Trump visita Londres contra Europa
Cuando concluya el brexit, Reino Unido se verá forzado a comprar más y vender menos a Estados Unidos, sin que nadie defienda sus intereses
La enésima visita del presidente Donald Trump levanta más ampollas que las anteriores. En cuanto vuelva a la Casa Blanca, hablaremos de otra cosa. Pese a la incontinencia verbal y el mal tono de sus mensajes, las relaciones transatlánticas van a quedar como antes: maltrechas en la superficie, sólidas en el fondo.
Trump pretende debilitar a Europa, para que pase de socio prioritario a sumiso satélite. No lo ha conseguido. No lo conseguirá ni con la colaboración de Rusia. A pesar de las apariencias, Europa es fuerte y se acaba de reforzar en las urnas.
Trump no tiene el menor reparo en inmiscuirse causando grandes escándalos
Ya antes de poner el pie en Londres, Trump había enfadado a los conservadores británicos al apoyar a Boris Johnson, el líder más vocinglero y esperpéntico, como sucesor de Theresa May y presentar al euroescéptico Nigel Farage como negociador ante Europa.
Lo normal, lo correcto entre líderes políticos de distintos países es ayudar bajo cuerda a los afines mientras se exhiben sonrisas de respeto hacia sus asuntos internos. Trump actúa de modo contrario.
No tiene el menor reparo en inmiscuirse causando grandes escándalos, pero su nivel de injerencia no se traduce en influencia. Trump cae mal, muy mal, a los británicos.
Los laboristas británicos aprovechen la incómoda visita para montar una vistosa escena de protesta
Sus bravatas son tan inoportunas, tan fuera de lugar, y sus promesas tan poco creíbles, que se le hace poco caso. Total, su propia administración se encarga de echar tanta agua al vino que pierde casi toda la graduación. Trump es visto en Europa como un personaje incómodo y pintoresco, tan ladrador como poco mordedor.
Ello no quita que los laboristas británicos aprovechen la incómoda visita para montar una vistosa escena de protesta, con al alcalde Londres a la cabeza. Su grosería ha empujado a Jeremy Corbin a participar en la mascarada anti Trump.
Los conservadores molestos, los laboristas ruidosos y escandalizados. Los liberales horrorizados. La visita de estado es un fracaso pero al magnate-presidente le da igual.
El Reino Unido seguirá su incierto camino, atento a sí mismo como siempre, buscando más que nunca el mejor modo de salir del embrollo en el que sus políticos le metieron. El mejor modo, el que menos daño ocasione a la despistada isla que pretende separarse sin aislarse.
La salida abrupta que Trump defiende agravaría el principal escollo con el que topan los partidarios del brexit: la frontera en Irlanda del Norte
Nadie, ni los partidarios de un brexit duro, esperan una ayuda efectiva de Trump. El presidente ha demostrado sobradamente su incapacidad para cultivar amistades.
Si según el legendario aforismo de Lord Palmerston, Inglaterra no tiene amigos sino intereses, la administración de los halcones de Trump no pretende otra cosa que colonizar a todo quisqui. Sacar ventaja sin concesiones ni contrapartidas. Su lema, ayúdame pero no esperes que te ayude.
Una vez Londres se haya quitado, en tosca expresión de Trump, los grilletes que le impone Europa, si tal cosa llega a suceder, se verá forzada a comprar más y vender menos a Norteamérica. Acosada por el gigante sin nadie que la defienda.
La salida abrupta que Trump defiende agravaría el principal escollo con el que topan los partidarios del brexit, la frontera entre Irlanda del Norte y el resto de la isla, que seguiría perteneciendo a la Unión Europea. ¿Algún indicio de propuesta airosa? ¿Alguna recomendación por parte de Trump para evitar el grave conflicto subsiguiente?
Por no hablar de Escocia. Si se produce un brexit duro, Europa favorecerá sin dudarlo el segundo referéndum escocés. Donde hubo, a raíz del primero, hostilidad encubierta o indiferencia habría promesas de fraternal acogida.
Si salir de Europa resultara gratis o consiguiera premio, Bruselas, Berlín y París estarían llamando a la desafección cuando pretenden, con prudencia pero con firmeza, una mayor integración.
Las recientes elecciones al Parlamento europeo han reforzado la unidad y la cohesión. El peligro de bloqueo por parte de las extremas derechas ha sido conjurado por los votantes.
Las mayorías no serán tan fáciles como antes pero los cuatro grupos principales, conservadores, socialistas, liberales y verdes, comparten una idea común y tienen capacidad para ponerse de acuerdo.
Al contrario de Trump, poco dado a la menor sutileza, Europa es lenta y prudente a la hora de actuar. Sin embargo, cuando hay que tomar decisiones serias, no duda en reaccionar con presteza.
El mensaje de Europa
Así se atajó la crisis de los refugiados o se conjuró la amenaza de los aranceles, que se diluyó ante las represalias comerciales anunciadas por Europa. Así se desarrollaron las negociaciones para el Brexit, con amabilidad pero con principios inamovibles.
El mensaje de Europa a Gran Bretaña es claro, o toma lo que se le ofrece, o lo deja, o se replantea la salida. El mensaje de Trump a los británicos consiste en animarles a lanzarse por el precipicio sin reparar en los costes que los Estados Unidos no están dispuestos a compartir. Ni tan solo a paliar.
La visita de Trump a Londres viene precedida por una serie de torpedos lanzados contra Europa, a la que ha llegado a calificar en el ámbito comercial como “peor que China”. Nadie le cree.
Los lazos entre ambos continentes son tan múltiples y fuertes que se necesita mucho más que un presidente atrabiliario para romperlos o ni siquiera aflojarlos.