Más allá de los jadeos de una votante feliz, la insinuante e inesperada presencia de una candidata supuestamente alternativa, la agresividad de un avatar político de Lara Croft o las obscenas alusiones a los andaluces resulta de verdad difícil entusiasmarse por la campaña electoral que conduce a las elecciones autonómicas del 28 de noviembre.
Y es que ya dice el refrán que dos no se pelean si uno no quiere y en estos comicios las tres únicas fuerzas realmente en liza han decidido no hacerse ni un rasguño: los socialistas, no pueden; CiU no quiere, y a ERC no le conviene.
Como líder de una coalición de gobierno, de la que renegó apenas sonó el pistoletazo de salida, Montilla no ha podido plantear una estrategia electoral agresiva. ¿Contra quién? ¿Con quién? Tampoco su carácter le hubiera acompañado. El hombre de hielo, buen gestor, aparatichki en estado puro, tiene seguramente muchas virtudes pero no las de un dirigente carismático capaz de levantar pasiones. Su propia obra de gobierno, correcta y hasta notable en la administración de las cosas, se ha visto demasiadas veces confusa cuando se trataba de hacer política, como en el caso de la gestión de la sentencia del Estatut, que desorientó a los suyos y no convenció a los demás.
Como Napoleón
Enfrente, Artur Mas, a quien todas las encuestas insuflan un viento a favor que le conduce casi inexorablemente al Palau de la Generalitat, ha diseñado una campaña adormidera. El objetivo era que nada alterase la situación de partida, un escenario a priori que habría firmado sin dudarlo como resultado final. No hacer nada, no decir nada, es una buena estrategia para no equivocarse. Si los otros ya se bastan para desautorizar el gobierno al que se juzga en estos comicios, si los otros no ofrecen nada relevante, para qué mover pieza. O en palabras de Napoleón: si el enemigo se equivoca, no lo distraigas.
Así al menos hasta que se dan cuenta de que quizás se les ha ido la mano con el cloroformo y algunas encuestas empiezan a situar la participación electoral por debajo del 50%, con lo que la ley d’Hondt empieza a hacer de las suyas y amenaza con llenar el parlamento autonómico con seres extraños, no invitados en principio a la fiesta, y que podrían acabar dibujando una legislatura muy difícil de gobernar: aumento hasta 5 escaños para Ciutadans, entrada gloriosa de Laporta y hasta quizás algunas otra sorpresa.
La amenaza de la abstención
Entonces, cuando esto se empieza a vislumbrar, el olfato político de Mas, que se ve gobernando las próximas tres legislaturas al parecer, decide imprimir un poco de marcha, como ocurrió el viernes en Manresa en el mitin más entusiasta que ha dado hasta ahora, temeroso de que hasta los suyos opten el domingo por levantarse tarde, salir a hacerse el vermut, echarse una buena siesta y les dé pereza después acercarse al colegio electoral correspondiente a dejar su voto. Sabe el dirigente nacionalista que si todo va como está anunciado, luego habrá que gobernar y la situación económica es suficientemente preocupante como para tenerla que estar negociando con según quién.
ERC es la tercera en liza y aún tendría posibilidades de poder vender caros sus escaños. Para la mayoría de sus detractores, el partido independentista ha demostrado una excesiva bisoñez en las cuestiones de gobierno, no exenta de un cierto sectarismo y hasta una desmesurada ambición. Desde su gran éxito electoral en el 2006, ERC no ha sido capaz de superar la permanente adolescencia en que parece instalada: ha cambiado de líder y el elegido, Joan Puigcercós, no ha sido capaz de superar las heridas que abrió su victoria sobre el anterior presidente, Josep Lluís Carod-Rovira. Con la independencia de Catalunya como santo y seña del partido, Puigcercós ha visto además como le crecían otras formaciones que le disputaban la exclusividad de ese territorio, que aunque tal vez no consigan escaño a buen seguro le van a restar unos cuantos votos.
De confirmarse las previsiones de los sondeos, ERC sufriría un serio batacazo en estos comicios y de ser así tendría un problema para volver a su tamaño anterior sin que ello abriera alguna que otra crisis interna. El partido que hoy lideran Puigcercós, Benach y Ridao ha crecido mucho y si quedan fuera del Govern deberá hacer muchos equilibrios, por ello seguramente ya han empezado a practicar. ¿Es un síntoma que en el mismo Palau de la Música, Puigcercós obviara la situación atravesada por esta institución catalana y la posible financiación irregular de CiU?
Pobreza intelectual
No. Esta campaña electoral no está siendo nada excitante, a no ser para aquellos que participen de la pobreza intelectual mostrada por algunos estrategas de la comunicación política. Y no lo está siendo, entre otras cosas, porque una vez más las fuerzas del oasis parecen haber alcanzado un pacto para que aquello que realmente nos ha excitado en estos últimos cuatro años quede fuera de foco.
¿Es lógico, por ejemplo, que temas como el escándalo del Palau de la Música y sus implicaciones políticas o el caso de Santa Coloma, que la debilidad de algunas cajas catalanas y los posibles escenarios de evolución de este importante sector financiero, los temas propios de la crisis económica… hayan quedado fuera de campaña? De los grandes titulares que han marcado la legislatura que ahora agoniza, sólo el del futuro rol político de Catalunya parece haber encontrado acomodo. Y aquí tampoco las propuestas parecen excitantes: una independencia o un concierto económico que nadie sabe con qué aliados se hará o un pacto con Zapatero que no se ha podido hacer en toda la legislatura. Pero no desesperemos, aún queda una semana.