Universidades en riesgo

Las universidades públicas catalanas reclaman más financiación. Pero la escasez de recursos no es el único problema al que se enfrentan

Las tres universidades públicas de Barcelona han presentado esta semana un memorial de agravios que, como siempre, acaba teniendo de titular la infrafinanciación. Se quejan que el dinero que reciben de la Generalitat es insuficiente para el pago de nóminas de profesores y para rehabilitar edificios y renovar laboratorios. También para contratar jóvenes talentos internacionales y rediseñar una nueva oferta de titulaciones.

Reclaman que los presupuestos vuelvan a contar con 300 millones más que desaparecieron por los recortes. Las universidades están en riesgo de perder posiciones en el ranking de excelencia internacional, y hay una grave falta de relevo generacional con un gran envejecimiento de la plantilla. La edad media de un profesor estable de la UB es de 59 años. En la UAB el 36% tienen más de 55 años y el 66% entre 45 y 65 años. Las tres universidades tienen el 70% de alumnos de Cataluña y la obsolescencia más acusada de instalaciones por ser las más viejas.

Las universidades se quejan que el dinero que reciben de la Generalitat es insuficiente

Hasta aquí es lo que explicaban los rectores. Pero investigando los datos que suministraron a la prensa, comparando con seis Estados medianos de la UE, y focalizándome en Suecia que encabeza el ranking y en Finlandia que está a la mitad del listado, tenemos que decir que algunas cifras son engañosas. Por número de estudiantes sobre el total de habitantes Cataluña está en cifras similares a las suecas y por debajo de las finlandesas.

En Finlandia el 5,6% de la población es universitaria, en Suecia el 3,5% y en Cataluña el 3%. Al PIB catalán per cápita nominal que figura en los datos habría que descontarle los 2.133 € de déficit fiscal/cápita y esto daría en términos reales un PIB per cápita catalán de 25.220€. Con esta cifra Cataluña representa sólo el 55% del PIB/cápita sueco y el 67% del finlandés. Esta distancia entre la riqueza que generan los países no es un tema menor si no se quiere hacer demagogia cuando se reclama financiación.

En cualquier caso, esto quiere decir que recuperando los niveles de antes de los recortes los ingresos de la universidad catalana por estudiante (añadiendo en los presupuestos unos 300 millones de euros) significarían el 64% del que ingresa Finlandia, la misma distancia que tenemos en PIB per cápita. Y en relación a Suecia los ingresos serían de un 43%, doce puntos por debajo del que nos correspondería en distancia de PIB per cápita.

Enfoquémoslo pero en otra simulación. Sin déficit fiscal el PIB catalán se incrementaría un 31,3 % subiendo a 35.914 €/ casi igualado a Finlandia. Sin dependencia del Estado español, con estos resultados, y superado el período de presupuestos de emergencia donde se tienen que primar los departamentos y áreas que cubren necesidades básicas, se estaría en disposición de invertir al menos al nivel finlandés en áreas como la universitaria que es enseñanza postobligatoria.

La financiación no es el único problema de las universidades catalanas

Está claro que por poca alegría que haya en los futuros ingresos de la Generalitat habrá que hacer un esfuerzo compensatorio con las universidades. ¿Pero el gran problema de la universidad catalana, la española y de los países mediterráneos es el financiamiento o sólo este? En absoluto.

Empezamos con un dato sintomático proporcionado por los mismos rectores. En Suecia hay 34 universidades, en Finlandia 41 y en Cataluña ocho. ¿Qué pasa aquí, si el número de estudiantes es bastante similar? Pues que al contrario del que se afirmaba en la rueda de prensa Cataluña tiene en comparación con otros países excelentes una excesiva concentración territorial y competencial universitaria.

A pesar de que la acumulación de cantidad lleva a buenas posiciones en algunos rankings, este hecho esconde los conflictos que hacen ingobernables unos monstruos dentro de los cuales la excelencia de una facultad o de un laboratorio o de una cátedra determinada queda diluida en el magma de la totalidad de ineficiencias y bajos niveles de calidad docente y de investigación.

La separación en unidades menores más abarcables y transparentes al control público introduciría aspectos de emulación que el modelo actual de gobernanza, basado en unos rectores que deben de su cargo a una coalición de corporativismos, hace imposible.

Cada universidad termina ofreciendo títulos que se repiten a pocos kilómetros de distancia

También hay que decir que la desconcentración territorial por sí misma no es garantía de nada, si no hay una vinculación de cada universidad a los focos de excelencia de aquel territorio o de un ámbito competencial definido. Algunas universidades catalanas territoriales hace tiempo que hicieron los deberes; otros no. Pero lo qué está claro es que la ingobernabilidad pública del sistema universitario catalán hace que cada universidad quiera ofrecer títulos que se repiten a pocos kilómetros de distancia, con la contribución de los notables políticos locales que quieren tener todos la facultad que ya tiene el pueblo del lado. En los países nórdicos hay desconcentración pero con planificación territorial y especialización.

En este marco, donde el déficit económico es una evidencia también lo es que la legislación básica y la estructuración de las universidades son competencia del Estado y entonces a la Generalitat le queda muchos veces el papel de comparsa subvencionadora, papel al que las direcciones universitarias les parece correcto. Los intentos de abordar reformas en profundidad toreando la ley española han quedado abortados en muchas oportunidades.

La universidad se caracteriza por su poca flexibilidad

Otro elemento que sólo depende de la ley y del modelo de gobernanza es su capacidad de gestión y la organización de sus funciones. Lo decía Rosa Nonell en un artículo de hace veinte años y poco ha cambiado: los problemas se identifican con uniformidad y poca flexibilidad; el sistema tiene poca movilidad de los estudiantes y profesores y con tasas elevadas de fracaso; el proceso de selección de su personal no es eficiente, y no incentiva la selección del mejor personal y muchas veces perpetúa una cierta endogamia que dificulta la innovación en las áreas de investigación.

Además los sistemas de gestión son poco profesionales, y están hipotecados por un control de procesos desequilibrados, donde se destaca la investigación pero no la docencia y la transferencia del conocimiento; y por último, un sistema que tiene pocos mecanismos para asumir riesgos y las responsabilidades de las decisiones adoptadas.

La polarización generacional y de clase en la Universidad catalana es escandalosa

Ahora mismo la dedicación exclusiva a la investigación hace disminuir las horas de docencia de los profesores titulares, robando a los alumnos la que sería la función magistral basada en la experiencia y cargando sobre el profesorado no permanente el peso de la docencia. Con lo cual no se garantiza una mejor investigación, se impide que la hagan los jóvenes y se precariza las funciones pedagógicas, a la vez que se concentran también en los profesionales fijos y seniors las tareas de gestión que tampoco son valoradas en la carrera académica.

La polarización generacional y de clase en la universidad catalana es escandalosa, entre la aristocracia académica y el joven precariado. Varios datos lo corroboran. En algún departamento se llega a la cifra de 80% de profesores y profesoras no permanentes. La carencia de mecanismos de incentivo o sanción a la excelencia en la docencia está dado por la rigidez de la legislación sobre trabajadores públicos y el peso ridículo del profesorado senior no académico.

Y lo qué está pasando es que habiendo en la universidad una pirámide invertida de edad, los sacrificios salariales o laborales están recayendo sobre todo en los precarios no permanentes. Este hecho, que no sólo pasa por la inyección de más dinero puede provocar un big bang, especialmente si se convocan próximamente oposiciones a enseñanza media o en otros ámbitos funcionariales, donde es lógico que huyan aquellos que están haciendo jornadas pseudoparciales con sueldos parciales que a veces no llegan a 500 euros. Con la mitad de las plantillas en algunas facultades que no es ni mileurista, no se puede continuar por la buena dirección.