Vender espejos de colores
Rajoy ha venido a Cataluña para ofrecer inversiones, pero si cumpliera lo que promete, estas no superarían el 10% del PIB
Era costumbre entre los colonizadores de salvajes traer los barcos llenos de baratijas para intercambiarlas por piedras preciosas. Rajoy ha venido a Barcelona a ofrecer sus espejos de colores ante una parte muy reducida de empresarios del sector de la construcción, esperando que a cambio lo ayuden a pacificar la colonia. Si Rajoy cumpliera todo el que ha prometido -sabiendo que el presupuesto del 2016 del Ministerio de Fomento es de 10.000 millones de euros-, el porcentaje de inversión ofrecido en Cataluña no pasaría del 10%.
Ahora bien, partiendo del hecho que la inversión crecerá en todo el Estado, el porcentaje final en Cataluña será inferior al 10% del total; siguiendo la tónica habitual de estar, no sólo por debajo del porcentaje de PIB (17%) que sería lo que los cánones de política económica racional recomiendan, sino por debajo del porcentaje de población (16%), en un caso continuado de flagrante injusticia social. En este mismo paquete Rajoy ha anunciado en Barcelona un plan de Cercanías con idéntico coste al incumplido lanzado en el 2008.
Las respuestas que se han dado desde los partidos catalanes las he encontrado insuficientes. Han subrayado sólo la carencia de credibilidad de los gobiernos de Madrid en las promesas que siempre incumplen. Pero, ¿y si por una vez, con el miedo en el cuerpo que tienen, cumplieran? ¿Se justificaría entonces un cambio de posición política?
El PP nos quiere colar como nueva inversión lo que es el retorno de un tercio de la deuda inversora
Hay que cambiar el marco conceptual de la visita de Rajoy y no situarla sólo en el de la no credibilidad de las promesas. Lo que ha propuesto Rajoy en Barcelona se limita a cumplir una parte menor (un tercio del total) de las deudas inversoras firmadas por el Estado, en el Estatuto o en sus presupuestos. Y hacerlo escalonadamente a lo largo de ocho años. Pero esto quiere decir que en los cercanos ocho años, Cataluña dejará de recibir lo que le tocaría por justicia: inversiones proporcionales al PIB o como mínimo a la población. Por lo tanto, la inversión realmente nueva que signifique un cambio de concepto es cero. Y en cambio el PP nos quiere colar como nueva inversión lo que es el retorno de un tercio de la deuda inversora subscrita.
Pero hay más. La deuda que subscribió el Estado en varias ocasiones nunca ha sido la deuda real. Esta se tendría que calcular sumando los diferenciales entre las inversiones ejecutadas anualmente desde el 1977 en 2017 y las que tocarían en Cataluña proporcionales al 16 o 17% del total del Estado.
El Estado tendría que invertir cada año en Cataluña proporcionalmente al PIB
Esto sitúa la deuda histórica inversora en cifras astronómicas que nunca el Estado ha querido reconocer, mientras que sí que lo ha hecho en otros casos, incluso legalizando artículos estatutarios de algunas de las autonomías subsidiadas.
Por lo tanto, para ponerse al día con Cataluña, el Estado tendría que invertir cada año proporcionalmente al PIB, añadir una partida por las deudas firmadas por el Estado y otra partida hasta completar el retorno de toda la deuda histórica real. Ni que sea en cómodos plazos. O sea que la oferta de Rajoy en Barcelona no se tiene que abordar sólo desde la óptica de si tiene credibilidad para cumplir, sino desde la denuncia de quien continúa ofreciendo un expolio inversor a los ciudadanos de Cataluña pretendiendo presentarlo como un regalo. Lo que decía al empezar: la oferta de los espejos de colores de los “conquistadores” a los indios.
Pero todavía hay más. Quién piense que traer una cartera cargada de baratijas o de regalos más substanciosos permite desactivar el conflicto del Estado con Cataluña, se equivoca. El tema de fondo no es económico, sino político. Porque, ¿qué ganamos los catalanes con recibir más o menos dinero si el problema es que quien los controla -con impuestos que han salido de nosotros- es Madrid? Y Madrid tiene las competencias sobre las principales políticas económicas que acaban teniendo tantos o más efectos que la misma inversión.
Prometer unos centenares de millones de euros más no compensa continuar pendiente de que el Estado favorezca sistemáticamente a Barajas contra El Prat, o los AVEs en el entorno de Madrid en vez del corredor mediterráneo, o las vinculaciones con la oligarquía empresarial en contra de las pymes, etc . Una política económica del Estado que está enfocada a construir una España cohesionada nacionalmente aunque sea a costa de empobrecer su periferia, especialmente la más productiva que es la mediterránea.
Prometer unos centenares de millones de euros más no compensa que el Estado favorezca a Barajas contra el Prat
Este festival de Rajoy en Barcelona se tiene que situar en un contexto semanal donde a la vez pasaban cosas como estas.
En los temas de corrupción, por fin ha aparecido en el juicio del caso Palau la relación de Millet con Aznar y la FAES, pero, por ahora, no hubo ninguna portada en los diarios y la justicia sigue despistada. En el mismo momento en Murcia se sabe que Rajoy ignoró las alertas reiteradas sobre corrupción desde el 2011. Ante los avisos del abogado cercano al PP, Rajoy contestó con evasivas. En esta misma línea de autoprotección el emérito Juan Carlos I ha pedido a los jefes de Telefónica, Caixa Bank y Santander que cesen de marginar al presidente de Prisa. Pobre. Pero el escándalo en España ha sido la declaración de Gerard Piqué sobre el funesto papel social del palco social del Bernabéu, moviendo hilos.
En contra del derecho a la libertad, hemos vivido la inhabilitación del diputado Homs. 500.000 electores sin voz por razones políticas. En el mismo momento que después de afirmar que se puede hablar de todo, el Senado haya denegado a Puigdemont poderse expresar de forma singular, mientras sí que lo podía hacer en varios ámbitos oficiales de los EEUU.
En el capítulo de las infraestructuras, el ministro de Fomento dice que el corredor mediterráneo avanza y se acorta el tiempo de viaje entre Castelló y Madrid. Mientras tanto Norwegian defiende la opción por su hub en Barcelona y critica la obsesión de Iberia a favor de Madrid y menospreciando El Prat; un aeropuerto donde el franquismo perdura en la actitud de la policía de frontera multando a pasajeros por usar la lengua cooficial, el catalán. Cuestión esta que ya ha llegado al parlamento europeo.
En contra del derecho a la libertad, hemos vivido la inhabilitación del diputado Homs
Y en clave mallorquina y valenciana, tal como vaticiné en mi artículo “Cerrando el puzzle”, las Baleares y Valencia continúan dando síntomas de desafección. En Baleares triunfa el candidato no oficialista del PP, de línea regionalista y partidaria de la identidad cultural catalana, con gran cabreo de la caverna mediática. Y en Valencia, Ximo Puig, para perpetuar su alianza valencianista de izquierdas, se blinda ante el aparato del PSOE apoyando a la califa de Al Andalus.