Un atajo llamado Iceta
Miquel Iceta ha dado un paso al frente después de la retirada de Pere Navarro y la asunción “interrupta” de la alcaldesa Parlon. Destino incierto del PSC. Iceta tiene una cabeza política bien amueblada y conoce la ubicación de todos los cadáveres del PSC en el armario.
Quién sabe si ha llegado la partición drástica de lo que fue el PSC-PSOE. Anteriormente, ¿cómo si no se explicarían la vicepresidencia de Narcís Serra, los ministerios de Lluch y Borrell, además de otros como por ejemplo el exalcalde Clos? No se sabe todavía si Iceta es el hombre-puente o el equalizer que va a repartir los despojos de aquella asociación inteligente que fue sumar los votos del obrerismo de circunvalación y el catalanismo de progresismo sui generis –es decir, Sant Gervasi y Girona–.
Lo cierto es que, ni en los mejores tiempos de Roca o Duran al frente de Minoría Catalana, Jordi Pujol aceptó que CiU tuviera en Madrid las cotas de poder que tuvo el PSC. La responsabilidad es de Pujol. De otro modo, la conllevancia hubiese sido distinta y distinto el impacto de la influencia catalana en Madrid. Así lo quiso Pujol.
Para el PSC-PSOE existía un reparto: tú pones los votos del PSOE que yo pongo las élites del catalanismo. ¿Quién se queda con la custodia de los hijos del PSC tras este episodio de confrontación interna? ¿Es que Iceta va arbitrar o volcar la balanza hacia uno u otro lado? Tiene recursos de matiz. A la larga, los descontentos del PSC se llevarán algunos libros pero el mueble-biblioteca parece ser del PSOE.
La operación PSC-PSOE fue provechosa en las elecciones generales y municipales, pero generó mucha abstención en las autonómicas. Se abstenía no poco voto propio del PSOE, con lo que pudo propiciar la permanencia del pujolismo en el poder. Algo parecido ocurre ahora mismo, pero a mayor escala.
Pero eso no era motivo de satisfacción en el PSC más esencialista. Fue quemando diversos candidatos a la Generalitat y solo logró el poder –pero no la mayoría de escaños y votos– con Pasqual Maragall y los tripartitos de los que ahora nadie quiere acordarse. Mientras tanto, el PSOE se sentía incómodo con los desplantes y reservas del PSC, pero perduraba el statu quo y el PSC tuvo su cuota en los gobiernos de Felipe González y Rodríguez Zapatero. Eso llevó a un segundo Estatut y a la sentencia del Tribunal Constitucional.
La situación había comenzado a cambiar con Maragall y con el proyecto de nuevo Estatut alentado por Zapatero. La élite catalanista del PSC-PSOE aceptó los vínculos de una transversalidad que convertía el catalanismo inicial en nacionalismo, luego en soberanismo y finalmente en simpatía secesionista. Las leyendas de la nación catalana se sobreponían al método socialdemócrata en una sociedad plural.
En realidad, puede hablarse de incumplimiento del pacto fundacional PSC-PSOE, cuya razón de ser no era el soberanismo sino una socialdemocracia catalanista. Ciertamente le hace falta al electorado catalán una alternativa socialdemócrata de catalanismo abierto e incluyente. Por ahí anda Iceta, entre bastidores, conocedor como pocos de las claves vitales del PSC-PSOE.