Un borrador de Nikita Kruschev sobre el nacionalismo catalán
Si uno observa con el suficiente cuidado podrá ver ciertas coincidencias entre el 'procés' y el totalitarismo soviético de Stalin
Al parecer, en los archivos secretos del KGB que se abrieron en 2018, entre los folios que recogen la confesión del militar y diplomático Vladímir Antónov Oséyenko –cónsul de Stalin en la Barcelona de 1937-, sobre el enfrentamiento de los partidos políticos en Cataluña, se encontraron también valoraciones acerca del nacionalismo catalán de la época.
Unos folios que, posteriormente, Nikita Kruschev podría haber utilizado en la redacción del borrador del documento Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias, popularmente conocido como Informe secreto sobre Stalin al XX Congreso del PCUS (1956). Vale decir que el cónsul, antes de ser fusilado en la Lubianka, declaró que había confesado bajo tortura.
En cualquier caso, merece la pena recuperar algunos pasajes del informe –de hecho, una crítica del estalinismo- del que fuera Primer Secretario del Comité Central del PCUS, que podría haberse inspirado –decíamos- en los folios de la declaración del cónsul soviético sobre el nacionalismo catalán.
¿Quizá el informe de Nikita Kruschev contiene un subtexto que, de alguna manera, remite al nacionalismo catalán? Pasen, lean y valoren. Y que cada cual –realidad o ficción- saque sus propias conclusiones.
Nikita Kruschev toma la palabra
— “Un hombre semejante [Stalin y por extensión el estalinismo] debía saber todo, pensar por todos, hacer todo y ser infalible… nos interesa saber de qué forma el culto a la persona de Stalin no dejó de aumentar, de qué forma ese culto pudo convertirse en fuente de toda una serie de perversiones.
–“Cuando analizamos la manera de actuar de Stalin con respecto al país, cuando nos ponemos a considerar todo lo que Stalin ha cometido, nos convencemos de lo fundados que eran los temores. El lado negativo de Stalin fue transformándose en un grave abuso de poder.
–“[Hay que] prevenir cualquier posibilidad de vuelta atrás, en la forma que sea, de todo lo que ha producido Stalin [que arremetía] contra todo aquel que se le oponía, según su espíritu caprichoso y despótico.
— “Stalin no practicaba la persuasión a base de paciencia y de explicaciones, sino que imponía sus concepciones a la gente exigiendo una sumisión total a su opinión.
–“En Stalin está el origen de la idea de `enemigo del pueblo´… término que hizo posible la violación de todas las normas de la legalidad y eliminaba de hecho toda posibilidad de lucha ideológica, toda posibilidad de dar a conocer el punto de vista.
–“Había que ver la furia que se apoderó de Stalin, ¡cómo se podía suponer que Stalin no tenía razón! ¡Acaso no era un genio al fin y al cabo, un genio no puede equivocarse!
–“Todo el mundo puede equivocarse, pero Stalin pensaba que él llevaba siempre razón.
–“Jamás admitía haber podido cometer un error, pequeño o grande, a pesar de que cometiera bastantes, tanto a nivel teórico como práctico.
–“Stalin estaba convencido de que era necesario para la defensa de los intereses de la clase obrera contra las intrigas de los enemigos y contra los ataques del campo imperialista.
–“Stalin estaba convencido de que trabajaba por los intereses del pueblo, por la victoria del socialismo y del comunismo”.
¿Un borrador sobre el nacionalismo catalán?
La hipótesis –cierta o no- de Nikita Kruschev que, por la vía de Vladímir Antónov Oséyenko, habla oblicuamente del nacionalismo catalán, quizá tenga su grado de plausibilidad.
Alguien –a riesgo de sucumbir a la tentación del presentismo histórico- podría elaborar un pequeño diccionario de equivalencias. A saber: Stalin equivale a “proceso”; violación de la legalidad equivale a violación de la legalidad; clase obrera y pueblo equivalen a pueblo catalán; campo imperialista equivale a España; socialismo y comunismo equivale a República catalana.
El diccionario de equivalencias permitiría –salvando todas las distancias- establecer analogías, paralelismos y semejanzas entre la Unión Soviética de Stalin y la Cataluña independentista. Por ejemplo: el culto al “proceso” y sus perversiones, la omnisciencia y el abuso de poder del “proceso”, la transgresión y violación de la legalidad, la consideración del Otro como enemigo o la victoria final e inapelable de la República catalana.
Ese alguien, empeñado en la analogía, posiblemente añadiría un par de comentarios:
—El poder performativo del lenguaje del “proceso” –esto es, la capacidad de prescribir la realidad, persuadir, modelar y movilizar a la masa: de “somos una nación” al “derecho de decidir” pasando por el “expolio fiscal” o la “radicalidad democrática”- supera el lenguaje del agitprop soviético.
–El “proceso” -una suerte de sublevación que frecuenta el extremismo, el sectarismo y el autoritarismo– mantiene un cierto aire de familia con el integrismo estalinista –autorreferencial, institucionalizado y ritualizado- que deviene un artículo de fe que, escudándose en supuestos y elevados propósitos, invita al desafío, la desobediencia, la deslealtad y el incumplimiento de la ley con el anzuelo de la verdadera democracia que conduce a un mundo mejor.
Finalmente, ese alguien no se olvidaría de una de las frases con las que Nikita Kruschev concluye su Informe: “igualmente, tenemos que luchar contra todos los intentos que traten de restablecer esta práctica de una manera o de otra”.