Turquía, Economía, Turismo y Taksim

Las recientes protestas en las calles de Estambul y Ankara contra el Gobierno ponen de manifiesto los retos que enfrenta Turquía. También son una prueba para medir si pueden impactar en la encomia del país y, sobre todo, en su sector turístico y la inversión extranjera.

La economía es uno de los grandes aciertos del Gobierno de Erdogan, a parte del fortalecimiento del poder político y de reducir el militar. Turquía es una las 20 economías más importantes del mundo. Triplicó la renta nacional y, en 2012, fue la que más creció de toda Europa, el 2,2%. El Banco Mundial estima que seguirá incrementando este año, exactamente, el 3,6%. En 2014 espera el 4,5% y, un año después, el 4,7%.

Turquía tiene 75 millones de habitantes y una población activa de 26 millones. La mitad de ellos, de menos de 30 años. Es el segundo destino fuera de la Unión Europea y el noveno de todo el mundo en exportaciones e inversiones de España. Los intercambios entre ambos países alcanzaron los 7.790 millones de euros en 2012.

La economía turca se ha comportado bien. La inflación se ha reducido y el paro alcanzó el 9,2% en ese año, las mejores cifras de los últimos siete. Eso sí, el déficit por cuenta corriente y la deuda a corto plazo son grandes. Con todo, no se han tenido grandes problemas para la financiación a pesar de la crisis de 2008 y la de la zona euro.

A pesar de ser un sector muy sensible y volátil para las percepciones de riesgo, hasta la fecha, no se han producido grandes cancelaciones en las reservas turísticas. Parece que existe un pacto no escrito entre manifestantes y poder para no utilizar los lugares turísticos o el bazar en sus protestas, los principales destinos de los visitantes.

Pocos países en el mundo puedan afirmar que abarcan dos continentes, como resalta Turquía. Está en un punto estratégico en el que se encuentran Asia, Europa y África, rodeada por tres mares (el Mediterráneo, el mar Negro y el Egeo). El país no es sólo un vecino para las regiones cercanas, lo es para todo el mundo. También un imán para los viajeros y empresas.

Desde la época bizantina y del período otomano, Turquía ha sido un destino deseado para los viajeros. El país que hoy conocemos no es diferente. Tiene sus extensas costas, las mezquitas y bazares de Estambul y las chimeneas de Capadocia, imanes de millones de turistas cada año.

Es el sexto país más visitado del mundo. En 2012, recibió casi 32 millones de turistas que generaron 29.400 millones de dólares (21.955,7 millones de euros) en ingresos. Sólo 10 años antes, en 2002, el país recibía 12,9 millones de turistas, con unos ingresos de 12.400 millones de dólares (9.260,8 millones de euros). El turismo es un sector tractor de la economía y representa el 11% del PIB. Emplea a 2,5 millones de personas de forma directa e indirecta.

La última década fue testigo de una rápida expansión del sector, gracias a una nueva era de estabilidad política que se inició con la elección del islamista Erdogan y su partido en 2002.

El Gobierno turco ha puesto en marcha el programa estatal Visión 2023. Ese es el año en el que se celebrará el 100 aniversario de la fundación de la República Turca. El documento está orientado a fortalecer los sectores estratégicos: el agrícola, energético, infraestructuras, TIC y turístico. En este capítulo, el Ejecutivo de Erdogán es alcanzar los 50 millones de visitantes y aumentar los ingresos del sector hasta los 50.000 millones de dólares (37.339,9 millones de euros).

Para lograr esta meta, el Gobierno ha intensificado sus campañas de márketing y trabaja junto a la aerolínea nacional, Turkish Airlines, para promocionar el país como destino.

También invierte en infraestructuras y en la construcción de nuevos hoteles. Quiere atraer grandes eventos internacionales, muestra de ello es su apuesta por los Juegos Olímpicos de 2020 (Estambul es una ciudad candidata) o la Expo 2020, que busca para Izmir.

Estambul es un punto central para la industria turística. La ciudad experimentó un aumento del 16% de las llegadas en 2012, hecho que alimentó el apetito de mayor inversión. Especialmente en infraestructuras de transporte y en el sector hotelero.

La demanda de habitaciones en Estambul aumentó el 8,9% el año pasado. Turquía, en su conjunto, se ve como un mercado atractivo para los inversores hoteleros. Hay una oferta insuficiente de plazas hoteleras y, con las tasas de crecimiento actuales, se estima que el mercado puede absorber 20.000 nuevas habitaciones cada año.

Mejorar el sistema de transporte de Estambul es una prioridad. Metro y tranvía han tenido una importante expansión desde 2009 y la inversión en nuevas líneas continúa. La ciudad también está lista para tener un nuevo gran aeropuerto en 2017, con capacidad de 150 millones de pasajeros.

Todo dependerá de cómo las autoridades responden a las protestas. Si la inestabilidad persiste, puede afectar al turismo. Ello desestabilizará las entradas de capital a corto plazo, subirá la inflación y dañará el crecimiento del país. Los acontecimientos de estos días ponen de manifiesto el reto de Turquía de consagrar su modelo y hacer cuadrar la ecuación entre Islam, laicismo y democracia.