Tras el fracaso de Renzi, ¿quién salva Europa?

Cuidado. Los mercados financieros se lo han tomado con calma. No ha habido grandes pérdidas en las bolsas, y la experiencia permite afirmar que en Italia las cosas se acaban reconduciendo. Pero el próximo año puede ser muy complicado. El ‘no’ en el referéndum que planteó el primer ministro, Matteo Renzi, llevará a unas nuevas elecciones, que se sumarán a las que se celebrarán en Francia y en Alemania. Sólo la canciller alemana Angela Merkel parece aguantar. Es la única dirigente –con capacidad para cambiar el rumbo en Europa—que resiste. El otro caso lo encontramos en España, donde Mariano Rajoy conserva el poder, aunque ahora deberá ser capaz de pactarlo casi todo con la oposición.

Lo determinante es saber si el conjunto de la Unión Europea podrá superar todos esos contratiempos, que pasan por el auge de partidos políticos claramente euroescépticos, y que plantean, incluso, la salida del euro, como el movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo en Italia.

Y el problema de fondo es que poco se ha hecho en los últimos años para reforzar la UE, al fiarlo todo al Banco Central Europeo. Una vez sosegados los mercados, con el plan de compra de bonos de Mario Draghi, los gobernantes europeos creyeron que la crisis del euro se había superado, que la tempestad había pasado de largo. Pero las amenazas se mantienen, como explica con detalle –pese a las críticas recibidas—Joseph Stiglitz en su libro sobre la moneda europea.

Las amenazas se centran en la propia Italia, con una situación complicada de su sistema bancario. El banco más antiguo del mundo, Monte dei Paschi Siena (MPS), tiene pendiente una reestructuración que podría afectar a una mayoría de pequeños ahorradores. En la cola hay otras entidades, que necesitan capitalizarse. El trabajo que se ha hecho en España no se ha acometido en Italia, pero esa situación límite de algunas de sus entidades financieras ya no puede esperar por más tiempo.

El principal problema de la Unión Europea es de carácter político. La falta de un horizonte claro, y de medidas atrevidas que vayan en esa dirección, con liderazgo político, es lo que crea una enorme incertidumbre, que aprovechan las fuerzas políticas populistas o extremas.

La unión bancaria, que se impulsó en 2012, con el objeto de frenar la interdependencia de bancos y estados, que creó un círculo devastador para los países deudores, sigue sin completarse. La unión de la política fiscal sigue sin plantearse con objetivos realistas, con la negativa de Alemania a impulsar el gasto, centrada año tras año en acumular un superávit por cuenta corriente colosal.

La Unión Monetaria tampoco necesita de grandes proyectos o sueños que no se puedan cumplir. Una de las ideas que comienza a imperar es que el objetivo número uno es conseguir, simplemente, que la eurozona funcione. Y eso no pasa necesariamente por ofrecer más poder al centro, a Bruselas. Se puede, como apunta Jean Pisani-Ferry, actuar de forma más descentralizada, con más poder para las instituciones nacionales, que supervisen la evolución de los presupuestos y la sostenibilidad fiscal.

Pero ante una especie de ataque de los bárbaros, en clara invasión de Roma, con una revuelta de clases medias desesperanzadas y políticos oportunistas, se precisa la valentía de los gobernantes que crean, de verdad, que no todo está perdido.

Lo que ocurre ahora es que Merkel, –quien, por otra parte, no ha asumido todo su potencial durante la crisis—aparece muy sola. Ya no tiene nadie al lado. El tándem con Francia se ha hundido, y deberá esperar a sus propias elecciones en Alemania, y a las elecciones presidenciales francesas, que se pueden dirimir en un duelo entre Fillon y Marine Le Pen, ante un impotente Manuel Valls, que podría no llegar a la segunda vuelta. Este lunes, el mismo día que dimitía Renzi, anunció su candidatura a la presidencia francesa.

Veremos qué defienden, que quieren para el conjunto de Europa, más allá de pretender el poder en sus respectivos países, si es que alguien quiere, claro, defender Europa.