En 1958, empresarios y profesionales de Barcelona (la sociedad civil, ya saben…) alcanzaron un acuerdo con la Compañía de Jesús para crear la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (Esade). El aval jesuítico en la enseñanza era una garantía más que suficiente para que el proyecto progresara, y así sucedió. Esade se convirtió en una alternativa a otra escuela de negocios y de formación de directivos que se constituyó aquel mismo año, pero con la inspiración de Josemaría Escrivá de Balaguer que en aquellos entonces forjaba el todopoderoso Opus Dei.
Ya ven, la sociedad civil, siempre ese mismo eufemismo rondando por cada uno de los vericuetos de la historia (la real y la romántica que hemos construido) catalana.
En las últimas décadas, Esade ha conseguido una notoriedad local e internacional digna de mención. A diferencia de su principal competidor, el espíritu humanista que destilaba el centro (seguramente fruto de la inspiración jesuítica fundacional) le había convertido en una institución académica que formaba a las clases dirigentes del país desde una perspectiva algo más poliédrica que otros centros. El trabajo del doctor Lluís Maria Puges, que fue su director general largos años, o de profesores como el malogrado Luis de Sebastián fueron capitales para que la escuela de dirigentes capitalistas presentara un rostro humano de agradecer.
Entre sus antiguos alumnos tampoco han sentado bien las reflexiones que la actual directora general, Eugènia Bieto, ha realizado para justificar la implicación del departamento de Política de Empresa en el caso Urdangarín. De hecho, ella era profesora adscrita a esa área antes de ocupar la máxima responsabilidad. A nadie le parece oportuno que justifique la actuación de los profesores, se llamen Diego Torres, Marcel Planellas o Carlo Gallucci…, mientras la institución está en entredicho. ¿Cómo puede mantener a Planellas al frente del aparato del centro de negocios después de conocerse que obtuvo 90.000 euros por una discutible participación en los asuntos del Instituto Nóos? Esa es la pregunta que se hacen algunos de los antiguos y de los presentes. Preguntas sin respuesta ética hasta ahora.
Pero el prestigio de Esade no sólo sufre por la implicación en el caso que afecta a los duques de Palma. Con la llegada de Artur Mas al Govern de la Generalitat, la escuela de negocios volvió a sacar pecho. Varios altos cargos del centro se convertían en responsables de la administración autonómica. Francesc Xavier Mena, Enric Colet, Esther Sánchez… son sólo algunos de los nombres procedentes de la institución que han ocupado cargos con responsabilidad ejecutiva en el gobierno de CiU. Sin éxito y disminuyendo de forma clara y notable la reputación del centro.
Mas habló, quizá con una cierta ligereza, del Gobierno de los mejores para ilustrar la entrada de independientes en su gabinete. Hoy, a la vista de los resultados, es bastante obvio que ni son los mejores, ni tan siquiera los mediocres más útiles. Los ejecutivos procedentes de Esade, con su poso académico, protagonizan un ridículo en la gestión que ha contagiado al Ejecutivo del que forman parte.
Llegados a este punto, a este estado de cosas, debemos hacernos algunas reflexiones en voz alta. Por ejemplo, ¿es Esade culpable de haber sido elegida por un presidente dubitativo o por un miembro de la familia real con vocación de broker como la coartada perfecta para sus respectivas ambiciones políticas o dinerarias? Es obvio que la institución está por encima de sus miserias presentes, sobre todo después de haber acumulado una historia con suficiente crédito como para tapar esas menudencias.
Pero, en cualquier caso, lo que no puede hacer Bieto es mirar hacia otro lado, decir que no pasa nada. Eso es mera dejación de responsabilidades. Lo de silenciar a la prensa es una estupidez de neófita, que no vale la pena considerar. Pero la inacción, la incapacidad para decidir puede poner en tela de juicio un bagaje que pasará por encima de su gestión, de su tiempo y de su responsabilidad.
Como decía Gabriel García Márquez, “lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no”. Lástima que algunos de los actuales responsables de Esade prefieran leer manuales (cuando no escribir) de autoayuda en vez de leer a los clásicos.