Una visita doblemente interesada

Oriol Junqueras cogió de una oreja a Pedro Sánchez y de la otra a Quim Torra y les forzó a emprender un diálogo en el que no creen

Casi no se notó que los dos interlocutores se reunieron de mala gana, no por propia voluntad sino obligados por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Oriol Junqueras ha cogido de una oreja a Pedro Sánchez y de la otra a Quim Torra y les ha forzado a emprender un diálogo en el que no creen, si bien en grados y por motivos distintos.

Sánchez no pretende resolver el conflicto catalán. ¿Lo pretendería si estuviera en sus manos? La respuesta es irrelevante. Lo único que le interesa es asegurarse los presupuestos y los primeros años de la legislatura.

Justo lo contrario de Torra, más que el vicario, un alfil de Carles Puigdemont que está apunto de ser sacrificado en aras de un designio compartido: provocar primero el caos político, también económico, y luego el colapso de España.

Antes de mostrar, con elocuentes datos, que tal cosa tampoco está en sus manos ni en las de sus fieles (y tal vez en las de nadie si Europa no se hunde), es preciso describir esta pulsión dañina, porque es novedad en el nacionalismo catalán, en otros tiempos aliado del regeneracionismo.

De Enric Prat de la RibaFrancesc Cambó a Puigdemont, el viaje de la derecha catalanista es impresionante. Del colaboracionismo reformista y reivindicativo a la más profunda animadversión. Eso es un viraje de 180 grados, una singladura acelerada que lanzado anclas en las antípodas.

No hay que ir tan lejos. Los herederos de Convergència, los sucesores de Jordi Pujol, el que pactó con todos y fue nombrado español del año, se han quedado sin interlocutores ni aliados en Madrid. Ni los tiene ni los desean.

Torra se vio obligado a aceptar de entrada la mesa de diálogo

Para ellos, por lo menos para quienes  en Junts per Catalunya (JxCat) siguen a pies juntillas a Puigdemont, España es el enemigo que desea solamente someter a Cataluña, aprovecharse de ella exprimiéndola al máximo y acabar con lo que antes se llamaba el hecho diferencial, incluida la lengua catalana. Sin matices, sin espacio para la ambigüedad. Sin destruir España no se salva Cataluña.

Según Friedrich Nietzsche, el resentimiento se engendra cuando la reacción de la acción (en positivo) resulta imposible. Entonces surge la venganza imaginaria y negativa, destructora en vez de creativa; impotente y, añaden otros pensadores, tóxica. Algo hay de eso en los sentimientos de los partidarios de la lucha sin cuartel y sin posibilidades de éxito.

Se equivocan pues quienes se apuntan a la teoría que ve en JxCat y ERC el poli malo y el bueno respectivamente. Ambos pretenden la independencia, pero los segundos no desean que España se vaya al carajo sino que se establezca otro tipo de relación, basada en la reconstrucción de las relaciones positivas y el reconocimiento de la soberanía catalana.

Eso es lo que está en la mente de los que comparten pulsiones con Torra. En otras palabras, su intención es no aflojar hasta que España reconozca, no el derecho de autodeterminación, sino el resultado del 1-O. Lo del relator va por ahí.

Son embargo, como no todos los votantes de JxCat –ni siquiera gran parte de los políticos que amalgama– comparten esta tesitura, no tienen otro remedio que insistir en el diálogo. Pero su intención, acorde con lo dicho, no es contribuir a la distensión sino mantener la tensión, y a poder ser incrementarla.

Por eso la reunión de jueves reviste una enorme importancia, porque Torra se vio obligado a aceptar de entrada la mesa de diálogo. Claro está que su indisimulada intención es denunciar la imposibilidad de acuerdos en el momento oportuno, o sea poco antes de las autonómicas. Pero el hecho es que tras la reunión tuvo que moderarse y morderse la lengua.

Estamos a punto de ingresar en un período de relativa tranquilidad

Asimismo moderado apareció Sánchez. Él se ha reunido con Torra ante las cámaras, pero no hay que olvidar que su interlocutor es Junqueras, que toda esa parafernalia no tiene otro objetivo que la aprobación de los presupuestos. Algo que va conseguir con mayor facilidad si ERC gana las próximas elecciones y se alza con la presidencia de la Generalitat.

Ambos presidentes han coincidido en echar una buena dosis de agua al vino de las expectativas. Al buen entendedor… No hay pues fundamento para esperar un arreglo ni siquiera a medio plazo. Sí para vaticinar que la distensión va a consolidarse. Y para predecir que la Generalitat dejará de actuar a las órdenes y según los designios ya descritos de Puigdemont.

El futuro está por ver. Sin embargo, las líneas maestras del presente indican con firmeza que estamos a punto de ingresar en un período de relativa tranquilidad. Lo que ya es mucho viniendo de donde venimos.