Una inmobiliaria con dotes ocultistas

Podía ser el argumento de una teleserie estadounidense emitida en prime time. La protagonizarían actores que representen a una organización poseedora de los mayores activos inmobiliarios del país y que los vende sin dar la más mínima información sobre su devenir. El comprador negocia hasta donde puede y siempre consigue un buen precio, porque la inmobiliaria necesita desprenderse de pisos, casas, terrenos y locales comerciales al precio que sea.

Podría funcionar, porque en la ciencia ficción y en el sector privado todo es posible. El problema deviene cuando esa organización inmobiliaria es un instrumento del Estado para sacar adelante la reforma financiera y la atonía inversora del país. La perplejidad aumenta cuando estamos delante no de una invención, sino de la Sareb, una inmobiliaria colosal en la que el capital público es el gran sostén.

 
Es deseable saber cuánto cuesta la Sareb y si gestiona con habilidad

También es cierto que en este país la venta de inmuebles está y estará sujeta a múltiples presiones. Los inmobiliarios no aceptan que los bancos sean sus competidores, aunque gracias a ellos han construido grandes imperios. Hay mucho interés en la compra y venta de inmuebles, porque toda la vida ha sido así, y el urbanismo en general, la banca y las administraciones públicas en particular han obtenido pingües beneficios gracias a esa actividad.

Dicho eso no se aguanta que la Sareb transite por el oscurantismo. Si el país ha de sacar de la crisis a su sistema bancario, al apéndice inmobiliario y ha de regresar al mercado el parque de viviendas que se han quedado atrapadas en la crisis conviene que se haga con luz y taquígrafos. Sería deseable conocer con exactitud cuánto nos cuesta ese proceso y si se gestiona con habilidad. Todo lo demás es puro ocultismo de un gobierno poco propenso a la transparencia, sea en la televisión pública que domina o en la Sareb, aquello que empezó llamándose banco malo…