Una estatua ecuestre para Ramón Tamames
Tamames tiene un plan, una operación en la que todo el mundo ha fracasado: la infiltración y posterior destrucción de la extrema derecha nacionalpopulista
Tengo la impresión de que ninguno de los opinadores de plantilla de los diferentes medios de comunicación de nuestro país y repúblicas adyacentes ha logrado decodificar correctamente a Ramón Tamames.
No, amigos, Ramón Tamames no es el anciano vanidoso y sin principios que ha vendido su alma a la extrema derecha a cambio de un plato de lentejas que tratan de pintarnos los medios. Muy al contrario, cada día que pasa y cada nueva entrevista que concede le hacen aparecer ante mis ojos como lo que en realidad es: un héroe homérico, un titán, un cruzado, un vengador de la democracia liberal.
Ramón Tamames es un patriota de los pies a la cabeza, un semidiós que ha comprendido que nuestras libertades están en juego y ha decidido salvarla aún a riesgo de poner en compromiso su bien más preciado, que no es otro que su reputación.
Ramón Tamames es un patriota de los pies a la cabeza, un semidiós que ha comprendido que nuestras libertades están en juego
Tamames tiene un plan, una estrategia milimétricamente concebida para, como si de un nuevo Richard Sorge se tratase, conseguir él solo y sin más ayuda que la de su brillantísimo cerebro el éxito en la arriesgada operación en la que todo el mundo ha fracasado: la infiltración y posterior destrucción de la extrema derecha nacionalpopulista.
El primer paso consistió en engañar a la cúpula de Vox, algo que sin duda fue bastante sencillo para este nuevo James Bond de la inteligencia política española dadas las urgencias del partido ultra para encontrar un candidato que uniese dos condiciones imposibles de darse a la vez en la misma persona: unas credenciales democráticas a prueba de bomba y el poco sentido común necesario como para inmolarse exponiéndolas al contagio totalitario de la formación ultraderechista.
A partir de ahí la cosa se volvía mucho más difícil, como si de la famosa rana sumergida en una olla se tratase, Tamames debía iniciar una enloquecida ronda de declaraciones a los medios de comunicación en la que progresivamente ir aumentando la temperatura de la misma sin que Vox lo notase demasiado, un proceso delicadísimo en el que debía ir cuestionando uno a un todos los principios que defiende este partido: Desde la existencia del cambio climático hasta la unidad nacional pasando por la existencia de las comunidades autónomas o la necesidad de un trato especial para Cataluña.
Un proceso en el que además debía conseguir que Vox no abjurase de él y decidiese retirar la moción de censura antes de que esta se produzca con el fin de darles el golpe de gracia en el debate de la moción en riguroso directo y ante la mirada atónita de todo el país.
A menos de una semana del debate de la moción de censura hay que decir que Ramón Tamames ya ha conseguido casi todos sus objetivos
A menos de una semana del debate de la moción de censura hay que decir que Ramón Tamames ya ha conseguido casi todos sus objetivos, solo le queda rematar la faena realizando un discurso tan impecablemente democrático que a los diputados de Vox les sea imposible votar en contra de la misma, logrando que el ridículo en el que han incurrido en todo este proceso alcance la cima del Olimpo de esta categoría, algo solo reservada hasta el momento para algunas obras de teatro de Fernando Arrabal o Eugène Ionesco.
Una tarea de derribo tan sublime, eficaz e improbable que debería hacer acreedor a Ramón Tamames de una estatua ecuestre frente al congreso de los diputados sufragada por todos los españoles.
Yo ya les anuncio que contribuiré con generosidad a tan noble causa.