Un verano con peajes de la Generalitat

El verano facilita los traslados por carretera y descubrir en qué situación se encuentra Cataluña con relación a sus estructuras viarias

Cataluña es uno de los territorios de España con más peajes. Se han eliminado en los últimos años unos cuantos y sucedió más por una presión ciudadana mediatizada que por acción responsable de una realidad: que las vías rápidas hay que pagarlas.

Así la mayoría de las autopistas catalanas se convirtieron, de la noche a la mañana, en autovías generando un número de accidentes muy elevado y cientos de horas de caravana, no sólo durante el fin de semana, sino durante los días laborales.

La cuestión demagógica y comunicativa es que el montante de esos peajes acababa en bolsillos, diríamos con la brocha gruesa, de empresas españolas, y eso desde el punto de vista del nacionalismo catalán, y el posterior independentismo, era un robo.

Así que después de años de boicot, claxon ruidosos al paso de las barreras y presión política, las concesiones no fueron renovadas y… ganó el pueblo. Pero la entelequia del pueblo ganador, siempre urdido con una manipulación constante, no era consciente del lío circulatorio y de seguridad en el que desembocaba la decisión.

En Cataluña sólo han quedado los peajes que se pagan a la Generalitat

Durante el primer año libre de barrenas, la AP-7 registró el doble de muertos en carretera. Un total de 25 fallecidos. Allí se concentraron el 20% de los accidentes el pasado año. Los números conceden a este tramo el honor de ser el más peligroso de toda España. 

Se producen dos paradojas que deben ser sumadas a la inútil polémica de los peajes en Cataluña. La primera es que pagar por utilizar una carretera volverá por directiva europea tarde o temprano, con viñeta en el coche o tarjeta en las barreras.

La segunda es que en Cataluña sólo han quedado los peajes que se pagan a la Generalitat. El Túnel del Cadí, los túneles del Garraf, el peaje de Manresa o los túneles de Vallvidrera. Sin embargo, no suenan los claxon en estos puntos.

Peaje. Foto: EFE.

Y todos muy caros. El del Túnel del Cadí que conecta con la comarca de la Cerdanya asciende a 13,48 euros por 5 kilómetros. Tuvo una oportunidad la Generalitat de Artur Mas de hacerse con este punto y cobrar una cantidad relacionada con los gastos de la infraestructura.

Eran los tiempos en que aquel Govern, cuyo conseller de Economía era Mas-Colell, no tenía ni un duro en las arcas. La recesión estaba en su punto más álgido y los mercados no prestaban dinero a la Generalitat. 

Aquella conselleria de 2012 decidió vender por 430 millones la concesión del peaje del Túnel del Cadí y los controlados por Tabasa antes mencionados, por 25 años. Hasta 2037. Una operación contraria a la que en aquel momento ya era una moda: la recuperación de los peajes.

El verano facilita los traslados por carretera y descubrir en qué situación se encuentra Cataluña con relación a sus estructuras viarias. El resumen es que allí donde no hay peajes el desastre circulatorio es preocupante y dónde existen el bofetón recaudatorio sin sentido es mayúsculo.

Es interesante recordar todas estas cuestiones, ahora casi olvidadas, en el momento político donde parece se van a comenzar a negociar nuevos tipos de financiación autonómica.

Donde no hay peajes el desastre circulatorio es preocupante y dónde existen el bofetón recaudatorio sin sentido es mayúsculo

Que ya sabemos como acaban funcionando los pactos en los que hay que ponerse de acuerdo gracias a los Presupuestos Generales del Estado.

Porque de existir ese acuerdo entre el PSOE y el resto, las negociaciones de verdad pasan por esos puntos. Ahí está ERC, y no se engañen, también Junts, aunque a algunos les cueste reconocerlo. 

El problema es como el de los peajes: hasta qué punto se conducirán todos entre los deseos y lo viable. Como acostumbra a pasar entre los partidos independentistas, están divididos.

Los hay que visualizan el resultado de las elecciones como una oportunidad para reconstruir la relación con el Estado, los hay que también consideran que es el momento perfecto para seguir erosionando al Estado y los hay que quieren sacar provecho para fortalecer su imagen pública entre los suyos.

Ir a elecciones o facilitar la presidencia a Sánchez. Todo contras, todo pros. Pero vigilen el frente de Waterloo que vuelve a estar vivo.     

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