«Venezuela reaccionará si sufre una hiperinflación»

El analista Raúl Gallegos acusa al chavismo de agravar la situación económica, pero asegura que el mal del país es que históricamente no ha sabido gestionar los ingresos del petróleo

Las luchas políticas no se pueden obviar. Hay prismas ideológicos para abordar una realidad, y el eje izquierda-derecha sigue teniendo sentido. Pero, más allá de ello, existen reglas y principios para gestionar una economía nacional. Venezuela, en cambio, ha sido incapaz. El analista Raúl Gallegos, ex corresponsal en Caracas de la agencia Dow Jones y de The Wall Street Journal, lo tiene claro: «La realidad de Venezuela es el resultado de una historia en la que la arrogancia, la dependencia del petróleo, el despilfarro y la ignorancia económica han llevado a un país a la ruina. Venezuela nos puede dar a todos una lección muy importante: tener demasiado dinero mal gestionado es peor que no haberlo tenido nunca».

La frase es dura. Toda esa idea está presente en su libro ¿Cuándo se jodió Venezuela? (Deusto), que acaba de publicar, siempre incidiendo en el ámbito económico, en cómo el país ha ido gestionando una, a priori, bendición de Dios, como es el petróleo.

A la pregunta, precisamente, sobre esa dependencia, que se conoce como la ‘maldición’ de las materias primas –porque los países que las tienen no desarrollan otros sectores económicos– Gallegos responde que no debe entenderse así. «Tener petróleo es bueno, es algo que genera enormes beneficios, el problema es que nunca se ha sabido gestionar en Venezuela. Pero otros países han demostrado que sí se puede crear un fondo de inversión, que repercuta en toda la sociedad, como lo hizo Noruega. Y también Chile, en el ámbito sudaméricano, lo ha conseguido con el cobre».

Gastar, gastar, gastar

Para Raúl Gallegos, por tanto, no es una fatalidad. Es un problema de la sociedad venezolana, más allá del régimen chavista, y del gobierno ahora de Nicolás Maduro. «La sociedad venezolana no ha tenido nunca incentivos, y se ha gastado sin prudencia el dinero que le llegaba, espera que el Gobierno le dé todo tipo de beneficios, y los empresarios no son empresarios, son ciudadanos que importan bienes y luego los revenden, ya está, ese es su esfuezo», asegura en una entrevista con Economía Digital sin alzar la voz, con la idea de que en Venezuela se ha instalado un cierto determinismo y que es casi imposible cambiar las cosas, porque responden a un poso cultural.

Es por ello que Gallegos, cuando se le pregunta si los dos profesores norteamericanos, Acemoglu y Robinson, se equivocaron con su tesis, reflejada en Por qué fracasan los países (Deusto), que sostiene que la clave en todos los estados reside en las buenas instituciones, y no en razones culturales, identitarias o religiosas, responde que no lo ve de la misma forma. «Las buenas instituciones son la clave, sí, pero se crean y se ponen en marcha porque hay una cultura de hacer las cosas detrás. Y, aunque en Noruega eso pueda ser más evidente, también lo es en Chile, donde siempre hubo un perfil propio, diferente a lo que se hacía en Latinoamérica».

Con Maduro las cosas se complican, como ocurrió con Chavez, porque la respuesta a la crisis de abastecimiento de productos, «no puede ser el límite a los precios de los productos, ni la máquina de hacer dinero, con un Banco Central que actúa siguiendo las directrices del gobierno».

Para Gallegos, teniendo en cuenta que la sociedad venezolana «es pacífica», la catarsis sólo puede llegar con un impacto grande, «traumático» en la economía. Y se refiere a un aumento de precios que sea espectacular, a una hiperinflación. «Venezuela reaccionará si sufre una hiperinflación que actúe de catarsis», (este año puede bordear el 300%).

El caso de Evo Morales

La prueba de lo que defiende es Bolivia. «En Bolivia, se puede decir que Evo Morales ha comenzado a no ser absolutamente irresponsable, y ha sido después de sufrir una situación muy fea, con una inflación violenta. Esas situaciones son las que provocan que una generación nueva reaccione y no quiera repetir errores tan graves en la gestión, aunque no sea garantía de que pueda suceder de nuevo en el futuro».

¿Y qué sucedía cuando había vacas gordas, cuando el precio del petróleo no dejaba de aumentar? Se aprovechó de ello el régimen de Chávez, con un aumento del gasto desmesurado, y los ciudadanos, viviendo sin dudarlo a crédito. Hasta tal punto, que Gallegos explica numerosos ejemplos. Y es que a mediados de los 2000, los bancos prestaban alegremente dinero a los venezolanos para pagar por sus cirugías plásticas. Madres, con niñas rondando los 15 años, se acercaban a las entidades para pedir préstamos para pagar cirugías de implantes mamarios a sus hijas como regalos para celebrar el aniversario.

Ni chavistas ni oposición

Nadie ahorra, todo el mundo gasta y se endeuda. El dinero fluye, o se crea, pero cuando el precio del petróleo baja drásticamente, todo se viene abajo. Aunque la gasolina se venda a precios ridículos. Raúl Gallegos cuenta que podía llenar el depósito de su coche por menos de un dólar. «La gasolina en Venezuela es la más barata del mundo y escribir esto no hace justicia al sentimiento que experimentas cuando llenas tu depósito prácticamente gratis».

Luego está el ropaje ideológico, la falta de unidad de la oposición al régimen chavista, el lenguaje arrojado de Maduro sobre los que «boicotean a Venezuela», pero, para Gallegos, todo es más sencillo y difícil a la vez. «Se trata de tener un proyecto a medio y largo plazo, de saber qué se quiere, y cómo se puede conseguir, y ahora nadie lo tiene en Venezuela, ni los chavistas ni la oposición».

Gallegos salva a muy pocos políticos venezolanos. Uno de ellos es Juan Pablo Pérez Alfonso, que supo ver que la dependencia de una materia prima es uno de los grandes males que puede tener un país. Y trató de encauzarlo. No en vano fue conocido como uno de los padres de la OPEP.