Veinticinco años de la w.w.w.
La World Wide Web zarpó hace un cuarto de siglo como gran red informática mundial. Somos hoy ciberprotagonistas cuyo prefijo de dirección incluye siempre w.w.w., a modo de código postal. Ha sido esa la onomástica de la era digital, la llave de acceso a la red de redes que es Internet, de crecimiento exponencial.
En veinticinco años, la w.w.w. se ha convertido en el sistema nervioso de la información global. Navegamos en un nuevo ámbito de libertad donde cabe todo y de forma simultánea, inmediata, desde formas imaginativas de altruismo a la ciberguerrilla china, de la pederastia maléfica, a la mejor información global.
Al inventarse el coche, luego hubo que redactar los códigos de circulación. De modo parecido, ahora todavía no sabemos muy bien como mantener la libertad de la red de redes y, por ejemplo, preservar los derechos de propiedad intelectual. Claro está que a la vez se ha generado productos tóxicos. La w.w.w también tiene sus subprime.
Aquel impacto de hace veinticinco años solo había sido augurado por algunos escritores de ciencia-ficción. Ahora disponemos de titánicas arquitecturas de ordenadores interconectados, las redes globales. La w.w.w sigue distribuyendo información a la velocidad de la luz. La w.w.w nos dio acceso a casi todo, al ciberespacio, a la sociedad del nuevo conocimiento, al universo digital.
Mientras el día a día nos abruma con conflictos y caos, las autopistas informáticas dan vida a procesos bursátiles, a la nueva educación on line, a la plenitud siempre creciente de la w.w.w. que los tecnólogos definen como distribución de información a partir de un sistema de hipermedios que se hacen accesibles mediante Internet.
Cada día recurrimos a hiperenlaces que comenzaron a ser de uso normal tan solo hace veinticinco años. El último prodigio fallido ha sido la quiebra japonesa de las plataformas de intercambio de bit-coins, que es la divisa virtual de más implantación en el mundo. Los ciclos históricos se aceleran, a pesar de todo. Estamos ya en el umbral incierto de regulaciones profundas. También hay fraudes en la red.
Para celebrar el cuarto de siglo de la w.w.w., el omnisapiente Pew Research Center ha analizado, en consulta con expertos, los posibles escenarios de la red de redes para el 2020, ahí, a la vuelta de la esquina. La deducción más amplia es que en el 2020 la conexión primordial a Internet será el teléfono móvil, para la mayoría de terrícolas.
Otras previsiones: reconocimiento de voz, guerra continúa entre ciberpiratas y reguladores, más transparencia para bien y para mal, un cambio de la división entre tiempo personal y horario de trabajo, entre la realidad física y la virtual. ¿Es posible, como insinúa el Pew Center para 2020, que Internet acabe beneficiando la tolerancia social? Agárrense al teléfono móvil. Larga vida a la World Wide Web.