Un acuerdo entre no independentistas o la apuesta por la democracia
Un giro más. La política catalana se sigue superando a sí misma. Los diez diputados de la CUP han desestimado estar representados en la Mesa del Parlament. Ceden su plaza, la que les ofrece Junts pel Sí, a la candidatura que formaron CDC y ERC y un puñado de independientes soberanistas.
De nuevo, como con otras actuaciones, se podría decir que han sido coherentes. No va con ellos, porque lo que está intentando la CUP es preparar el terreno para una situación de ruptura real, y desean saber hasta qué punto la burguesía catalanista de Convergència, esos señores y señoras que han sido los responsables de construir la Cataluña autonómica, es capaz de dar el paso.
Es légitimo. Pidieron el voto para iniciar ese camino. Y si lograron un voto prestado, allá ellos, los ciudadanos prestatarios, porque la CUP, por ahora, no engaña. Las negociaciones con Junts pel Sí no se han abortado, pero eso no indica todavía nada definitivo, ni en un sentido ni en otro.
Lo que ha ocurrido, a la espera de la suerte de Artur Mas, es más importante. Las fuerzas políticas no independentistas en el Parlament han decidido suscribir un acuerdo que representa una apuesta clara por la democracia. Y es que se ha abusado del término. Los independentistas hablan a todas horas de democracia. Colocar unas urnas para votar, eso es democracia, aseguran, aunque ello implique vulnerar la ley.
Catalunya Sí que es pot, el PSC, Ciutadans y el PP aprobaron este martes un documento «en defensa de la pluralidad» para que estén representados los cuatro partidos en la Mesa del Parlament. No se trata de una banalidad. La Mesa ordena los debates, acepta o no, por ejemplo, si se puede someter a debate en el pleno una iniciativa como una Declaración Unilateral de Independencia, la famosa DUI.
Y los equilibrios que presente se trasladan también a las distintas comisiones de la cámara autónomica. Y resulta que Junts pel Sí, tras esa gracia de la CUP, podría disponer de cuatro representantes, de los siete que tiene la Mesa. Sería mayoría absoluta, cuando Junts pel Sí, con 62 diputados, no la ha tenido en las elecciones del 27S.
Con ese acuerdo de Junts pel Sí y la CUP, o, mejor dicho, con esa dejación de la CUP al renunciar a tener un representante, se dejaba en la cuneta al PP, con el peligro de repetir viejos y graves errores como ocurrió en el proceso del Estatut con el famoso cordón sanitario para aislar a los populares. Y el PP logró un diputado más que la CUP, y es, por ahora, el partido que gobierna en España. Es cierto que la distancia con la CUP fue corta, 348.000 votos frente a 336.000 sufragios.
Se trata del primer pacto, de una primera aproximación entre fuerzas políticas muy distantes, que es, en realidad, una apuesta por la democracia, por la proporcionalidad y el sentido común, y que, por ahora, es difícil que se pueda trasladar en una alternativa de gobierno. Pero es indicativo de que las cosas en Cataluña han llegado a un límite.
Un cambio real sólo podría llegar ahora gracias a la CUP. Si en la constitución del Parlament, el próximo lunes, votara junto a esas fuerzas políticas, Junts pel Sí se quedaría en minoría en la Mesa, con tres diputados, frente a los cuatro del resto de partido. Si se inhibe, y vota a Junts, porque le ha cedido su plaza, Junts pel Sí podrá maniobrar, pero…no podrá cantar victoria.
La votación real llegará con la investidura de Artur Mas. El mensaje de la CUP, no osbtante, es claro: no le interesa ni la Mesa del Parlament, lo que, ahora sí, complica mucho las cosas al President Mas.
¿Piensa ya en convocar nuevas elecciones o volverá a resurgir?