Vae Victis
¡Ay de los vencidos!, es la expresión latina que, deformada, se ha convertido en Vae Victus, título de la novela que ha seguido a Victus, ambas de Albert Sánchez Piñol, con 250.000 ejemplares vendidos. Las novelas históricas bien escritas y muy documentadas tienen la capacidad de generar numerosas reflexiones sobre el presente y el futuro inmediato.
Reflexionaba sobre ello al ver la sistemática humillación que los poderes del Estado están sometiendo a las instituciones catalanas. El punto culminante de ello ha sido escuchar el ponderado consejero Mas-Colell afirmando que si el Estado quería que se arrodillaran, se arrodillarían. El rictus de hiena de Montoro estas semanas tiene dimensiones infinitas. Así como debe de ‘poner’ a Fernández Díaz la canallada de no querer coordinar la política antiyihadista con la Generalitat.
Los asedios militares que describe el ingeniero Martí Zuviría, el protagonista de las obras de Sánchez Piñol, no distan mucho del asedio declarado por el Gobierno del PP sobre Cataluña, con la ayuda del PSC. La finalidad de los asedios no era provocar muertos en un principio, sino obtener la rendición incondicional a través del hambre y la asfixia económica. En estos momentos el Estado español ha declarado la guerra incruenta a Cataluña debido a la existencia de una mayoría parlamentaria pulcramente democrática que apoya la independencia.
Esta guerra que se personaliza en un ataque al Gobierno legítimo de los catalanes y a su mayoría de diputados es una guerra indiscriminada. La utilización del FLA, dinero surgido de los ciudadanos de Cataluña (cada año 16.000 millones de euros) como instrumento de chantaje político, acaba perjudicando a toda la ciudadanía de Cataluña, haya votado o no partidos independentistas. El empeoramiento de la sanidad, la escuela, los servicios sociales, la caída en las inversiones en I D y en infraestructuras y la consiguiente desocupación son responsabilidad última de los señors Rajoy y Montoro. Y con la complicidad de los líderes españolistas de Cataluña que utilizan a su electorado como carne de cañón al servicio de la idea suprema de la unidad.
La actuación diferencial frente al yihadismo en Cataluña, que puso en evidencia el incidente entre policía nacional y Mossos a raíz de las detenciones de radicales, la exclusión de la Generalitat de las informaciones sobre terrorismo, la exclusión de los partidos democráticos independentistas de las conversaciones de seguridad son de una gravedad inusitada, puesto que sitúan a 7 millones de catalanes bajo un riesgo adicional al del resto de ciudadanos españoles.
El boicot de los servicios exteriores a una delegación exportadora de pymes catalanas de la alimentación en China, conocido esta semana, muestra hasta qué punto la diplomacia española no nos considera sólo, de facto, extranjeros, sino enemigos.
Creo que la gravedad de la situación implica un uso intensivo de las vías jurídicas nacionales e internacionales para llevar ante los tribunales lo que se podría considerar una vulneración de los Convenios de Ginebra. En ellos siempre se defiende minimizar al máximo el sufrimiento de la población civil. En el resumen que hace la Cruz Roja de los artículos 33-34 de Ginebra se prohíbe el pillaje (déficit fiscal), las medidas de represalia (FLA), la destrucción indiscriminada de bienes (caída de las inversiones)… Los artículos 33, 49 dicen que no serán sometidos a castigos colectivos (desprotección contra el yihadismo). En el artículo 64, que las autoridades públicas podrán continuar cumpliendo sus funciones. Y que las leyes del territorio ocupado continuarán en vigencia excepto por amenazas a la seguridad (la intervención de facto de la Generalitat liquida la vigencia de las leyes propias de Cataluña).
El Protocolo II de la Convención de Ginebra amplía las protecciones otorgadas a las víctimas atrapadas en conflictos internos de alta intensidad…(este sería el caso del conflicto Cataluña – Estado español)
Creo sinceramente que la declaración de guerra incruenta que ha decidido el Estado español y que pretende una rendición incondicional de la mayoría más activa y creativa de Cataluña, y a la vez provoca un castigo generalizado a toda la población, acabará en los tribunales internacionales. Por poco que la abogacía catalana esté a la altura de la categoría profesional que le otorga su tradición.
Mientras tanto, y como ilustra muy bien el ingeniero militar Zuviría, hechos azarosos o externos al conflicto dual acaban decantando el asedio a favor del oponente, sobre el papel, más débil.
A un observador internacional neutro no se le escapará que la virulencia con que el Estado se echa sobre su región más productiva demuestra una doble debilidad. La imbecilidad de inutilizar la mano que te da de comer. Y la demostración de la inseguridad del atacante, que sólo en la última semana ha acumulado varios episodios nuevos de ridiculización internacional.
El fiasco de Abengoa ilustra los pies de barro del capitalismo de BOE existente en España. El rebote de Abengoa sobre la banca española y la corrección que la Autoridad Bancaria Europea ha hecho de los datos de su solvencia han vuelto a poner el dedo en la llaga. La cobardía del Gobierno Rajoy, que presume de atlantista y prooccidental, y que no se atreve a asumir los costes mínimos de apoyo a la lucha militar contra el yihadismo que le proponen sus socios, a los que ha ido a implorar que le apoyen ante la secesión catalana.
La perspectiva de la continuidad de este Gobierno inútil y corrupto –con todas las carencias estructurales por resolver–, con el apoyo del bluf de Ciudadanos –cuyo programa liberal es de imposible aplicación en España–, podría hacer caer sobre el ejército asediador, en los próximos meses, algunos temporales que lo desguazarán.
Mientras tanto parte de la población catalana se lame las propias heridas con la fiebre izquierdosa de la CUP, enfermedad infantil del independentismo, aplaudida por La Razón y todo el coro españolista. Y aquí es bueno recordar las palabras que el General Villarrroel dirigió al protagonista Zuviría en Vae Victus: «Quienes exigen que su bando sea inmaculado son unos diletantes (…). Yo no le pregunto si la causa es perfecta; le he pereguntado si es justa».
Pero, Vae Victus también ilustra cómo un pueblo como el catalán podría haber acabado desaparecido como los indios yames que son protagonistas de la primera parte de la novela en su lucha contra las colonias inglesas de Carolina. Y en cambio no ha sido así por su resiliencia, similar a la de Zuviría, que dicta sus memorias con 98 años, después de haber sobrevivido y recorrido un mundo y un siglo donde el colonialismo y el Estado nación se impusieron a miles de pueblos sometidos, y donde la aristocracia se transforma en burguesía.
Desde América a Tahití, desde el bando del rey Sol al de Federico II de Prusia, María Teresa de Austria o Jorge II de Inglaterra, Zuviría resistirá, siempre con el recuerdo del sacrificio insólito que decenas de miles de barceloneses civiles hicieron en defensa de sus libertades y derechos. Porque, como dice Zuviría en otra frase lapidaria: «La derrota se da cuando el enemigo consigue que dudemos de la verdad (….) Una causa no está vencida hasta que sus partidarios deciden que lo está». ¡Continuará!