Una tercera vía (de agua) pujante en Catalunya
Dice la demoscopia publicada este domingo que hay más catalanes partidarios de la llamada tercera vía, que de la independencia. Tengo la sospecha de que la encuesta que se ha divulgado está cocinada o preparada ad hoc –como prefieran–, pero en cambio sí que estoy seguro de que el sentir de la sociedad es mayoritariamente ése.
Que El País haya publicado ahora este sondeo no es gratuito. Quienes recordamos como el rotativo le marcaba la agenda política al gobierno de Felipe González en los tiempos de Jesús de Polanco y las mayorías socialistas no nos vamos a extrañar ahora del oportunismo periodístico. Ahora bien, la conclusión positiva de que hayan salido a la luz estos datos es que una buena parte de la España ilustrada, y sobre todo de la que gobierna en Madrid, ha tomado conciencia del problema existente en Barcelona y que éste merece consideración política y de opinión pública.
Los resultados son claros. Son creíbles. Una mayoría de catalanes prefieren soluciones negociadas a la ruptura. Una posición que parece impensable, casi imposible, si uno se deja guiar (y desinformar) por los medios subvencionados del nacionalismo catalán o por su coro de voceros a sueldo.
La tercera vía como apelativo con el que la prensa hemos simplificado un compedio de opciones (pacto fiscal, federalismo, continuación mejorada de la situación…) no está articulada políticamente. Es aún una fe de buenas intenciones de unos y otros, los que habitan la zona templada de la sociedad catalana. Es más una vía de agua en el barco de independentismo que otra cosa. Y ahí les duele a algunos radicalismos generadores de expectativas. No saben cuánto.