Urnas e historia de América para Borrell

En vez de dar lecciones de historia, el ministro debería preocuparse por las elecciones andaluzas por si cae alguna sorpresa

Podemos ha emplazado al ministro José Borrell a asumir sus responsabilidades, que luego no se diga que se han vuelto lameculos del PSOE. El asunto no pasará a mayores porque Pablo Iglesias no puede echarse atrás de su apoyo al PSOE.

Pedro Sánchez sostiene a Borrell, como sostuvo a Carmen Calvo, porque después de los dos ministros que cayeron por la borda al comienzo de su legislatura no dispone de margen para ir encajando dimisiones ministeriales.

La política estatal contiene su alienta a la espera de Andalucía

El gobierno, asediado, intenta sobrevivir formando una piña. Ante el temporal, atarse al palo, oídos sordos y buena cara.

La política contiene el aliento a la espera de los resultados de las elecciones andaluzas. Si se confirman los sondeos y gana Susana Díaz sin sufrir un castigo severo, Sánchez, el funambulista, dispondrá de impulso para recorrer un nuevo trecho como presidente, aunque siempre sobre la cuerda floja lo contrario de terreno firme.

Si la derecha se divide en tres opciones, mejor que mejor para el PSOE. Que PP y C’s empataran sería lo mejor para Sánchez. Si Vox consigue algún que otro diputado, el problema no es de los socialistas, que ya se han anticipado a hurgar de lo lindo en la herida divisoria.

Casado y Rivera suscriben el mensaje socialista de que al lado diestro de Sánchez sólo hay extrema derecha

Tanto Pablo Casado como Albert Rivera parecen abonar en sus mítines el mensaje socialista de que a la derecha de Sánchez no hay más que extrema derecha.

Al no haber mucho más que comentar hasta que cierren los colegios electorales y hablen las urnas, dedicaremos un cierto espacio a informar a los lectores, entre los cuales espero que se encuentre el incendiario Borrell sobre las diferencias sustanciales entre los conquistadores españoles y los ingleses.

La historia de los conquistadores

Los ingleses llegaron tarde a América. Mientras los españoles ocupaban los mejores territorios y extraían enormes cantidades de metales preciosos, ellos se debatían en la sangrienta e interminable guerra civil de las Dos Rosas.

De no haberse hundido la Armada Invencible, España se habría convertido en potencia mundial única. El fracaso de Felipe II dio alas a los ingleses que fueron, ávidos, a por su porción del pastel americano.

Los ingleses copiaron el modelo español de conquista de América

A falta de territorios desocupados más al sur y de medios para disputarlos a sus dueños, se establecieron en las inhóspitas costas de Virginia en 1607. Los españoles llevaban un siglo de ventaja y explotaban, entre otros apetecibles parajes, las dos joyas del continente, México y Perú.

Dado que el modelo español era de éxito, los ingleses se propusieron seguirlo al pie de la letra. Las instrucciones de los primeros arribados consistían en torturar a los reyes nativos hasta que soltaran todo el oro y obligar a sus súbditos a trabajar para ellos en régimen de pura subsistencia.

El chasco que se llevaron fue monumental. De entrada, lo único que consiguieron fue pasar hambre, tanta, que incluso llegaron a practicar el canibalismo.

Los indígenas del norte no poseían nada susceptible de ser pillado. Nada. La densidad de la población era quinientas veces inferior a la de los imperios derrocados por Cortés y Pizarro. No es que no hubiera modo alguno de hacerse rico, es que de poco no perecen todos los primeros colonos.

Los ingleses se quedaron con un territorio donde no había metales nobles que requisar

Como no había ni población que explotar ni metales nobles que requisar o extraer, los jefes no tuvieron más remedio que obligar a trabajar a los propios ingleses en un régimen atroz en el que la menor falta estaba castigada con la pena de muerte.

Camino de rosas para España, de espinas para Inglaterra. Ahí está la primera y gran diferencia. No en las matanzas que Borrell ha visto en las películas del oeste ni en el esclavismo, que empezaron más tarde.

El ministro de Exteriores, Josep Borrell, lamenta no tener más remedio que impugnar las embajadas que ha reabierto el gobierno de Quim Torra. /EFE / Ballesteros

un discurso poco afortunado

Hay muchas diferencias entre las formas de conquista de Inglaterra y España, aunque el discurso de Borrell se base en las películas del oeste que ha visto

Resultó muy duro, trabajaron a la fuerza, pero trabajaron. Muchos preferían arriesgarse, huir e irse a vivir una existencia mucho más placentera con las tribus indias.

La reacción de las autoridades ante las deserciones consistió en pasar de la mano dura al incentivo del trabajo de sus propios súbditos, además de concederles voz y voto. Esta es la segunda diferencia.

Genocidios y esclavismo aparte, que nadie puede pasar por alto sin enérgica condena, aquellas dos diferencias iniciales han dado como resultado la inversión de los términos.

Estados Unidos hoy en día

Norteamérica, la entonces pobre, la de clima hostil, la casi despoblada, es en nuestros días la primera potencia mundial. La situación en la casi totalidad de los países del área hispana, la de las grandes riquezas y prósperas civilizaciones cuando llegaron los europeos, todavía deja mucho que desear como es público y notorio.

Norteamérica no sólo tiene historia sino que ha salvado a Europa, e indirectamente también a España, de sucumbir a su propia barbarie. Así que menos leccioncitas, ministro, y más contener el aliento por si el resultado del PSOE en Andalucía aconseja soltar lastre.