Ucrania fuera de control

Todos los factores de una trágica catástrofe civil se están agolpando en las calles y plazas de Ucrania, para desgracia de su ciudadanía desprotegida y para perplejidad penosa de una Unión Europea por ahora incapaz de ejercer presión en conflictos de esta naturaleza. Agita las llamas el aprendiz de brujo Putin, para la megalomanía de una gran Rusia en el siglo XXI.

Pero en definitiva, la causa de esa conflictividad desatada, con ya más de medio centenar de muertos, es el fracaso institucional de la Ucrania post-comunista. Sin sociedad civil no hay solidez institucional y, por tanto, la democracia es frágil, opera en falso. Entonces una comunidad carece de arbitrajes.

 
La violencia en las calles de Ucrania van ‘in crescendo’

Así pudiera llegarse al colapso de Ucrania, con el horror de un vacío político que nunca se sabe quién va a llenarlo. El Gobierno es sectario y corrupto, intransigente, mientras que en la oposición se mezcla lo mejor y lo peor de cada casa.

La Europa comunitaria no fue decisiva en el caso álgido de los Balcanes, ni lo está siendo ahora. Las sanciones tendrían efectos muy lentos y la situación en Kiev es de urgencia extremada. Alemania ha ido asumiendo de forma gradual responsabilidades de fuerza, pero es un conflicto mayor. Respecto a las sanciones, Angela Merkel –según Spiegel— tiene dudas sobre su eficacia.

Por ahora, un gran crescendo de la violencia y ¿después?¿Golpe de Estado? ¿Guerra civil? Algo pavoroso para los ucranianos y un tumor maligno a las puertas de la plácida Unión Europea. En estos momentos, cada embestida opositora en la calle tiene por respuesta la desmesura brutal del Gobierno. Acción y reacción, la más vieja historia.

Aparecen movimientos centrífugos en otras zonas de Ucrania. Son heridas que quedan abiertas durante largo tiempo. El caos ucraniano resulta ser como el peor de los imprevistos en el momento en que la Unión Europea recupera fuerzas después de la crisis económica y busca consolidarse geopolíticamente. Muy al contrario, es el grave fracaso de un servicio diplomático que siempre ha sido una entelequia irrealista y que se creyó haber alcanzado la madurez terciando en Siria, con más pompa que resultados.

Apaciguar la calle ucraniana sería la primera obligación de su Gobierno
, pero parece dedicarse a todo lo contrario. En la oposición, grupos ultranacionalistas –según informa la prensa occidental– practican con mucha soltura el uso del cóctel molotov. Los líderes más sensatos van perdiendo el control de la insurrección callejera.

¿Fue clara la postura de Bruselas cuando el Gobierno de Ucrania pretendía avanzar en un acuerdo de asociación? Y ahí estaba Vladimir Putin, al acecho. Ahora aparecen ya los intelectuales parisinos de guardia para escribir sus manifiestos y tomar partido a su conveniencia estética, no siempre a partir de un análisis de la realidad. Para desgracia de las buenas gentes de Ucrania, hay cosas que se repiten con mucha facilidad. Ahora mismo, allí todo es impredecible.