Un discurso de unión y pluralidad

El nuevo Rey salió del Congreso de los Diputados sin cetro ni corona. Son símbolos de permanencia, para uso ceremonial porque los reyes son proclamados y no coronados. Lo que quedó en el aire fue un discurso de proclamación construido por una sensatez que es moderna y a la vez procede de la experiencia histórica. Un mensaje de transparencia, para todos y también para la Zarzuela.

Proverbialmente, algunos tertulianos se hartaron de proclamar disparates desde los platós de televisión. Eso no es anecdótico porque un opinión-making indocumentado, cuando no tendencioso, tiene parte de responsabilidad en lo que está pasando. Ni una monarquía renovadora podrá parar tanta mediocridad mediática.

Felipe VI ha decidido hablar, al igual que su padre, como Rey de todos los españoles, sean vascos o cántabros, canarios o catalanes. ¿Es que podía ser de otro modo? Ha sido y es erróneo suponer que el nuevo monarca iba a comenzar su reinado poniéndose una barretina, encaramado como enxaneta y dando la razón al secesionismo. Otros imaginaron que iba a llegar al acto de proclamación ya con otro texto constitucional debajo del brazo.

 
Se olvidan o se quieren olvidar los gestos permanentes del Rey Juan Carlos y del ahora Felipe VI hacia Catalunya

Eso no podía ocurrir, entre otras cosas, porque juraba sobre la Constitución, según la cual él es ahora el símbolo de la unidad de España. Porque reinará, pero no gobernará. Pero a la vez hizo mención a la necesidad de diálogo, a los puentes de entendimientos, a las diversas lenguas, dando a entender que extremará su atención en evitar la discordia. A saber cómo se explica en las escuelas lo que es una monarquía parlamentaria. Por su parte, Felipe VI cree que aquí cabemos todos.

En la vorágine actual, se olvidan o se quieren olvidar, los gestos permanentes del Rey Juan Carlos y del ahora Felipe VI hacia Catalunya. ¡Cuánto satisfacía a Jordi Pujol el trato preferente que la daba el Rey Juan Carlos! En aquellos tiempos, el escritor Baltasar Porcel ejercía de mensajero entre la Generalitat y la Zarzuela. Pujol tuvo trato de figura senior de la política de España. Ahora dice que todo eso se acabó, pero no acaba de explicar por qué, o al menos no con la misma dedicación y minuciosidad con que antes explicaba todo lo contrario.

En unas páginas poco citadas, Gaziel cuenta la visita de Isabel II y del príncipe de Asturias, futuro Alfonso XII, a la Catalunya de 1860. Gaziel habla de apoteosis. Con una visita de Alfonso XIII, Joan Maragall escribió un artículo apasionado y Cambó adaptó la estrategia catalanista al entusiasmo que se respiraba en la calle. Cierto, esas cosas van y vienen. Isabel tuvo que marcharse de España y luego también Alfonso XIII. Pero tanto después de la Primera República como de la larga etapa dictatorial de Franco, la monarquía regresó. Lo dijo ayer Felipe VI: “Muchas gracias. Moltes gràcies. Eskerrik asko. Moites grazas”.