Un Puente Aéreo con turbulencias

Hay un lobby, que cuenta con la bula de La Vanguardia (editor y director), apodado Puente Aéreo. En él se citan los principales empresarios de Barcelona y Madrid con intereses recíprocos y vocación de trascendencia mutua. Allí coinciden aquellos que buscan un acomodo en el poder central y los que, desde la centralidad geográfica, buscan una buena imagen periférica.

Ese grupo de opinión lo impulsa el feriante Enrique Lacalle. Ni una palabra sobre el personaje que no haya dicho esta publicación hasta la fecha. Existen más, los visibles y los invisibles. Ya saben que los primeros se llevan el golpe en la entrepierna y el resto sobrevive inmune.

Esta semana se han visto con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. No tenía una imagen del político muy clara hasta hace unos meses. Recuerdo que me aburrí solemnemente cuando siendo también ministro del Gobierno de José María Aznar nos dio una charla a los integrantes de la Asociación Catalana de Periodistas de Información Económica. Hace muchos años y tanto él como la entidad corporativa tenían un cierto interés. Hace un tiempo recuperé su pista cuando me hizo llegar un burofax para que rectificáramos una información en la que le relacionábamos con los intereses de la empresa de juego Codere. Ni él ni la empresa nos aclararon la situación y esta publicación le dio derecho de réplica que no es lo mismo que rectificar nuestras tesis, sino una cosa diferente. Y, claro, espero la declaración complementaria, pero con tranquilidad de espíritu.

 
¿Qué hacen Xercavins o Torreblanca en este lobby? ¿Cuál es su transcendencia política o empresarial?

Les ha dicho Montoro que Mas debe agotar la legislatura. Allí hay personajes próximos a CiU como Josep Sánchez Llibre; el autopistero Salvador Alemany y otros que no quedan muy lejos en el radio de acción político del President. Si Montoro piensa que Mas debe seguir, estoy seguro de que Mas seguirá. Y no por la amenaza fiscal, que da vértigo, sino por su capacidad tributaria de contextualizar… Igual de seguro que el Puente Aéreo, el lugar en el que catalanes y madrileños intercambian opiniones, no tiene mayor sentido que el networking que ejercen unos y otros.

¿Qué hacen Josep Maria Xercavins o Manel Torreblanca en ese grupo? ¿Con quién han epatado? No quiero hablar de su papel empresarial, que podría, sino de su inexistente rôle político. ¿Quiénes son? ¿A qué dedican el tiempo libre? Llegará un momento en el que nos veremos obligados a explicarlo y ellos se sentirán conmocionados porque lo hagamos. Pero hay más. Y sin señalar, me saldrían una docena de los asistentes, que ni son siempre los mismos ni tienen (al menos de forma aparente) intereses comunes. Perdón, uno sí que es común en alguno de estos insólitos personajes: matar a Economía Digital, que no es un medio proclive a sus intereses. Lástima que todo el Cola-Cao que tomaron en su juventud les va a resultar insuficiente.

Bien, es un decir. Si nos atenemos a los hechos, cuando han intentado acordar un texto común sobre las relaciones entre Catalunya y España se han encontrado por delante con su incapacidad para pactar. Y, claro, como es un lobby, pues aquí paz y después gloria. Dicho de otra manera, las turbulencias sólo son un problema para los que vuelan poco y tienen miedo a las alturas. Quienes viven en ellas se ríen a calzón quitado. Será, quizá, lo que le pasa a los chicos del Puente Aéreo…