Tú qué vas a arreglar     

El PSOE y Pedro Sánchez difícilmente saldrán del camino de la amargura. La soberbia es una mala compañía. Y la adulación del político la aumenta

El descalabro sin paliativos del PSOE en las recientes elecciones autonómicas andaluzas, ha suscitado un intenso debate sobre el cambio de ciclo político en España. La unanimidad no existe. Pero, sí se percibe un consenso en el campo progresista: el PSOE de Pedro Sánchez, para evitar un posible cambio de ciclo que llevaría el PP al poder, debería dar un volantazo.  

El volantazo  

División de opiniones: para unos, el PSOE ha de librarse de unos socios –Unidas Podemos, ERC y Bildu- que han devenido una mochila cargada de piedras; para otros, ha de actualizar, o cumplir, el pacto firmado con los socios.  

En cualquier caso, para unos y otros, el Gobierno debe potenciar, como así ha sido –ayudas, cheques, reducción del IVA eléctrico y nuevo tributo a medio plazo a las eléctricas-, la política social. Por cierto, la rebaja del IVA eléctrico es una propuesta reciente del PP que descalificó –“medida cosmética”, dijo- la ministra para la Transición Ecológica. Máxima del socialismo: a elección perdida, rebaja de impuestos.  

¿Hasta cuándo la Unión Europea aceptará una política que genera deuda y déficit –también, inflación- sin reducir el gasto? ¿Cómo ajustar los 15.000 millones de euros que demanda la Unión Europea? Más allá de las medidas paliativas, ¿qué política contra inflación?  

Más allá de las medidas paliativas, ¿qué política contra inflación?  

Todo ello, sin olvidar la reanudación de las negociaciones con el independentismo catalán –más fondos públicos, reforma pro reo del delito de sedición, desjudicialización (?) del “proceso”, fin de la represión (?), más indultos, amnistía, autodeterminación y condonación de las multas del Tribunal de Cuentas-, la reactivación de la Ley de Memoria Histórica y la Ley Trans en la semana del Orgullo, así como una proposición de ley que permite  una mayoría progresista en el Tribunal Constitucional. Proposición deroga otra proposición también socialista en sentido contrario. Así se toquetea la ley en beneficio propio.  

A ello, hay que sumar la revitalización de la presencia y perfil internacionales de Pedro Sánchez ante la Unión Europea y sus dirigentes, Joe Biden y la OTAN. Un contratiempo: Pedro Sánchez enturbia su imagen progresista al felicitar a la gendarmería marroquí –asalto a la valla de Melilla- por emplearse “a fondo en tratar de evitar este asalto violento”. Asalto que terminó con decenas de muertos e imágenes poco edificantes. Pedro Sánchez no rectifica.     

En definitiva: por un lado, concesiones populistas vía subsidio y alguna medida útil. Por otro, cesiones a los nacionalistas proclives a la transgresión sistemática y reiterada de la legalidad constitucional. Finalmente, un manoseo político y publicitario de dudoso resultado.     

Prisioneros de sí mismos 

El volantazo, ¿para qué? Probablemente, para nada. Porque, el Gobierno seguirá siendo prisionero del Frankenstein que el mismo Pedro Sánchez diseñó. Porque, la radicalización aleja el PSOE de la moderación y el reformismo –el centro ganador- al tiempo que le acerca a unos socios impresentables que se desprestigian día a día. A ello, añadan que Pedro Sánchez ha de satisfacer al movimiento capitaneado por Yolanda Díaz. Por eso y para eso, algunas de las medidas tomadas últimamente por el Gobierno.  

La hiperactividad de Pedro Sánchez –un Consejo de Ministros Extraordinario celebrado en sábado: él aparece en la sobremesa del mediodía y de la noche de cada hogar como de costumbre durante la pandemia- puede interpretarse como una señal de debilidad o como una respuesta sobrevenida para hacer frente al descalabro socialista en las autonómicas andaluzas. La imagen: un PSOE y un Pedro Sánchez desbordados por la realidad. Un PSOE y un Pedro Sánchez prisioneros o rehenes de sus socios y, peor aún, de sí mismos.  

¿Quién cree a un Pedro Sánchez que mantiene unas pésimas relaciones con la palabra dada o lo prometido? “¿Tú qué vas a arreglar”?, le dijo irónicamente un vecino en su reciente visita a Zamora.  

¿Quién cree a un Pedro Sánchez que mantiene unas pésimas relaciones con la palabra dada o lo prometido?

Un Gobierno sin norte del que pocos se fían. Un Gobierno del que se desconfía, incluso, cuando aprueba algunas medidas positivas como la transferencia de rentas. Un Gobierno que –PSOE versus Unidas Podemos- se niega frecuentemente a sí mismo. Dato: el último barómetro del GESOP afirma que siete de  cada diez españoles suspenden los intentos del Gobierno de bajar la luz.  

Todo eso en un contexto en que el fantasma de la derecha desaparece. De ahí, que un porcentaje significativo de votantes socialista apuesten en Andalucía por el PP. Por eso, ahora, Pedro Sánchez ha sustituido a la derecha por “determinadas políticas económicas” (lean el IBEX 35 en el que por cierto se perciben sus manejos recientes) al tiempo que se proclama defensor, ni más ni menos, de las “clases medias trabajadoras” y de los “vulnerables”.  

Por lo demás, Pedro Sánchez señala los culpables –además del IBEX 35- de la inflación: la guerra, la pandemia y el volcán.  

Una perogrullada a tener en cuenta   

Un volantazo que probablemente no servirá para nada, se decía antes. Un volantazo que, paradójicamente, puede coadyuvar el cambio de ciclo en beneficio del PP.  

La mejor manera de evitar los peligros que se derivan del volantazo del PSOE es no darlo. Una perogrullada que el PSOE –con excepciones- no entiende todavía. Pedro Sánchez, tampoco. Una perogrullada que, históricamente hablando, ha llevado al socialismo español por el camino de la amargura. Al socialismo español y a la ciudadanía española, vale decir.    

Una perogrullada a tener en cuenta   

Efectivamente, la historia del socialismo español es rica en volantazos que han llevado al PSOE, a España y a los españoles por el camino de la amargura.  

Desde su fundación en 1879, el socialismo español ha oscilado  entre el radicalismo y el reformismo.  

Así, en el siglo XIX, ante la agitación social  y las condiciones de la época, se impone la política de “clase contra clase” para luego –el tiempo pasa- aceptar la conjunción electoral con los republicanos. Después, al socaire de la Revolución Rusa y la triple crisis española de 1917, se apuesta por el maximalismo para, a renglón seguido, ante el fiasco de la intentona revolucionaria y la huelga general de 1917, se colabora –ni más ni menos que Francisco Largo Caballero, el Lenin español- con la dictadura de Primo de Rivera.  

La historia y los volantazos siguen: en 1934, se apoya la llamada Revolución de Asturias que fue lo más parecido a un golpe de Estado frustrado. Para no enredarme con la Ley de Memoria Histórica, les ahorro el período de la Segunda República  -Calvo Sotelo, los tribunales populares o determinadas alianzas- para volver al presente.  

Conviene precisar que los volantazos obedecen a una lógica  interna –oportunismo y poder- que se explica en función de la coyuntura, necesidades y expectativas del partido.  

Pero, no siempre fue así. Durante, la Transición, por ejemplo. ¿Por qué no recuperar el papel que jugó el PSOE en la consolidación de la democracia y la Monarquía, la cicatrización de las heridas de la Guerra Civil, la modernización de España, la superación de la crisis económica o la cohesión territorial? Pregunta: ¿ustedes se imaginan a Felipe González diseñando un Frankenstein con Pablo Iglesias, Oriol Junqueras o Arnaldo Otegui? Yo, tampoco.     

La soberbia y el cambio de ciclo 

Por lo que parece, el PSOE y Pedro Sánchez difícilmente saldrán del camino de la amargura. La soberbia es una mala compañía. Y la adulación del político –siempre sensible al halago- la aumenta.  Una cita de Félix Bolaños, ministro de la Presidencia: el gobierno de Pedro Sánchez es la expresión de la “dignidad, la grandeza y el liderazgo”.   

El cambio del ciclo político en España se acerca.