Un calendario altamente hipertenso
La temporada política comienza con la noticia de que Artur Mas irá al Fossar de les Moreres y que Oriol Junqueras amenaza a España con un boicot económico, lo cual es darle a España una patada –como dijo el clásico– en el trasero de los catalanes. Si el Born de 1714 es un vestigio irrespirable del antiguo régimen, el Fossar de les Moreres es un estrato fósil del Pleistoceno. Y el afer Pujol lo está nublando todo.
Ese desplazamiento topográfico del 11 de setiembre es una prueba más de la falta de sentido histórico de Mas, del mismo modo que la amenaza de Junqueras de poco contribuirá a la falsa ilusión de que una Catalunya post-secesión sería considerada un pecado venial y así toda Europa la querría en Bruselas.
De forma previsora, al final de su tramo por el camino de Santiago Angela Merkel ya dijo que la independencia de Catalunya no le parecía un portento deseable. Y al mismo tiempo, quien más quien menos sabe que la consulta no se hará.
Lo más probable es que haya mucho ruido e interferencias atmosféricas, pero Convergència no osa llegar al extremo de una declaración unilateral de independencia que dejaría las instituciones del autogobierno fuera de la ley. Extraña escenificación ver a Artur Mas en el Fossar de les Moreres donde se custodia el mito de las traiciones a una Catalunya irreal, que no existió jamás y que, por supuesto, no es la de ahora.
Por su parte, ERC tiene que escoger entre un salto en el vacío sin red alguna y una excelente cuota de poder como consecuencia de las elecciones municipales. Es un calendario muy hipertenso, con riesgo de infarto político. Están ahí el referéndum escocés, la ley de consulta y el posicionamiento correspondiente del Tribunal Constitucional.
En las mismas páginas del calendario está Francia. ¿Quién puede asegurar que la Asamblea Nacional no va a ser disuelta en breve porque la izquierda socialista haga la vida imposible a la insólita pareja Valls-Hollande?. En tal caso, según las urnas, el Gobierno pudiera ser o de la UMP sin líder todavía o de Marine Le Pen, de modo que veríamos un regreso a la cohabitación, incomodísimo para el presidente de la República, François Hollande.
Sin duda, para toda Europa lo mejor sería que el nuevo gobierno de Manuel Valls hiciese las reformas necesarias y que, por cierto, en parte son las que ya ha hecho Rajoy. Y a la vez es una opción que a España le convenga la debilidad política de Francia porque así Alemania, que tampoco poco puede contar con un Reino Unido de incierta pertenencia comunitaria, requeriría más apoyo español, como ya sugiere la declaración de Merkel a favor de Guindos como mando supremo del Eurogrupo.
Por lo demás, hay en el calendario las avalanchas de Oriente Medio, con el protagonismo sanguinario de un Estado Islámico que degüella periodistas, ejecuta a sus opositores y persigue a los cristianos. ¿Intervención militar? Es pronto. Al final, tal vez haga falta una gran coalición como la que Bush padre convocó hábilmente cuando Irak invadió Kuwait. Mientras, los convoyes rusos van y vienen de Ucrania. Son excesos del calendario de la rentrée.