Uso y abuso
Hace un montón de años, murió la abuela de una amiga mía. Cuando entraron en su casa para hacer limpieza encontraron los armarios repletos de medicamentos. Había centenares. Algunos de ellos hacía más de 20 años que habían caducado. Según varios informes, los mayores compradores (que no consumidores) de preservativos en España son los pensionistas.
¿Por qué? Para quien aún no lo sepa, los pensionistas tienen una receta roja, lo cual quiere decir que lo que el médico recete, el pensionista lo obtiene gratuitamente de la farmacia. ¿Evitará el euro por receta este abuso? No lo sabemos, probemos. El daño que causamos (máximo de 68 euros año) respecto a lo que tratamos de evitar –miles de millones de euros en medicamentos– vale la pena.
Tengo un conocido que vive en el Maresme y trabaja en Barcelona. Cada vez que me invita a su magnífica casa me cuenta las excelencias de vivir frente al mar, y pagando una hipoteca muy razonable. Se desplaza diariamente con su Porsche Cayenne a la oficina y se siente indignado por los peajes que paga en sus trayectos diarios a la ciudad. Tiene casa en la Cerdanya donde sube cada fin de semana por una autovía (la C-16 de Puig-reig a Berga) con un peaje en la sombra (que pagamos todos). Participa en la campaña #novullpagar.
Una compañera de trabajo, me cuenta que está cansada de ver como cada día marcan el billete en el autobús personas con la tarjeta rosa (la de pensionista) que no tienen (a simple vista) ni la edad, ni la discapacidad para recibirla.
En un pueblo de Cuenca, descubrieron que el 30% de la población tenían declarada la invalidez permanente. Cuando un grupo de médicos visitó el pueblo para estudiar cuál era el virus contagioso que había infectado aquella pobre gente, descubrieron que sólo dos de ellos estaban en su casa. El resto, casualmente, se habían levantado con muy buena salud y habían decidido ir a hacer trabajos en el campo que, como sabemos, es un trabajo ligero y de poco esfuerzo físico.
Una médica me cuenta una anécdota con una paciente y su hijo en urgencias: ante la negativa a darle el medicamento que la paciente pedía para su hijo, la señora le agarró de la mano y le dijo: «Vamos Albert, ya ves qué mierda de sanidad tenemos, ya es el segundo hospital en el que nos niegan lo mismo. Tendremos que ir a las urgencias de un tercero, para que nos hagan caso de una vez «.
Con el cambio legislativo producido el pasado 1 de julio, los padres de un conocido querían asegurar la mujer de la limpieza de casa. La mujer se ha negado. ¿Por qué? Porque está cobrando la RMI y en caso de cotizar la perdería.
En mi bloque hay señora mayor, viuda, tiene un sueldo modesto y no le falta mucho para jubilarse. Sin embargo, la señora no usa nunca los peajes porque no tiene coche. Vive en un primer piso en Barcelona porque no se podía pagar un tercero, con más luz y con mejores vistas (¡pero no al mar!). Va en transporte público al trabajo, obviamente pagando la tarifa que le corresponde. Tiene una salud de hierro y no ha ido nunca a urgencias.Tampoco va mucho a la farmacia porque no le gusta automedicarse.
Sobre esta pobre viuda se han apoyado todos, desde los bankeros a los gobiernos, pero ella nunca ha abusado. Ojalá que los recortes no afectasen a los justos, sino sólo a los pecadores. Pero eso no será nunca posible. Por lo tanto, de todas todas, hay que hacer algo contra el abuso. Hay que poner racionalidad, y es necesario que la cultura del todogratis y de el chollo se reduzca. O eso, o nos encaminamos hacia el abismo. Tiempo al tiempo.