Una alternativa para el ‘pensionazo’

Empiezo a creer que las sandeces que dicen algunos/as dirigentes políticos/as no son fruto de su caradura, sino el escaparate de estrategias de comunicación orientadas a distraer la atención y substraerle al respetable debates a todas luces imprescindibles. La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, se ufana de garantizar que en el futuro “las pensiones subirán siempre”. Verdad técnica, pero realidad falseada. Mentira política. Subirán, pero no tanto como el IPC, de cuya evolución se pretenden desvincular y se desvincularán si alguien no lo remedia a tiempo. Luego los pensionistas, engañados en las propuestas electorales, saldrán perdiendo.

El PP de Rajoy, Cospedal, Báñez y compañía montó en cólera cuando Zapatero (ay, aquel presidente socialista, chivo expiatorio de todos los males, incluída la pérdida de Cuba) decidió congelar ¡un año! las pensiones. Ahora, ya desde el gobierno, los populares, traicionando su programa, plantean una reforma que, en el mejor de los casos, implicará una pérdida del 10% del poder adquisitivo de los pensionistas en sólo diez años. Un pensionazo en toda regla.

Todo el mundo coincide en que hay que reformar el sistema de pensiones, porque tal cual está genera más incertidumbres que garantías para el futuro inmediato. Pero al debate público sólo van llegando complejos resúmenes “técnicos”, con no menos abstrusas fórmulas (técnicas, claro) que desaguan siempre en la misma conclusión: recorte inmediato y futuro y quien pueda que se haga un plan de pensiones privado.

Con unos cuantos millones menos de cotizantes, es claro que un sistema sostenido sólo con las cotizaciones de trabajadores y empresarios no resiste los maremotos producidos por la crisis. La cuestión ahora es saber si en las fórmulas futuras caben alternativas o no. Si en materia de pensiones también sufrimos el pensamiento único (técnico, por supuesto). Porque la realidad nos muestra que hay países europeos donde lo que no cubren las cotizaciones se completa con el presupuesto público y con los impuestos.

Y eso ya no es un debate pretendidamente sólo técnico, sino, en primer lugar, ideológico. Una discusión que desagrada a los mentores del imperante paradigma neoliberal, pero que la izquierda debe propiciar y fundamentar. Para que luego no dé la impresión de que el discurso de la derecha y de la izquierda socialdemócrata se parecen demasiado. Una buena oportunidad para (re)elaborar el discurso progresista, si es que existe aún.