Ustedes son unos fachas
La mayoría de los ciudadanos que recurren a dicha reprimenda –generalmente, gente de izquierdas- asocian el facha o el fascista a la condición de reaccionario
A la primera de cambio, en la España de nuestros días, le tildan a uno rápidamente de facha o de fascista. Vale decir que quienes utilizan dichos términos no suelen distinguirse, por así decirlo, por su precisión académica.
Una mentalidad calenturienta
A quienes lanzan la invectiva no les pregunten ustedes si entienden el fascismo a la manera de Palmiro Togliatti, o de Emilio Gentile, o de Renzo de Felice, o de Umberto Eco, o de José Luis L. Aranguren. La mayoría de los ciudadanos que recurren a dicha reprimenda –generalmente, gente de izquierdas- asocian el facha o el fascista a la condición de reaccionario. Esto es, a la derecha. Al parecer, la condición de facha o fascista es una cuestión identitaria. Ser de derechas equivale a ser facha o fascista. Por mejor decir: parecer de derechas –en la mentalidad calenturienta de quien lanza la invectiva- equivale a ser facha o fascista.
Reactores, alquileres, pensiones, seguros, chalets, piscinas y hamburguesas
Por el mero hecho de ser de derechas, o liberal, o conservador, o incluso de centro, usted es facha. Y se lo hacen saber de inmediato. Si usted se muestra partidario de la energía nuclear, es un facha. Si usted está en contra de limitar el precio de los alquileres, es un facha. Si usted tiene una pensión privada y un seguro médico privado, es un doble facha. Si usted tiene un chalet con piscina, es un facha por partida doble al tener un chalet y una piscina. Si usted engulle hamburguesas, también es un facha, porque las vacas emiten más gases de invernadero que los coches. Y así sucesivamente.
Hay que reeducar a la derecha
La etiqueta de facha o fascista otorgada a la derecha y asimilados tiene sus consecuencias. Veamos. El ser de izquierdas implica, por definición –las excepciones son mínimas-, ser y pensar muy distinto a como es y piensa la derecha. Y algo más si tenemos en cuenta que la izquierda tiene la mala costumbre de empeñarse en reeducar al personal de derechas. El ejemplo más lacerante: la insistencia de Irene Montero en la reeducación de los jueces.
De todo ello, surgen las majaderías cotidianas enumeradas en el párrafo anterior. Y de ahí –poca broma- surgen también otros comportamientos y decisiones que debilitan a la democracia. Un par de ejemplos.
De los indultos y la derogación del delito de sedición
1. ¿Acaso es un facha quien cuestiona el indulto de los presos del “proceso” que no busca sino la estabilidad parlamentaria del Gobierno durante la presente legislatura con la excusa de que ello facilitará el diálogo, la solución del conflicto y la reconciliación? ¿Acaso el Gobierno no utiliza el indulto para tildar de inmovilista –quizá, de facha- a una derecha que desconfía de la lealtad del secesionista que amenaza “con volverlo a hacer”?
Otra concesión –todo por el poder- gratuita al independentismo. Una maniobra –yo te doy y tú me das- que tiene su grado de perversidad política y moral si tenemos en cuenta que se está jugando con la soberanía de la nación y la división de poderes. El indulto o el reconocimiento de la supuesta injusticia cometida contra Cataluña. La desjudicialización del “proceso”, dicen. Aquí no ha pasado nada salvo la represión del Estado contra unos demócratas sin tacha.
La reforma del delito de sedición del Código Penal obedece a la petición de quienes incurrieron en el delito
2. ¿Acaso es un facha quien cuestiona una modificación ad hoc y ad hominem del delito de sedición del Código Penal? Y no vale la excusa que dice que hay que cambiar el tipo penal para adaptarse a los demás países de la Unión Europea: si consultan la página 16 del Informe de indulto de la Sala Penal del Tribunal Supremo (26 de mayo 2021), verán que el Código Penal español está adaptado a la Unión Europea. Más: hay que recordar que, ni los tribunales belgas, ni los alemanes, no devolvieron a Carles Puigdemont fundamentalmente por el delito de sedición, sino porque consideraron que el Tribunal Supremo no era competente para juzgarle.
Cualquier reforma que se hiciera del tipo penal de la sedición debería tener en cuenta dos cosas. Primera: no se puede politizar la Justicia implementando el llamado “derecho de autor” según el cual lo que se valora/juzga son las personas y no los hechos. Segunda: el Código Penal debería tener el tipo de sedición –también, el de desobediencia, o rebelión, o cualquier otro que se considere oportuno- para proteger al Estado democrático de cualquier acto que atente a su integridad o existencia. Lo contrario no es otra cosa que una puerta abierta a la impunidad.
Así se debilita el Estado democrático
El indulto -¿dónde está la utilidad pública que exige la ley?-, así como la derogación del delito de sedición, debilitan el Estado, fortalecen el secesionismo e indultan de nuevo -de facto, de iure y al cuadrado: una amnistía encubierta- a los que ya han sido juzgados e indultados y a los que están pendientes –fugados incluidos- de juicio.
Un detalle que retener digno de incorporarse a la enciclopedia de los desmanes políticos: la reforma del delito de sedición del Código Penal obedece a la petición de quienes incurrieron en el delito. Otro detalle: Se baraja la posibilidad de modificar –otra entrada en la enciclopedia de los desmanes políticos- el delito de malversación distinguiendo la malversación buena de la malversación mala. Efectivamente, la malversación buena sería la de los independentistas condenados/indultados/amnistiados de forma encubierta.
De todo lo cual, el independentismo sacará la siguiente conclusión: hay que seguir en el afán. Una invitación a la deslealtad acompañada de un seguro a todo riesgo ante la ilegalidad cometida.
El último año de Pedro Sánchez nos sale muy caro
¿De verdad que el último año en el poder de Pedro Sánchez nos ha de salir tan caro? ¿De verdad –visto lo visto- que cuestionar los indultos y la derogación del tipo de sedición es propio de fachas? Veamos. ¿Quiénes son aquí los fachas?, dicho sea en el sentido coloquial antes citado de comportamiento reaccionario.