Tras la DUI, ‘hic sunt dracones’

En la actual fase insurreccional la noción de control es ficticia, particularmente cuando ejecutan el guión organizaciones como Arran y Endavant

Los Cañones de Agosto” (RBA, 2012) relata la catastrófica espiral de acontecimientos que desembocó en la Primera Guerra Mundial. La obra de Barbara Tuchman debiera ser lectura urgente para todos protagonistas de la crisis de Estado en la que nos encontramos. Empezando por los jefes de gobierno de España y Cataluña y, también, por el Jefe del Estado.

El discurso del Rey del martes tuvo un aire perentorio, interpretado de manera distinta según dónde se sitúe cada uno en la cambiante geografía emocional relativa a Cataluña. Los que esperaban una senyera junto a las de España y Europa, y que el monarca hablara de diálogo, quedaron perplejos y decepcionados. Por no hablar, no pronunció siquiera una palabra en catalán.

Duro en las formas y unívoco en su contenido, el monarca cumplió rigurosamente su deber como representante máximo del Estado con un pronunciamiento inobjetable desde la perspectiva constitucional. Algún día conoceremos la intrahistoria de por qué Felipe VI decidió sacrificar un futuro, pero hipotético, papel de arbitraje y moderación –que la Constitución, también, le atribuye— por un discurso tan severo: fuera de la legalidad, no hay nada.

El jueves a mediodía un durísimo comunicado contra Mariano Rajoy y su gobierno de FAES, la fundación de José María Aznar, arrojo un indicio. La Zarzuela, afirman personas conocedoras de sus códigos, prefiere una mayor iniciativa del actual arco constitucionalista que la que ejercería un surgido de unas elecciones españolas anticipadas. La cuestión catalana incide en la opinión pública española con una fuerza inversa pero igual a las emociones independentistas. Unas nuevas Cortes estarían fuertemente polarizadas pero dominadas por la derecha.

Carles Puigdemont esperó exactamente 24 horas para responder al Rey. Probablemente se le escapan las maquinaciones de la Villa y Corte. Como dice sentirse “presidente de una nación libre”, se dirigió en castellano a los españoles en un pasaje, pero afeó al Rey “por alinearse con las políticas de Mariano Rajoy«.

El president habló de la bondad de la causa independentista y de su convicción de que acabará prevaleciendo. Pero de lo que realmente quería hablar era de las iniciativas de mediación: de abogados, sindicatos, partidos y la de los arzobispos de Barcelona y Madrid, Juan José Omella y Carlos Osoro, cercanos ambos al Papa Francisco.7

Soraya Sáenz de Santamaría no reconoció cambio alguno en la postura del Govern: “Puigdemont ha demostrado que es está en contra de la ley y fuera de la realidad”. No habló de diálogo; ni de mediación. El jueves, Rajoy matizó un poconbesa dureza. Se puede hablar, pero antes, el Govern debe abstenerse de declarar unilateralmente la independencia. La condición es taxativa y, tras el discurso del Rey, inamovible.

Puigdemont no mencionó en sus siete minutos televisados la DUI que el día anterior dijo en la BBC se produciría a “principios de la semana que viene”. Nadie en Madrid, ni en los centros de poder económico de Cataluña , cree que el Govern haya cambiado de planes. El independentismo necesita tiempo para resolver divisiones internas. En medio de la aceleración de los acontecimientos, unos proclaman que es “la hora de los valientes”; otros, sin embargo, recelan cada día más de los temerarios.

Se precipitan los acontecimientos. Se creía que después del referéndum –exitoso para el Govern, inexistente para el Gobierno— se abriría una tregua. Ha ocurrido lo contario: Puigdemont se ha convertido objetivamente en el instrumento de la estrategia revolucionaria de la CUP. Ha asumido que para cumplir su promesa debe proclamar la independencia.

Cuando se escriba la crónica definitiva de estas semanas, se podrá anotar, como en las ilustraciones de los mapas medievales, “hic sunt dracones”, porque de ese punto en adelante, solo habrá monstruos y no criaturas celestiales.

La verdadera aceleración empezó el 6 de septiembre con las leyes ilegítimas de ruptura, la de referéndum y la de transitoriedad

The Guns of August” (McMillan, 1962) narra los hechos ocurridos entre el 28 de julio y el 1 de septiembre de 1914. Lo que empezó como una guerra de fronteras de la que se hubiera podido retroceder, se transformó en 51 meses de batallas y 18 millones de muertos. La Primera Guerra Mundial estuvo precedida por cuatro años de desencuentros entre el káiser de Alemania con Francia, Rusia e Inglaterra. Y, sobre todo, por el nacionalismo.

Salvando diferencias de tiempo y situación, las similitudes con el proceso iniciado con la impugnación del Estatut son notables y alarmantes. Pero la verdadera aceleración empezó el 6 de septiembre con las leyes ilegítimas de ruptura: la del referéndum y la de transitoriedad. A partir de ese momento, empezaron a adivinarse las facciones de los monstruos actuales.

La bestia más peligrosa es el orden público, que habita en la calle. La DUI, de proclamarse, provocará un estallido de júbilo del ya exaltado ánimo independentista. El control de la calle ha sido crucial para su estrategia desde 2012. Pero en la actual fase insurreccional, la noción de control es ficticia, particularmente cuando organizaciones de corte anarco-nacionalista como Arran y Endavant ejecutan su propio guión.

Otra criatura amenaza la institucionalidad. ¿Qué pasa con el aparato ejecutivo, legislativo, judicial y gubernativo que descansa sobre el Estatut? Y, crucialmente, ¿cuál será la suerte de los 17.000 hombres y mujeres armados de los Mossos d’Esquadra? En los próximos días cruciales es posible –hasta previsible—que se deban afrontar circunstancias que pongan a prueba, todavía más que el 1-O, su acatamiento exacto y sin fisuras de las órdenes judiciales.

Si se producen incumplimientos manifiestos, ¿cuáles son las alternativas? Ninguna buena: desde ser sometidos al mando de un general de la Guardia Civil hasta, in extremis, la disolución del cuerpo. El Ejército ha reforzado sus instalaciones en Barcelona, supuestamente para hospedar más policías. ¿Mas policías, cuando tres de cada cuatro antidisturbios de toda España están ya en Cataluña? El Estado Mayor de la Defensa, los auténticos expertos en planes de contingencia, los tiene ya avanzados sobre a Cataluña.

La economía, sin embargo, es el primero de los monstruos que ha hecho oír sus rugidos. Después de días de duro castigo de su cotización Banc Sabadell y la Caixa han anunciado medidas para ponerse a salvo fuera de Cataluña.

Los anuncios son sicológicos ya que los bancos catalanes están bajo el mismo paraguas del BCE que cualquier otro banco español. Solo una independencia efectiva –que el Estado impedirá— cambiaría esa situación, pero el miedo es el cáncer fulminante del dinero; hay que cortarlo de raíz.

Es necesario cortar de inmediato el miedo, porque es el cáncer fulminante del dinero

Preocupa una retirada masiva de depósitos en Cataluña impulsada por el pánico, y una perdida de mercado, especialmente entre clientes empresariales de mediano tamaño, dentro y fuera de Cataluña, por rechazo a lo catalán. Oriol Junqueras ejerció el jueves de vicepresidente económico para intentar conjurar los temores, pero el tejido económico (entre anuncios de otras cotizadas que también se trasladan a Madrid) comienza a mostrar sus primeros desgarrones.

Nervios, preocupación pasiones… el ‘new normal’ de Cataluña. Los esperanzados, emocionados y movilizados por el sueño de país que se les ha prometido –“¡ahora o nunca!”— confían en que el mundo no ignorará la justicia de su causa. Mientras, los que con diferentes matices se oponen a la independencia por las bravas –“¡así no!”—confían en que se impida. Algunos esperan que no se destruyan los puentes construidos durante generaciones. Otros quieren que se dé un escarmiento a los que han forzado las costuras de la legalidad hasta romperlas.

Y ese, precisamente, es el más maligno de los monstruos, que ya no se puede ocultar detrás de frases tan inanes como “la convivencia no se ve afectada”. La fractura se ha trasladado al trabajo, a los bares, al brutal mundo virtual de las redes sociales, a las escuelas: “si no estás con nosotros estás con ellos”. El vocabulario se ha infectado de intolerancia y, aún peor, de una ignorancia que se retroalimenta: “indepe”, “españolista”, “botijo”, “barretino” y de los generalizados “¡fascista!” y “¡nazi!” valen para un roto y un descosido.

Ojalá “Los Cañones de Agosto” no fuera un ensayo histórico sino una obra de ficción. Y que en nuestra cartografía no hubiera dragones.