Un Govern sin aristas para Pedro Sánchez
El nuevo Govern y la concesión de indultos supone para Pedro Sánchez tener bien atada la cuestión catalana, por lo que espera ir sacándose problemas para pasar a la ofensiva y mantenerse en Moncloa una legislatura más
Probablemente no habrá indultos plenos pero sí lo que pide los independentistas, que sus presos salgan de la cárcel o pasen en ella el menor tiempo posible. No es concordia ni perdón sino simple cálculo, y encima más aritmético que político.
Pedro Sánchez sabe que no puede dar la imagen anticipada de perdedor. Después de ser arrollado ignominiosamente por las urnas en Madrid, encajado el órdago de Ceuta y de comprobando lo mal que le va en los sondeos, parece como si una ola enorme amenazara de engullirle. Es lo que le va.
Sabe el inquilino de La Moncloa que no le saldrá a cuenta resistir los embates del temporal como en una fortaleza asediada. Si quiere permanecer en el poder otra legislatura no tiene más remedio que terminar esta a la ofensiva, subido en el carro triunfal construido en los talleres monclovitas y con la pechera repleta de las medallas que él mismo se impondrá sin remilgos.
Por eso es tan importante para él amarrar unos votos en el Congreso. A cambio, el trágala de hacer algo más allá de las palabras, las infructíferas mesas de diálogo para besugos o las medias promesas que no van a cumplirse: se exige un gesto, un acto, algo concreto, palpable, real, o sea que los presos independentistas salgan de la cárcel. Vaya problemón.
Desde su punto de vista, el pacto entre ERC y JxCat tal como se ha concretado es el mejor de los posibles, ya que le garantiza algo nuevo y muy deseado en relación a Cataluña, que se hable de ella lo menos posible.
Pues bien, Junqueras y Aragonès han hecho los deberes al conseguir un ejecutivo con perfiles más técnicos que políticos, dedicado a la gestión, no a la gesticulación y mucho menos a la confrontación.
Se dice que el Govern es paritario entre los dos partidos coaligados, pero si nos atenemos a dos de las tres carteras más importantes atribuidas a JxCat, Economia y Sanitat, nos encontraremos, oh sorpresa, con sendos consellers que hubieran podido ser nombrados en un govern monocolor, por supuesto que de Esquerra. Jaume Giró, ex número dos de Isidro Fainé en CaixaBank y Josep Maria Argimon, el encargado por ERC de enfrentarse ala pandemia.
Para culminar la jugada maestra de la desactivación, la designación de Jordi Puigneró como vicepresident en lugar del fiel Damià Calvet es tan indicadora del cambio como el hecho mismo de que la vicepresidencia haya dejado de tener el peso y el contrapeso de los que disponía Aragonès en tiempos de Quim Torra.
En resumidas cuentas, que este ejecutivo, tan independentista como franquistas eran los ministros del Opus, está formado por tecnócratas, algunos de ellos doblados de políticos pero sin peso ni perfil propio conocido más allá de su entrono inmediato.
A sabiendas de que la amnistía es imposible, los independentistas hacen campaña a favor de la amnistía es porque saben que esto les cohesiona
Es más de lo que Pedro Sánchez hubiera soñado. Con enemigos como Aragonès y su govern no hacen falta amigos. El baile político del independentismo seguirá, pero ni la música ni la letra se dejarán oír más allá del Ebro. Es lo que quería Sánchez. La amenaza no está conjurada, pero no hay mejor garantía de sosiego para los próximos tiempos.
¿Cómo ha sido posible un giro tan radical? ¿Cómo han quedado fuera todos los que podrían haber supuesto un aguijón puigdemontista a la moderación de Junqueras y Aragonès? No importan los pormenores sino la contundencia del hecho en si.
Jordi Sànchez no ha abandonado a Puigdemont para volverse Junquerista. Sin embargo, tras amagar mediante exigencias radicales, ha colaborado con un ahínco por completo inesperado a la pacificación del independentismo, tanto la interna como en relación a España.
Un deshinchado Puigdemont
Es casi asombroso cómo el hasta ahora oscuro líder del partido que Puigdemont mismo creó le ha arrinconado hasta convertirlo en poco menos que en un icono inoperante. Más que la presidencia de Aragonès lo más significativo de este govern es el eclipse de Puigdemont como actor político capaz de tomar decisiones que dificulten la política.
Bueno, pues una vez tan allanado el camino por parte catalana, le toca al gobierno mover ficha. Y no hay otra que la de las excarceraciones. Si no le hicieran falta los votos independentistas no se atrevería a desafiar a propios y extraños con lo que a excepción de Podemos es leído como un despropósito. Pero tiene que hacerlo y lo hará.
Los independentistas saldrán de la cárcel
El cómo, da igual. Si a sabiendas de que la amnistía es imposible, los independentistas hacen campaña a favor de la amnistía es porque saben que esto les cohesiona sin coste alguno, ya que todo el mundo da por hecho que esta puerta está cerrada. La de la cárcel, que es la que importa, no por mucho tiempo.
La cuestión es que salgan los presos. Y saldrán. Si en La Moncloa encuentran la fórmula para conseguirlo sin recurrir a los indultos, o minimizándolos, la aplicarán. Pedro Sánchez espera que la excarceración sea el último sinsabor de una aciaga primera etapa de la legislatura que va a hacer lo imposible por reconducir tras el verano.