Un gobierno que importa mucho

En política no faltan sorpresas. Cuando Jean-Claude Juncker fue elevado al rango de presidente de la Comisión Europea no pocos pensamos que su condición de habitual de aquellos lugares hacía previsible un predominio del color gris en su ejecutoria. Pero ha configurado una Comisión potente, ejecutiva, con experiencia, hasta el punto que el periódico británico The Guardian –de tono europeísta en un país de abundante euroescepticismo– ha dicho que era el Ejecutivo europeo más formidable desde hace muchos años.

Entre las pocas expectativas que se tenían con Juncker y la presunta postergación de Arias Cañete, junto a la dilación en el desembarco de De Guindos en el eurogrupo, los mecanismos de la opinión pública española han despachado la nueva Comisión de un plumazo. Y, sin embargo, llega en momento crucial y no se compone de un conjunto apañado de títeres, como se ha dicho. Ahí están nueve ex primeros ministros, cuatro ex vicepresidentes de gobierno y más de una docena de exministros de calidad contrastada.

Como de costumbre, es el encaje de bolillos al que obliga la compleja naturaleza de una unión de veintiocho socios. En el caso de Arias Cañete habrá que ver cómo asume sus poderes, que pueden ser muchos porque fundamentalmente su cartera se centra en la energía. La Unión Europea lleva muchos años intentando perfilar una política energética común. Dado el conflicto ucraniano, la estrategia energética es un punto crucial, de peso en la agenda de la nueva Comisión, como seguramente van a serlo el intento de una política inmigratoria común y la unión bancaria. En cuanto a De Guindos, parece estar situándose en la antesala del eurogrupo, de forma de cada vez más explícita.

Para Juncker las urgencias centrales son además el crecimiento aletargado y las altas tasas de paro generadas por la crisis de 2008. Por lo demás, su Comisión congrega a un conjunto de personalidades que si son bien lideradas pueden dar mucho juego. Por ejemplo, Jonathan Hill, barón británico euroescéptico al que Juncker ha confiado con cierto riesgo el asunto de los servicios financieros: el riesgo está en el referéndum británico sobre la pertenencia a la UE y los intereses de la City londinense, pero ya se sabe que es mejor tener al enemigo dentro de la tienda que fuera. Para los asuntos económicos y financieros, reaparece el socialdemócrata francés Pierre Moscovici. Liberation le describe encantado con su posición, aunque hubiese querido ser vicepresidente, y al mismo tiempo visto con recelo por su oposición a las austeridades reclamadas por Alemania.

Al ex primer ministro letón Valdis Dombrovskis, Juncker le adjudica la cartera del euro. Él sí ha sido un partidario acérrimo de la austeridad y así revitalizó la economía letona. En el capítulo de fondos europeos, la prensa europea ha destacado el nombramiento de Kataine, conservador finlandés que en el año 2008 fue nombrado mejor ministro de finanzas por Financial Times, que para bien y para mal es la biblia de la economía comunitaria. Un nombre más controvertido es el de la italiana Federica Mogherini, para el servicio exterior europeo. Desde luego, tiene mucho ganado con ser sucesora de la inane baronesa Ashton, a pesar de las reservas por su falta de experiencia.

La habilidad del buen “insider” que es Juncker queda reflejada en el sistema de equilibrios que su Comisión representa entre los partidarios de que la austeridad sea prioritaria y los más proclives a buscar el crecimiento como sea. En fin: ese nuevo gobierno importa mucho. Es sabido que sus desvelos seguirán siendo un misterio para los ciudadanos europeos, pero sus decisiones cada vez afectarán más a las políticas nacionales. Para Ana Palacio, la Comisión de Juncker va a dar ventaja a cuestiones como la energía y unión monetaria frente a la ampliación de la UE o el mercado interior, asuntos más o menos encauzados o aparcados para largo tiempo. Un buen gobierno suele ser una sorpresa.