Una rueda de prensa y el BOE no son lo mismo
La clave para las empresas y los trabajadores no es quién sale más en la TV, sino la distorsión entre lo que se anuncia y lo que se publica en el BOE
En plena crisis asistimos a una lucha política sin cuartel. Todo muy previsible. La mezquindad de Clara Ponsatí, Quim Torra o Carles Puigdemont celebrando el caos vía Twitter, sembrando cizaña en los medios internacionales y deseando lo peor al resto de los españoles era de esperar. El enésimo intento de Pablo Iglesias de asaltar los cielos también estaba dentro del guión.
Lo que le cuesta a Pedro Sánchez poner en cintura al líder morado no era tan previsible. Es cierto que, hasta el momento, el presidente del Gobierno, a base de jugar como el Atlético de Madrid, al 1-0 en el último minuto, va consiguiendo sus objetivos y que las cesiones son pocas.
El Comité de Crisis tuvo un parto de siete horas de Consejo de Ministros cuando era algo que podía haberse resuelto en minutos. La comparecencia de Iglesias del jueves para sermonearnos sobre las virtudes del socialismo es una cesión gratuita.
La constante vulneración del confinamiento al que debería estar sometido Iglesias a Sánchez le da igual; debe creer que los españoles sacaremos nuestras propias conclusiones.
La escudera de Sánchez está siendo Nadia Calviño, la ministra de Economía es quien frenó las ansias nacionalizadoras de sectores clave durante el eterno Consejo de Ministros de la semana pasada y parece que también es la que ha impedido la intervención del mercado inmobiliario.
Calviño está demostrando que hay un sistema de comunicación política que no implica aparecer en todo momento en la TV pero que puede ser, incluso, más eficaz.
Si nos quedamos atrás, las empresas lo van a pasar mal
La ministra de Economía será la primera pieza que querrá cobrarse Iglesias cuando Sánchez acometa, por cualquier motivo, la primera remodelación de su Gobierno. Veremos si el cholismo le sirve entonces a Sánchez.
La clave de estos días para las empresas y los trabajadores no es quién sale más en la TV, sino la distorsión entre lo que se anuncia y lo que se publica en el BOE. Las ruedas de prensa son grandilocuentes: “Nadie se va a quedar atrás”, “vamos a superar esto”, “200.000 millones”, etc.
Cuando escuchas estas palabras crees que algo parecido al desembarco de Normandía va a evitar que tus clientes cierren, que no recibas mails suspendiendo pagos, que no se cancelen contratos o que no se atrasen proyectos, pero la realidad es muy distinta. Si nos quedamos atrás, las empresas lo van a pasar mal, lo están pasando mal.
El ministro José Luis Escrivá hizo, hace unos días, un loable ejercicio explicativo en un hilo de Twitter, algo infrecuente en un ministro, para explicar las medidas concretas, y dónde leerlas, sobre el derecho a paro de los autónomos y la suspensión de sus cuotas. Sin duda el motivo era su correcta percepción del desconcierto entre empresas y sus asesores.
Las normativas laborales de la administración del Estado sobre los ERTE y otras medidas, las medidas de apoyo anunciadas por las comunidades autónomas, las medidas sobre contratos de servicios y arrendamientos, las suspensiones y/o aplazamientos de tasas locales, impuestos cedidos y propios a la CCAA, se están convirtiendo en un galimatías.
El cierre de oficinas publicas de gestión tributaria municipal, las suspensiones de juicios, los aplazamientos de unos trámites sí y otros no se suman a la desazón sobre el presente y el futuro de nuestros empleos y empresas.
¡Cuánto falta para llegar a mayo!
Una encuesta publicada por El País afirma que el 92% de los españoles está preocupado por la actual situación. Y yo me pregunto, ¿el otro 8% vive en el mundo de yupi?
Se está realizando un esfuerzo por dar pautas sanitarias y preventivas a nivel de salud. Solo Torra, como siempre, se sale del tiesto.
A nivel económico, el otro gran frente de esta crisis, que se convertirá en el único frente cuando lleguemos a mayo (¡cuánto falta para llegar a mayo!), el desorden es total y la falta de criterio incrementa la angustia de las empresas y el desconsuelo de los trabajadores porque una cosa es colocar eslogans detrás de un atril y la otra tomar medidas, y saberlas explicar bien, que eviten miles de parados y ayuden de forma eficaz a las empresas.