Universidades con el culo al aire

Comisiones Obreras acaba de difundir su estudio anual sobre la evolución presupuestaria de las universidades españolas. Los datos ponen los pelos de punta. En los cinco últimos años los campus han perdido nada menos que 1.500 millones, un letal 15,1% menos de dinero disponible. Los autores del informe se han tomado la molestia de calcular la pérdida real si se tiene en cuenta la evolución del IPC durante ese periodo. Entonces la cosa se pone trágica: un 23,8%. O, lo que es lo mismo, casi uno de cuatro euros.

Las diferencias entre comunidades autónomas son muy notables. Las universidades gallegas de Santiago, Vigo y A Coruña han tenido que rebajar sus presupuestos alrededor de un 10% (55 millones de euros). No son de las más castigadas.

La política de recortes tampoco ha perdonado a las universidades, pese a que todo el mundo mantiene el discurso público de que la educación y la I D i son vitales para salir de la crisis y avanzar hacia un modelo de desarrollo económico basado en el conocimiento. La realidad es que se les ha recortado profesorado (el capital humano) al impedirles cubrir bajas. Se les ha dejado sin inversiones y se les ha suprimido dinero para mantenimiento. Por supuesto, en Galicia todo su personal (profesores y funcionarios) sigue sufriendo la reducción anual de su salario que impone la política austera de Feijóo.

En abril de 2012 el Gobierno de Rajoy perpetró un decreto «de racionalización del gasto público en el ámbito educativo». En realidad, un duro ajuste económico algo más que coyuntural. En su texto se abría la horquilla de los precios de las matrículas y se dejaba en manos de las comunidades autónomas subir o no los precios hasta un 25% de los costes reales.

Se le ha de reconocer a la Xunta de Galicia el gesto de dejar las tasas congeladas, hasta el punto de que es aquí donde se estudian las carreras más baratas de toda España. Otras (Madrid, Cataluña…) no se cortaron un pelo y subieron las matrículas incluso hasta un 66%. Como consecuencia lógica a los recortes del aporte de Estado y Xunta, por un lado, y a la subida de tasas, por otro, las familias españolas pasaron de sufragar, vía tasas de matrícula, el 16% del coste las carreras a asumir casi el 23%.

Mientras, el Gobierno central maneja bajadas de impuestos y habla de recuperación. Sin duda, una muestra creíble de lo que sostiene sería anular medidas como ésta. Medidas injustas que son disparos directos a la cohesión social, que merman el estado del bienestar, que atentan gravemente contra la igualdad de oportunidades.

Lo mismo se podría decir, por ejemplo, de las tasas judiciales implantadas por otro decreto perpetrado en 2012 y que, como dice el Consello da Avogacía Galega, consagró una justicia para ricos y otra para otros. Para recurrir una multa de 200 euros hay que ingresar 100. Y un recurso de apelación supone, de entrada, 800 euros.

Pero hoy tocaba universidades, porque, al hilo del patrón de los estudiantes (Santo Tomás, 28 de enero), los rectores vuelven a protestar. Con razón.

Siento desconocer con detalle dónde predicó Santo Tomás. Ya lo miraré en la wikipedia. Los rectores lo hacen en el desierto. El eco de sus palabras reverbera en la arena y se las lleva el viento. Quizás porque las medidas no eran coyunturales y, como dice textualmente el decreto de marras, de lo que se trata es de «aproximar gradualmente la cuantía de los precios públicos a los costes de prestación del servicio, tomando asimismo en consideración el esfuerzo académico».

¿Pagar en una universidad pública a precio de mercado? Eso son las privadas, ¿o no, plasmático presidente? Todo un misil tierra-aire contra la universidad entendida como servicio público. Un pepinazo contra el estado del bienestar. Más desigualdad en el Estado más desigual de Europa. El humus donde se nutre el gran malestar social y político. El que va aflorando y el que vendrá.