Una política migratoria liberal contra Putin
La emigración rusa puede ayudar a drenar los “cerebros” de Putin al privar a su maquinaria de guerra de la inteligencia científica y técnica en la que se basa su fuerza militar.
«Vienen tiempo de cambios. Nos adentramos en un nuevo orden mundial, y debemos liderarlo. Y debemos unir el resto del mundo libre al hacerlo». En probablemente uno de los discursos presidenciales más trascendentes de las últimas décadas, Joe Biden proclamaba que el equilibrio de poderes consolidado tras la caída de la Unión Soviética, se derrumbaba tras la agresión rusa en Ucrania. La invasión ha acelerado el vínculo transatlántico y reforzado la unidad estratégica de Europa, también en materia de seguridad. Ante la amenaza bélica de Vladímir Putin, Bruselas y Berlín han dado un vuelco sin precedentes a sus políticas de defensa y energía, al tiempo que se refuerza el peso de las sanciones económicas y políticas, así como la coordinación internacional para aplicarlas.
Existe, sin embargo, otro instrumento clave con el que cuentan la UE y EE. UU. para hacer frente a Putin: la política migratoria. Más de 2,3 millones de personas se han desplazado desde Ucrania a la Unión Europea, llegando a países limítrofes como Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que podrían alcanzar entre 2,5 y 6,5 millones de desplazados.
Tras la propuesta de activar la Directiva sobre protección temporal por parte de la Comisión Europea y de la decisión del Consejo, la Unión Europea acaba de dar luz verde para ofrecer una asistencia rápida y eficaz a las personas que huyen de la guerra en Ucrania. Esta protección concede un permiso de residencia inmediata durante un año ampliable a tres, la posibilidad de trabajar y acceso a la educación, asistencia social y atención médica.
Las naciones del Mundo libre harían bien en ofrecer a los ucranianos acceso ilimitado y sin restricciones temporales a las ofertas de trabajo en sus respectivos países. Países como el Reino Unido y EE. UU. en particular, se enfrentan a una escasez de mano de obra en muchos sectores económicos – sector asistencial, agricultura, construcción, hostelería – que los inmigrantes pueden ayudar a aliviar. Las reformas también deberían ofrecer garantías a los estudiantes ucranianos, facilitando su permanencia en los países en los que están cursando su formación.
España es el cuarto país europeo con una mayor diáspora de ucranianos, por detrás de Polonia, Italia y República Checa, según la oficina de estadística comunitaria Eurostat. La importante presencia de comunidad ucraniana en el territorio hace prever que serán muchos los ciudadanos que huyendo de la guerra opten por emigrar a España para reunirse con familiares e instalarse aquí de forma temporal. Serán ellos los que se beneficien de la directiva europea de protección temporal aprobada en 2001 tras el conflicto de los Balcanes, pero que no se ha aplicado nunca hasta ahora.
Existe otra vía a través de la cual la política migratoria de los países que integran la alianza transatlántica podría noquear al autócrata ruso. Además de acoger a los refugiados ucranianos, Estados Unidos y los estados miembros de la UE deberían ofrecer un refugio seguro a los ciudadanos rusos que buscan escapar del régimen opresivo de Putin. Como explica el escritor científico e ingeniero aeroespacial Robert Zubrin, la emigración rusa puede ayudar a drenar los “cerebros” de Putin al privar a su maquinaria de guerra de la inteligencia científica y técnica en la que se basa su fuerza militar. Estos profesionales podrían ayudar a expandir la innovación científica y el crecimiento económico de países como el nuestro y fortalecer la ventaja competitiva de Occidente frente a Rusia.
Una proporción significativa de los inmigrantes rusos en Occidente se dedica a la innovación científica y tecnológica. Ejemplos destacados incluyen a Sergey Brin (cofundador de Google), Igor Sikorsky (pionero del helicóptero) o Vladimir Zworykin (padre de la televisión electrónica). Asimismo, deberíamos resistirnos a la tentación de algunos líderes políticos de expulsar a los estudiantes rusos que estudian en nuestros países. Al contrario: deberíamos otorgarles un estatus especial y permitirles permanecer aquí después de graduarse si así lo desean. Otra opción interesante, sugerida por el economista Timur Kuran, es la de otorgar el estatus de refugiados a las tropas rusas que se rindan. Dicha medida también ayudaría a socavar la fuerza militar rusa.
La evidencia sugiere que la llegada de la diáspora de emigrantes a sociedades más libres aumenta la oposición a la represión y la corrupción de los países de origen, contribuyendo también al flujo de ideas de las naciones liberal-democráticas a las autocráticas. Así pues, la expansión de la emigración rusa hacia Occidente supondría una clara victoria moral para las democracias liberales. Durante la Guerra Fría, EE.UU. recibió refugiados de la URSS, Cuba y otras naciones comunistas, en parte, por esta misma razón.
Un esfuerzo contundente por acoger e integrar a los refugiados ucranianos, así como profesionales rusos, especialmente en los ámbitos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), no sólo supone un imperativo ético en el momento actual: debilitará la autocracia rusa, minará la propaganda interna de Putin y reforzará el músculo de las economías occidentales.