escandaloso, y cínico, de esa pretendida política de hacer verde la Ciudad, es el estado lamentable en que se encuentran los muchos jardines ya existentes. Pondré un ejemplo paradigmático.

No se puede calificar de “verde” un eje de asfalto al que se le añaden algunos arbolitos y microparterres

En mi barrio, no lejos de mi domicilio, se encuentran los jardines Olga Sacharoff, una pintora rusa establecida en Barcelona en la primera mitad del siglo XX(calificada de georgiana y no rusa, en la placa correspondiente, por el simple hecho de haber nacido en Georgia; obsesión por otorgar nacionalidad cueste lo que cueste). Dichos jardines, construidos en la década de 1990, fueron en su momento candidatos a premio FAD. Recuerdo perfectamente el día en que coincidí con el jurado, del que formaba parte el añorado Jorge Wagensberg. Todavía hace cuatro años les echamos un vistazo con una amiga, de cara a elaborar un informe sobre parques y jardines para una de las candidaturas que se presentaban a las anteriores elecciones municipales. Su estado, ya en degradación, era pasable. Sugiero a cualquier curioso que se pase por allí. El espacio está arrasado, convertido en un erial. Con la mayoría de los chopos desaparecidos. Ni recuerdo del césped. Tan solo sobreviven las falsas acacias, que ya llegan a la altura del cuarto piso de las viviendas. Quizá piensa Colau que de esta manera será más fácil “asaltar los cielos”. Debo añadir que la degradación ha contado con la desinteresada colaboración de muchos incívicos dueños de perro, como ha ocurrido en otro cercano parque, el correspondiente al antiguo recinto de Piscinas y Deportes. ¿Algún agente municipal que ponga orden a tanto salvajismo? Ninguno. Supongo que tienen orden de no intervenir. Dentro de los diversos esnobismos de doña Ada, no podía faltar el animalismo entendido a su manera.

A fuer de sincero, me resulta increíble que en los diversos debates que se han sucedido a lo largo de la campaña electoral, apenas haya surgido la aludida degradación de parques y jardines. ¿Cómo se puede confiar en una administración que habla de crear “ejes verdes” y actúa con la mayor desidia hacia los ya existentes? Podríamos seguir con la situación agónica del Zoo o la ruina de los edificios históricos de la Ciutadella.

La verdad es que, ante tanto desastre, es incomprensible como la candidatura de los Comunes pueda gozar de la intención de voto que reflejan las encuestas. Por mucho que se pueda creer en los supuestos beneficios del llamado urbanismo táctico, no compensan todo el debe que implica lo que acabo de señalar. Y dejo en el tintero, por no alargarme, y entre otras degradaciones, la del servicio de transporte público, que obliga a largas esperas en las paradas de autobús y, con menos frecuencia, en las estaciones de metro. Por supuesto que la alcaldesa, que es público y notorio que no circula con dichos medios (tampoco en bicicleta, supongo), sino en coche oficial, se preocupa bien poco por la cuestión.

La alcaldesa, que circula en coche oficial, se preocupa bien poco por el servicio de transporte público.

En definitiva, considero altamente preocupante ese alto porcentaje de votos, antes citado, que se pronostica para los Comunes. En vista de los hechos objetivos que acabo de señalar, y de otros que han ido surgiendo en diferentes ámbitos, solo puedo pensar que la vinculación con su ciudad del barcelonés medio, así como su autoestima como tal, está por los suelos. Para mí es clarísimo que la opción es: o Colau, o Barcelona. Y sacar la Ciudad de su decadencia no solo implica que la actual alcaldesa no repita, sino que los Comunes queden fuera del cartapacio municipal.

Profesor emérito de la Universidad de Barcelona y autor de "Rafael del Riego y su momento histórico" (El Viejo Topo) de próxima aparición
Adrià Casinos