Una revolución low-cost

El gran incentivo para acometer una revolución low-cost es que apropiarse de la imagen y la simbología de otros sale virtualmente gratis

Una buena medida del decaimiento catalán nos la da la sustitución mediática del suquet del Pere Portabella –ágape célebre y prestigioso en la casa del cineasta en Llofriu, Baix Empordà, al que acudía cada verano, no sin un punto de fanfarria, el Todo Barcelona– por la paella de Rahola.

Dicen las malas lenguas que para la edición de este año, que se ha celebrado en petit comitè en Waterloo con todos los que están y todos los que son, la célebre Pilar ha tenido que hacer virtud de la necesidad y usar el preparat congelat per a paella amb sofregit del Bonpreu, dadas las dificultades encontradas por el abnegado Josep Maria ‘Jami’ Matamala para obtener los ingredientes necesarios en el bruselense Marché du Parvis de Saint Gilles.

Aunque desconocemos si el rancho que degustaron en prisión Oriol Junqueras y Carme Forcadell ese día estaba en sintonía con lo cocinado en Waterloo, seguramente sus simpatías y pensamientos estuvieron con los risueños participantes en la paellada, en la que sin duda, entre Tetra Brik y Tetra Brik de la sangría que Jami encontró en el cercano Lidl de Avenue de la Belle Province, sacaron tiempo para pergeñar los trazos de la estrategia independentista para el otoño que viene.

No hay duda de que Carles Puigdemont apuesta por la innovación, y habrá instruido ya a sus fieles para que hagan acopio de paraguas, máscaras desechables y punteros láser, para incorporar las resultonas tácticas y métodos de las protestas en Hong Kong que conoce bien gracias a Youtube.

Seguirá así la deriva de la Diada hacia una especie de carnaval de Notting Hill, al que cada año se le añaden sin complejos elementos que se toman prestados de movilizaciones políticas foráneas, desde la vía báltica a las coloridas revoluciones basadas en el manual de Gene Sharp, pasando por la intifada pija a la que juegan los CDR cuando lo permiten el calendario escolar y los elementos.

Y es que el gran incentivo para acometer una revolución low-cost es que apropiarse de la imagen y la simbología de otros sale virtualmente gratis, por lo que el margen de beneficios para la ANC (que obtienen por los kits que comercializan para cada Diada) no se ve limitado por tener que pagar derechos de autor a Nelson Mandela, Rosa Parks, Anna Frank o Moisés.

Una ventaja de hacer la revolución a lo mantero es que la cantidad de acciones imitables es enorme

Gracias a ello, la ANC puede dilapidar sus dineros comprando cruces amarillas para espantar a los turistas que toman el sol en la playa y pagar las multas que les imponen por apropiarse de datos de carácter personal con fines inconfesables.

Otra ventaja de hacer la revolución a lo mantero es que la cantidad de acciones imitables es enorme, por lo que los recursos simbólicos y gratuitos disponibles para los separatistas distan mucho de estar agotados, como lo demostró la emulación de Bobby Sands de Jordi Sànchez, Jordi Turull, Joaquim Forn y Josep Rull en su reciente huelga de hambre simulada.

Está por ver si Elisenda Paluzie terminará de convencer a alguno de los socios de la entidad que preside de que se inmole a lo bonzo frente a los estudios centrales de TV3, a tiempo para que Xavier Graset pueda entrevistar en directo al inmolante, con Puigdemont en pantalla doble siguiendo con atención solemne los acontecimientos desde Waterloo.

Mientras, con en el trasfondo de las llamas en TV3, Quim Torra recita ardientemente un poema de su propio puño y letra, escrito para marcar tan señalada ocasión, coincidiendo con alguna de las muchas fechas históricas que el independentismo se ha ido inventando por el camino.

Que la canícula les sea leve.

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