Una Diada al año no hace daño

Si Junts sale del Govern, ya no volverá a entrar. El eje nacional sobre el que se sustenta la coalición se romperá y será sustituido por el eje de izquierdas

Pasó un nuevo 11-S, el primero en los últimos años sin la excusa de la pandemia a la hora de contabilizar participantes. ¿Éxito? ¿Fracaso? ¿Renacer o funeral del independentismo exprés, ese que reclama en vano independencia o elecciones, ese siempre pita pero nunca sale de la estación?

Interpretaciones, las hay para todos los gustos. Depende de la conveniencia de cada cual. Unos pueden comparar con el año pasado y clamar por un gran éxito, si bien empalidecerán al comparar con las cifras de los buenos tiempos. Lo cierto es que mientras no se llegue al millón y medio o per lo menos al millón real, la estabilidad está asegurada.

Prueba irrefutable, en la Diada de 2014, La presidenta de la ANC, Carme Forcadell exigió: «President, posi les urnes”. Artur Mas obedeció y convocó elecciones. Ocho años más tarde, Pere Aragonés se permite el lujo de ausentarse de la gran manifestación, y encima denunciar a la misma Assemblea Nacional como algo pernicioso. Las exigencias actuales de la ANC se repetirán el año próximo. ¿Y mientras? Nada. Una Diada al año no hace daño.

¿Éxito o fracaso? Lecturas, las que sean, y ante todo dos de opuestas, las de quienes se dan por satisfechos si ERC sale perjudicada contra las que convierten el pinchazo en combustible para el avance de los republicanos. Puede que ni lo uno ni lo otro. Consecuencias, ninguna de gran calado que pueda preocupar a los enemigos del procés. Y ya veremos si alguna tendrá en el único punto de cierto interés que presenta en la actualidad la política catalana, que como todos saben es, no la salud sino la longevidad de la coalición entre ERC y JxCat. Vamos allá.

Sobre la salud, hay que decir que es bastante buena en el interior del Ejecutivo pero sin embargo se deteriora a ojos vistas en cuanto a la disyuntiva fundamental que tiene planteada el independentismo. Si es cuestión de ir tirando, sacar de lo perdido lo que se pueda y esperar tiempos mejores o bien si es hora de arremangarse y preparar el nuevo envite para conseguir la independencia.

División

Ahí sí hay división. ERC se aferra la mesa de diálogo pese a las dificultades. Junts la rechaza por inútil y promete avanzar, lo que constituye, además de una denuncia al inmovilismo de su rival, una afirmación sobre sus intenciones, contrarias por completo a claudicar como sus socios. Incluso Jordi Turull, que se declara presto a escuchar a los manifestantes y asumir sus críticas, se permite insinuar que tal vez deban rectificar y que Junts se apresta a tomar decisiones de calado.

De hecho, hay que entender las palabras de Turull como un preanuncio de que están dispuestos a abandonar la coalición si ERC no rectifica y se deja arrastrar y prepara con ellos el famoso si bien fantasmagórico asalto. Bajo liderazgo exconvergente y con el icono de Laura Borrás, claro está, como nuevo pendón de Santa Eulàlia, el que paseaban los barceloneses en 1914 a fin de infundirse ánimos ante la inminente catástrofe.

ERC se aferra la mesa de diálogo pese a las dificultades

Según las modestas entendederas de este analista, se trata de un simulacro, no de un auténtico órdago o de una bifurcación. JxCat hará cualquier pirueta para despojar a ERC del marchamo de pata negra independentista y adjudicárselo en exclusiva. Puede decirse en buena parte que lo están consiguiendo. Y más que se ganarán el título, dentro de pocas semanas, a partir de la reivindicación patromonialista del quinto aniversario del 1-O. El mérito fue de ellos, el levantamiento de la DUI su actual objetivo. No se fíen de la competencia que cabizbaja y genuflexa, se conforma con administrar la autonomía.

Por si no se habían fijado, las palabras ‘pirueta’ y ‘objetivo’ del párrafo anterior tienen retranca. ‘Pirueta’, en contraposición a ‘paso’. ‘Objetivo’ como algo muy distinto, y en este caso opuesto a ‘programa’. Piruetas, sí. De dar un paso, ni hablar, porque el único paso que podrían dar los de Junts es salir del Govern y saben que decisión, la única de calado, les elevaría a la categoría de héroes de pacotilla, los que caen al dar un traspiés bajo el peso de la propia armadura.

Si Junts sale del Govern, ya no volverá a entrar. El eje nacional sobre el que se sustenta la coalición se romperá y será sustituido por el eje de izquierdas. A eso, a perder cargos y mando, no están dispuestos, bajo ningún concepto o circunstancia. Lo único que pretenden es cambiar las tornas, desquitarse de la humillación sufrida en las pasadas elecciones y recuperar la hegemonía del único modo posible, eso es volviendo a conquistar la presidencia de la Generalitat.

Una Diada al año no hace daño. Para poder incidir en la realidad política, la de las urnas y los cargos de responsabilidad pública, los 150.000 manifestantes según la Guàrdia Urbana tendrían que haber sido cinco veces más. En la guerra de cifras, hagan la media, unos 400.000, y luego multiplíquenla por pi (3,14). El resultado es la cifra que marcaría la diferencia, el nacimiento de un nuevo ciclo. Mientas, repitan e interioricen que una Diada al año no hace daño.

Lo sabe Turull. Tal vez sepa también, o intuya, que el consumo de pata negra está yendo en realidad a la baja, y que la estrategia de Junts para recuperar la presidencia es errónea. Pero no tiene otro remedio que insistir, jugar a gobernante autonomista que va contra la autonomía. Si abandona la doblez, es grave el riesgo de que el partido, no la coalición, se rompa sin posibilidad de recomposición.

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